Llevo dos días como
loca, esta noche, ... esta es «la noche». El WhatsApp no ha dejado de sonar con
insistencia. Todas las chicas están como locas deseándome lo mejor, una gran
noche, me advierten que no prenda fuego... como si eso fuera posible.
No he podido
mantenerme alejada de mis juguetes ni un instante, cada vez que cierro los
ojos, su rostro perfecto aparece. Esos ojos profundos y rasgados. De mirada
intensa, tanto que en realidad parece que guarde un fuego perpetuo en su
interior; su boca de labios generosos y suaves, los mismos que ya he probado y
de los que no logro hacer desaparecer el sabor, sus brazos fuertes como si
dentro de la piel guardasen acero puro...
La tarde pasa lenta
y mi mente vuela rápida con imágenes de lo que puede llegar a pasar, espero y
rezo porque no haya nada que nos interrumpa esta vez, muero por él.
No doy abasto, por
más bragas que lavo necesito más, de repente mi vagina se ha convertido en una
fábrica de lubricante veinticuatro horas... quizá debería ofrecerme a los de Control
o Durex.
Espero que él tenga
en su casa, la verdad es que yo tenía alguno que otro, pero tuve que tirarlo
haciendo limpieza, estaban ya caducados y no precisamente por unos días...
Me ducho y arreglo
el pelo para hacer hora mientras llega Inés a encargarse de Francisco, me
maquillo lo justo y, al ponerme el lápiz de ojos y el rímel, recuerdo usar el
que es waterproof; tengo la intención de sudar, mucho.
Salgo del baño casi
lista y envuelta en mi bata de casi seda rosa de Primark, cuando la puerta suena.
Debe ser Inés.
—Francisco, cariño,
ve a abrir.
—Voy, mamá.
—Holaaaaa —canturrea
Inés, nada más abrir la puerta.
—Hola, Inés.
—¿Estás lista?
—Casi, voy a elegir
algo de ropa.
—No seas tonta, ve
así. —Sonríe y guiña un ojo.
—Sí, claro, ¿y si
salimos fuera?
—Si vas así os
quedáis en su casa y de paso no perdéis el tiempo.
Sonrío, pero no le
hago ni caso. Escojo un vestido negro que se pega a mis curvas. Ya no tengo la
perfecta silueta de antes del embarazo, pero sigo estando muy bien.
Ahueco mi larga melena
oscura con las manos y me coloco de lado. Después de darme el visto bueno y de
que Inés esté conforme, me pongo perfume y cojo un pequeño bolso en el que sólo
cabe el móvil y algo de dinero.
—Estás preciosa,
mamá. Pásalo bien, te lo mereces.
—Gracias, cielo
—contesto con un nudo en la garganta. Él es lo mejor de mi vida, aunque espero
que mi noche con Al ocupe el segundo lugar del ranking.
—Suerte —susurra
Inés mientras me besa en la mejilla.
Después de un largo
suspiro, que deja escapar el nerviosismo que hace que me tiemblen las rodillas,
salgo de mi casa y golpeo con los nudillos en la puerta de enfrente.
Al abre enseguida y
mi aliento se congela cuando lo veo aparecer con unos vaqueros oscuros
desgastados y una camiseta de manga corta también negra con una manguera,
reluciente y roja dibujada, de la que sale una gota de agua.
Mi mente no puede
evitar hacer comparaciones y pensar en las similitudes.
—Estás preciosa.
—Gracias.
—Pasa.
Entro y, al hacerlo,
su mano se posa en mi cintura, se queda detrás de mí guiándome y su boca roza
mi pelo.
—Espero que debajo
de ese vestido, lleves lo que ya sabes que deseo ver puesto en realidad.
Contengo el aire, mi
boca se ha quedado seca y toda la humedad está concentrada entre mis piernas.
Temo que al andar deje un rastro de baba similar a la de un caracol.
—¿Lo llevas?
—pregunta de nuevo.
—Sí, solo para ti
—contesto sin mirarlo y entonces su brazo se aprieta más alrededor de mi
cintura. Noto su boca en mi pelo, sus jadeos en mi nuca haciéndome cosquillas y
sus manos dibujando las curvas bajo el vestido. Acaricia mis costillas y se
detiene justo debajo de mis pechos donde los pezones se han erguido en busca
del calor que emana de sus manos.
—He preparado la
cena —murmura mientras sus labios se posan en mi cuello y me regalan besos y
mordiscos suaves.
