Seguimos
conversando por un rato. Yo lo miro pensativa y lo que me ha contado sobre su
ex sigue resonando en mi cabeza. Al me ha dicho que ella es una acosadora, una
loca obsesiva que lo persigue. No sé por qué la película obsesión fatal viene a
mí, una mujer locamente obsesionada con sus ex que es capaz de hacer cualquier
cosa.
La
escena del pobre conejo estalla en mi miente y un escalofrió me recorre por
completo el cuerpo y pienso… ¿sería Vanessa capaz de hacer algo así?
―¿Estás
bien? ―La voz de Al me corta la película que se está pasando en mi cabeza.
Vuelvo a mirarlo y me encuentro con sus ojos que observan con preocupación.―
¿En qué estás pensando?
―Conejos
―le suelto de pronto sin pensar en lo que digo.
―¿Conejos?
―me pregunta y me sonríe ladino
―No me
hagas caso ―le contesto y sacudo la cabeza para sacar el mal pensamiento.
Terminamos
la cena y decidimos marcharnos. Nos montamos en la moto y salimos rumbo a
nuestro edificio. Me aferro con fuerza a él, tan fuerte que creo que le voy a
romper un par de costillas. Al aumenta la velocidad y vamos serpenteando entre
el tráfico. La verdad es que la idea de montar en motocicleta pintaba
excitante, pero ya una vez sobre ella y a la velocidad en la que vamos, la
excitación se ha tornado en miedo. Pero el que Al vaya conduciendo me
tranquiliza un poco, es un bombero, no haría nada para arriesgar nuestras
vidas… ¿o sí?
Cuando
entramos en el estacionamiento suelto el suspiro de alivio que tenía atorado en
la garganta. Al estaciona la moto y la apaga. Yo lo suelto y me quito el casco
y se lo entrego, él hace lo mismo.
―¿Lo
has hecho apropósito verdad? ―le digo un poco molesta.
―¿Hacer
qué? ―me dice sonriendo, con esa risa pícara que me desarma por completo.
―Venir
manejando esta moto sobre el límite de la velocidad permitido en esta ciudad.
Quiero
bajar de la moto, pero no puedo, aun me siento un poco temblorosa por el
paseíto a máxima velocidad que me he pegado. Nos quedamos callados por unos
segundos, estamos en nuestro destino y es aquí donde tengo que decidir. Uno:
sigo haciéndome la ofendida y me marcho a casa dejándolo solo como castigo, o
dos: permito que él haga su mejor esfuerzo y que trate de convencerme por unas
horas en su cama.
Creo
que la segunda opción es la mejor. Para que me hago la dura si lo que quiero es
tenerlo a él.
Aún
sentados en la moto lo tomo por la cintura y lo abrazo fuertemente, poniendo mi
mejilla sobre su espalda.
―¿Ya
me has perdonado? ―pregunta y su voz profunda retumba en el oído que tengo
contra su espalda.
―Aún
lo estoy pensando. Además tienes que hacer tu mejor esfuerzo para convencerme,
no es así de fácil como piensas.
Al
suelta una carcajada y me contagia con su risa.
Estar
ahí en con él es tan reconfortante. Abrazarme a esa ancha y musculada espalda
hace que un calorcito comience a nacer en mi interior. Todos estos días
pensando en él, deseándolo como loca y ahora lo tengo aquí, solo para mí. Hoy
no se me escapa.
Por
mi mente comienzan a pasar imágenes de Al desnudo y el calor que sentía se
acrecienta y amenaza con iniciar un incendio en mi interior. Pero qué suerte la
mía que cuento con un bombero a mi lado para apagarlo.
Quiero
besarlo, un buen beso de los suyos es lo que necesito. Me despego de él y sin
pensar en lo que hago levanto una de mis piernas y comienzo a pasarla por sobre
sus piernas, me levanto un poco y voy cambiando de posición para quedar sentada
a horcajadas sobre Al. Guauuuu, ni yo me lo creo, no sabía que dentro de mí
vivía una contorsionista del circo chino.
Él
deja los cascos colgando de las manillas de la moto y coloca sus manos en mi
cintura. Nos miramos y entonces me aferra a su pecho con fuerza. Tomo su rostro entre mis manos y me lanzo a
su boca para que me dé el beso que estoy esperando.
Nos
besamos con desesperación, como si fuéramos dos sedientos en el desierto.
Nuestras lenguas chocan y yo quiero que él me tome aquí, en este lugar, sobre
su moto.
