Tócala otra vez. Sam . Relato de Fran Cazorla


 

A

LQUILAR aquel apartamento por aquel precio me resultó la ganga de todo el viaje. Pleno centro de la ciudad, vistas del mar al fondo, un aire vintage muy parisino, y aquel piano… todo un Steinway & Son en la misma estancia.

Desperté en la madrugada, abrí los ojos y observé el piano por un largo rato. Me di cuenta de que ya no podría dormir más aquella noche. Escuché la lluvia a través de los cristales, un sonido que me dejó claro que no sería muy sensato salir a pasear.

Me acerco a la ventana y abro sus hojas lentamente, dejando que la humedad de la brisa acaricie todo mi cuerpo, que no tarda mucho en reaccionar de forma casi mágica: la delgada tela del pijama no es rival para el tiempo, y pronto emergen dos protuberancias en el mismo centro de mis pechos. La fina lluvia que entra como si fuese rocío transforma la tela en traslúcida y sin querer evitarlo, comienzo a excitarme.

Mi mente se alía con mi cuerpo para llevarme a un recuerdo de algo que creo no ha sucedido, o que deseo que suceda; no lo tengo claro del todo. Te siento dentro de mi cabeza, puedo ver esos ojos verdes, el cabello corto y castaño, tu delgada figura y tus largos dedos coronando unas manos firmes. Eres la sensualidad hecha ser.

Me alejé de la ventana para acercarme al piano. Levanté la tapa para descubrir sus secretos negros y blancos y deslicé mis dedos con rapidez rozando las teclas de aquel magnífico instrumento. «Ojalá supiera sacarte esas maravillosas melodías…», pensó.

Pese a mi estado de evasión total, escuché como chirriaba sutilmente la puerta y se abría de forma lenta. Giré la cabeza para verte aparecer con tus jeans desgastados y esa camiseta de color negro que tanto te gusta y tanto me horroriza. Cierro los ojos para escuchar como tus pasos te acercan a mí, y en el instante exacto, las notas dejan de sonar y la habitación se suma en el silencio.

—Hola—dije de forma alegre mientras abría mis ojos y aspiraba tu perfume—¿Qué tal?

—Bien—te limitaste a decir mientras cerrabas el piano.

Mis labios hicieron el además de moverse para pronunciar algo más, pero se quedaron quietos al ser sellados por un apasionado beso de los tuyos. Saboreé la dulce y cálida saliva en mis labios, sentí tus fuertes brazos rodeándome y descendiendo por mi espalda muy lentamente. Mis manos reaccionaron yéndose a tu espalda y subieron hasta tu nuca. Mientras, tus labios aplastaban los míos con dulzura y pasión.

No sabía qué pretendías con exactitud, aunque tampoco me importó demasiado, solo deseaba disfrutar cada sensación, cada segundo. Tus labios se separaron de los míos como queriendo buscar el aliento necesario para arrancar de nuevo con más fuerza, y entonces mi pecho derecho se puso en tensión. Solo tuvo que sentir el contacto de tu mano antes de cerrarse suave y pasionalmente en torno a él.

Te aparté un instante para sentarme en el piano. Busqué tu cuello cuando sentí tus manos por debajo del pijama, y mi respiración se aceleró de forma agitada. Me mirabas a los ojos mientras me quitabas la parte de arriba del pijama; mordí mi propio labio por culpa del placer.

Tu boca repasaba cada milímetro de mis pechos y mis pezones, nuestra excitación iba en aumento a cada segundo que pasaba, y tu mano se posó en mi tobillo para ir ascendiendo roce a roce, de forma lenta y cadenciosa, haciéndose de rogar mientras avanzaba a la vez que aumentaba la presión. No pude evitar morderte cuando noté la presión en mi muslo y te sentí buscando debajo del pijama. Ahí me di cuenta de que lo que iba a pasar pasaría en ese momento y en ese mismo lugar.

El instinto salvaje hizo que me moviese lo necesario para que me quitases el pantalón del pijama. Cogí tu mano y con descaro la posé sobre mis bragas de seda; tus dedos supieron cómo ponerse a jugar sobre la tela.

Te quité la camiseta con tanta ansia que casi la hago jirones aún a riesgo de que te enfadases; pero no, solo sonreíste y te quitaste los pantalones con el mismo ansia que yo había mostrado. Estabas casi tan excitado como yo, tu pene ya no era capaz de estar encarcelado. Lo sentí duro, caliente, palpitante, y mi cuerpo ya solo pidió sentirlo dentro.

—He de confesarte que desde que te vi por primera vez, mi fantasía siempre fue esta…—me susurraste al oído desarmándome por completo y desatando una necesidad imperiosa de obtener placer.

—Hazme el amor aquí y ahora, porque te deseo con todo mi alma—y fue lo único que alcancé a pronunciar.

Me echaste hacia atrás, cerré los ojos y gemí de placer mientras me besabas. Mis manos sobre tus hombros, tu pene haciendo cada vez más presión sobre mi clítoris; me estaba muriendo de placer, de deseo. Abrí los ojos. Entendí la fantasía, su fantasía.

Gemí de placer cada vez que me penetrabas, no recordaba haber estado tan mojada como en aquel momento. Tu cuerpo sobre el mío, tu piel y la mía tan calientes, empujando con el ritmo necesario, el perfecto, mordiéndome de placer, gimiendo… Todo parecía una locura; tu cara lo decía todo, y yo me quemaba de placer a cada embestida contra aquel piano.

Mi piel rechinando sobre la madera, mi cuerpo resbalando, sintiendo cada poro de tu piel sudorosa sobre mí. No podía contenerme más, la excitación era tal que ya no podía retenerme, ya no podía retenerte. Soy toda tuya, pero no quiero que esto acabe nunca.

Enlazo mis piernas a tu cintura, me coges de las caderas para empujarme con más fuerza aún; te siento, mi cuerpo se deshace en convulsiones a cada embestida, ya no quiero gemir, necesito gritar cada vez que empujas tu cuerpo contra el mío. Sé que te gusta escucharme, lo noto porque aumentas la intensidad.

Estoy a punto de estallar, me abandonan las fuerzas y el control. Me agarro con fuerza a tus hombros, me aprieta los pezones, me penetras con más ímpetu, gesticulo, convulsiono, gimo, y exploto de placer. Tú te deshaces en un largo gemido placentero y después, el desvanecimiento de tu cuerpo. Ha sido inolvidable.

Te beso con todo mi amor, te miro y sonrío:

—Me has hecho el amor sobre un piano—le susurro—y de qué manera, ¡Dios!

Por fin comprendí porqué te gusta tanto Pretty Woman

 

Tócala otra vez, Sam.

Relato inédito.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ♥ El Rincón de Xulita Minny | 5 de enero 2015