El vecino de Al lado. Capítulo 5 :)

 

Estoy intentando recuperar el aliento, a cuatro patas, encima de una mesa y en lo único que puedo pensar es: ¿Soy una pervertida si digo que, aunque me siento satisfecha, me he quedado con ganas de más? Sobre todo, me he quedado con deseos de saborearlo, de tocar de arriba a abajo ese cuerpo preparado para luchar contra el fuego y de probar ese tronco de Navidad que tiene entre las piernas y que aún siento dentro de mí, estirándome de la forma más maravillosa.

—Minny, eres demasiado sexy. Te he visto con ese vestido y me has cortado la respiración. —Se mueve poco a poco, retirándose de mi cuerpo. Yo todavía estoy en la misma postura y empieza a masajearme las nalgas hasta llegar a colocarme el tanga de nuevo en su lugar—. No quiero asustarte, pero me recupero muy rápido y tú me has dejado cachondo durante demasiados días como para poder resistirme a ti, vestida solo con ese tanga. Vamos a arreglarnos un poco e intentaremos cenar.

Estoy decepcionada. Yo tengo hambre, es verdad, pero hambre de él. Veo cómo se aparta de mi lado y se pierde por el pasillo de su casa. Como los pisos tienen la misma distribución, me tomo la confianza de ir hacia el cuarto de baño. Me siento pegajosa entre las piernas y creo que el tanga va a tener que ir directo a la cesta de la ropa sucia.

Me limpio como puedo y acabo desnuda delante del espejo. Estoy a punto de salir para recoger mi vestido pero veo a Al mirándome desde el quicio de la puerta. Me recorre de arriba abajo y yo, de repente, me siento muy tímida.

—Toma —dice tendiéndome una camiseta negra—. No creo que te apetezca volverte a poner el vestido. Además, no quiero que se estropee. Tengo pensado atacarte sexualmente en cualquier momento, sería una pena que se arrugara. Es muy bonito.

Me pongo la camiseta buscando huir de su mirada y de la repentina falta de voz que padezco. En la camiseta reza: Los auténticos vikingos de Noruega.

 Lo miro levantando una ceja:

—¿Me lo podrías explicar? Eres alto, fuerte y estás como un tren pero yo, nunca, te llamaría vikingo.

—Es la camiseta que nos hicimos para la despedida de un amigo. Se fue a Noruega a jugar a fútbol hace un año. Además, entre todos los parques de bomberos jugamos una liguilla, y éste —dice pasando su dedo índice por las letras impresas—, es el nombre de nuestro equipo.

—¡Ah, qué casualidad! El hermano de mi amiga Dacar también juega a fútbol allí… A lo mejor lo hacen en el mismo equipo.

—Sería mucha casualidad… Juanma tiene varias hermanas, pero no recuerdo el nombre de ninguna.

—¿Tu amigo es canario, alto y guapetón? —«Sexy y está para comérselo…esto mejor lo reservo para mí».

—Lo de guapetón no sabría decirte, no es mi tipo. Pero en todo lo demás, has acertado —me mira extrañado—. ¿Lo conoces en persona?

—No. Pero su hermana me ha hablado mucho de él. —«Y me ha enseñado fotos de su lamible cuerpo…»—. Cuando le cuente que eres amigo de su hermano no se lo va a creer.

Joder, sí que es casualidad. Cuando se lo cuente a las chicas no se lo van a creer… Conoce al objeto de mis deseos de las últimas semanas. Ahora que lo pienso, puedo imaginarme perfectamente la situación: yo, desnuda, en medio de estos dos pedazos de hombres… ¡me estoy poniendo mala!

 

Nos dirigimos hacia el comedor donde nos espera la mesa decorada de forma sencilla: Un mantel blanco, tres velas, una cubitera metálica donde se está enfriando una botella y dos copas. Al, haciendo gala de su caballerosidad, me aparta la silla y me sirve una copa.

—Eres todo un gentleman —le susurro y tomo un sorbo del exquisito vino blanco—. No tienes que esforzarte, contigo soy fácil… y por si no lo recuerdas, no llevo bragas.

Se sienta enfrente de mí. La tenue luz de las velas le da a su figura un color dorado que me está haciendo sufrir. Deseo tanto devorar su cuerpo que me tengo que clavar las uñas en las manos para resistir la tentación.

—Quiero hacer las cosas bien contigo. Si no hubieras venido tan irresistible, te lo habría demostrado desde el principio. Ahora estoy más calmado, aunque no sé por cuánto tiempo podré aguantar.

—Al, somos adultos y bien sabes que yo también te anhelaba. Yo creo que hemos empezado con muy buen pie… no de forma convencional, pero sí muy satisfactoria.

 

Hablamos mientras cenamos una lubina fantástica que ha preparado. Es muy fácil hablar con él, parece que nos conocemos de toda la vida.  Me cuenta cómo no paró hasta ver cumplido su sueño de ser bombero, historias del trabajo, y yo con ellas me sorprendo preocupándome o riéndome por las situaciones que me narra.

Por mi parte, le cuento mi vida: mi día a día como ama de casa, pues estoy en paro y con mi hijo, le hablo de mi afición por Primark y del grupo de buenas amigas que tengo por WhatsApp; amigas, a las que, nada más que llegue a mi casa y coja el móvil, informaré de todo lo que ha ocurrido en este piso.

Conversamos durante toda la cena que se ha ido alargando cada vez más. La comida está muy buena, pero yo quiero mi postre. Me siento muy atrevida. La visión de sus definidos pectorales y la forma en que sus ojos me devoran me ha estado preparando para lo que estoy a punto de a hacer.

Me levanto de la silla y camino hacia Al sin decir una palabra. Le indico que se aparte y me siento sobre sus piernas abiertas. Ahora que lo tengo tan cerca, las ganas de saborearlo me abruman. Dejo que mis manos vaguen por su cuerpo hasta llegar a su vaquero. Tiene el botón abierto lo que me permite comprobar que no lleva calzoncillos. «Mmm, va de comando. ¡Me gusta!». Le bajo la cremallera y le hago un gesto para que ayude a deslizarle el pantalón.

Tengo su pene semi erecto ante mis ojos. Mis glándulas salivares están haciendo trabajos extra, tanto, que temo que la baba empiece a caerme por la barbilla.

—Al, te voy a contar una cosa sobre mí. Por las noches me cuesta quedarme dormida. —Me está mirando como si estuviera loca pero yo quiero dejarle claro lo que va a pasar aquí—. Mi madre siempre me ha dicho que lo mejor para el insomnio es tomar leche caliente por las noches. —Mientras hablo, le voy masturbando el, ya endurecido, miembro con las dos manos—. Necesito dormir mis ocho horas todas las noches si no, no rindo nada durante el día. ¿Puedes ofrecerme algo que caliente mi estómago?

—Joder, Minny. Vas a acabar conmigo.

Sonrío y me lanzo a matar.

«Las cosas que tiene que hacer una para dormir tranquila…»

No hay comentarios:

Publicar un comentario

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ♥ El Rincón de Xulita Minny | 5 de enero 2015