Sus
manos viajan por mi cuerpo haciendo presión en mis curvas y yo me he comenzado
a mover sobre él rozando su erección que ya ha hecho su aparición. Por Dios,
esto es tan excitante. Este hombre me vuelve loca. No me extraña que tenga a
una ex obsesionada persiguiéndolo. Al puede volver loca a cualquier mujer solo
con beso.
Nos
seguimos besando, el calor aumenta unos cuantos grados más. Gemidos y jadeos
son la música que nos acompaña. Al se separa de mi boca y sobre ella me dice.
―Pequeña,
creo que la fantasía de follarte sobre una moto, hoy no podrá ser cumplida.
Llevas mucha ropa, además no sé si este estacionamiento tiene circuito de
vigilancia. Tengo que verificar eso primero. No quiero que luego un video
triple x de nosotros desnudos sobre esta moto se tome la internet.
Aunque
sé que Al tiene razón no dejo de sentir un poquito de desilusión ante lo que me
está diciendo. Pero vuelve a besarme y se me pasa.
―Bueno
―le digo sonriendo―, yo estaba pensando en subir la moto hasta mi casa.
Me
mira sonriendo y en sus ojos atisbo deseo y lujuria. Está igual o peor que yo
de excitado.
―Vamos
―dice dándome una nalgada y un beso rápido en los labios.
Llegamos
a nuestro destino y nos miramos como decidiendo en cuál de los departamentos
entrar. Él ve mi cara de duda y tira de mí llevándome hasta su puerta.
Hace
que yo pase primero dentro de su hogar, Al me sigue y cierra la puerta tras de
él. Camino tres pasos y siento que me
toma por un brazo para luego acercarme a él y me estampa con la muralla. Me
besa con desesperación y mis piernas flaquean amenazando con no seguir
sosteniendo mi cuerpo.
Mete
su mano en mi cabello jalándolo para que mi cuello quede expuesto a él. Sube y
baja, repartiendo besos y lamidas que hacen que pierda un poco más la razón.
Vuelve a mi boca con posesión y me da un tirón en el labio inferior, lo que
hace que mi entrepierna vibre con más fuerza.
Se
separa de mí un poco, me mira directo a los ojos con los suyos vidriosos por la
pasión y lleva sus manos a mi blusa. Yo arqueo mi espalada haciendo que mis
pechos queden mas erectos de lo que ya están. Posa sus manos en el primer botón
de la blusa y sin más le da un tirón, haciendo que los botones vuelen por los
aires y caigan desparramados por el suelo.
―Pero
que manía la tuya de romperme la ropa ―le digo divertida―. Estoy haciendo una
lista de cada prenda que me has destrozado. Un día de estos tú y yo nos vamos
de compras.
Me
sonríe y me guiña y ojo, ayyy, como me encanta a mí eso del guiño. Es una
actitud de niño travieso que puede conmigo. De pronto y en un rápido movimiento
se agacha un poco y me levanta sobre su hombro, al más puro estilo hombre
cavernario. Yo ya estoy a mil y quiero tenerlo pronto dentro de mí. Llegamos a
su cama y me deja caer sobre esta.
Comienza
a quitarse la camiseta y yo soy espectadora en primera fila de ese torso ultra
mega definido y que es todo para mí.
Me
cubre con su cuerpo y comienza a besar cada rincón del mío. Me retuerzo con el
contacto de su boca recorriendo mis pechos. Ahora me ayuda a quitarme lo que
queda de ropa, me besa para luego preguntar:
―¿
Aún estás enojada o ya me perdonaste?
―Dijiste
que me convencerías, y aún no estoy convencida. Tendrás que esforzarte más ―le
digo toda coqueta.
―¿Te
quedarás a pasar la noche conmigo? Tengo pensadas muchas maneras para
convencerte y creo que necesitaré de muchas horas para enseñártelas.
Un
calorón me sube desde la puntas de los dedos de mis pies y llega hasta mi cara
resecando mi garganta a su paso. Pienso en su proposición y decido quedarme esa
noche y pasarla de maravillas. Pondré la alarma en mi teléfono ya que mañana
debo estar temprano en casa para recibir a Francisco.
―Está
bien, me quedo contigo. ―Termino de decir eso y Al comienza con el primer
asalto de la noche
Después
de haber recorrido casi medio Kamasutra, caemos cansados en los brazos de
Morfeo. Bueno yo en los fornidos brazos de mi sexy bombero.
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