Tengo el pulso
acelerado y mi respiración agitada hace que mis pechos suban y bajen clamando
atención. Él parece advertirlo y sus manos suben hasta posarse sobre ellos, sus
dedos acarician los pezones erizados por encima de la suave tela del vestido.
—Me vuelves loco,
Minny —susurra.
Y pierdo el control,
me olvido de la cena y hasta de mi nombre, que ha sonado tan sexy en su boca. Solo
puedo pensar en ese hombre que me atormenta y cuyo miembro excitado golpea
entre mis muslos.
Me doy la vuelta y
dejo que su boca me engulla, nuestras lenguas se enredan la una en la otra al
igual que nuestras manos, que recorren el cuerpo del otro con ansias. Con
deseos de acabar lo que hace tantos días dejamos a medias.
Antes de saber qué
sucede, siento que voy por los aires. Me ha levantado con mucha facilidad y me
transporta sin dejar de besarme.
Acabo sobre la mesa,
oigo algunos ruidos, pero no me importa saber lo que ha caído al suelo.
Se aleja un instante
para mirarme y deshacerse de la camiseta con la manguera dibujada.
Deja su pecho
musculoso desnudo para mi deleite. Está húmedo por la excitación que nos
embriaga, me saca el vestido bruscamente y contempla mi ropa interior.
Se relame mientas se
desabrocha el cinturón y yo no puedo hacer nada más que abrir las piernas
apoyando mis palmas sobre el tablero de la mesa, dándole vía libre.
—Voy a follarte como
nunca nadie lo ha hecho.
—Eso espero, Al,
porque no he dejado de soñar contigo.
El deseo, que mi voz
no oculta, es lo bastante intenso como para hacerle de nuevo reaccionar. Se
acerca a mí con el vaquero medio desabrochado dejando sus Calvin Klein grises a
la vista en los que puedo percibir una mancha de humedad y me relamo porque sé
que se la he provocado yo.
Su boca se acerca a
la mía, muerdo sus labios pues parece que besarle no es suficiente, noto su
sexo buscar el cobijo del mío. Se acerca más, dejando que su calor me abrase y
rodeo su cuello, para aferrarme a sus hombros con uñas y dientes.
La pasión me ciega,
el deseo me nubla, su boca baja por mi cuello, se detiene en mis pechos a los
que regala besos, mordiscos y suaves caricias con su lengua húmeda, baja
después dejando un camino de ardiente saliva por mis costillas hasta que llega
al lugar donde comienza el tanga a cubrir mi sexo.
Su lengua se pasea
por encima de la tela de encaje mientras sus dedos juguetones acarician la
vulva que palpita anhelando más.
Su lengua sube y
baja por mi sexo, húmedo y caliente, y mi clítoris almacena tanto deseo que
temo que explote.
Uno de sus dedos se
introduce dentro dejando que la humedad que guarda se revele y lo envuelva.
—Me vuelves loco
—jadea.
—Fóllame y calla —ordeno,
y me sorprende que haya salido eso de mi boca.
Él sonríe de medio
lado con un brillo oscuro en sus ojos.
Antes de protestar
de nuevo, me eleva, me da la vuelta y me coloca sobre mis piernas mirando a la
ventana tras la mesa. Sus manos fuertes agarran mis caderas, apartan el tanga y
siento cómo un ramalazo de placer me parte al ser penetrada.
Grito, jadeo y gimo
sin cesar con cada penetración. Me vuelve loca... ¡Por Dios que nunca he
sentido tanto placer con ningún otro hombre...!
Sus jadeos se unen a
los míos y sus embestidas se aceleran hasta hacerme delirar.
—Vamos, muñeca.
Ahora. Córrete para mí —gruñe a la vez que su mano se estrella dulcemente sobre
mi cachete.
Ése es el detonante,
no puedo contenerlo más y dejo escapar un largo y liberador grito que me deja
exhausta. El orgasmo me fulmina y mis brazos no me sostienen, por lo que quedo
aún más expuesta. Él aprovecha esa posición privilegiada que le ofrezco y me
penetra más profundo.
Gime y resopla al
llegar a su orgasmo mientras yo, rendida, sigo disfrutando del placer que me ha
regalado.
Desde luego, su
manguera, sí que es capaz de apagar mi fuego interno.
Capítulo de Alissa Brontë
Hola Minny!!
ResponderEliminarInteresante, gracias por el post.
Besos💋💋💋