Capítulo 2 (Encarni Arcoya — Kayla Leiz)
Capítulo 9 (Iris T. Hernández)
Capítulo 13 (Georgette Masslow)
Capítulo 15 (Silvia Sandoval).
Capítulo 18 Marta Lobo (capítulo desde el punto de vista de
Al)
Capítulo 19 (Emi Gómez Rodríguez)
Capítulo 23 (Bela Marbel
- Dorotea Lamur)
Capítulo 24 (El
reencuentro - Susana Mohel)
Capítulo 30 (Carmen
Romero Baldonado)
Madre
mía, menuda cola hay para pagar!! No me extraña, si todos van tan cargados como
yo… A lo mejor me he pasado comprando tanta lencería…No, no, llevo más o menos
lo de todos los meses… Bueno ahora es cuando pensáis que soy rica, pues ni
mucho menos, mis conjuntos lenceros son de Primark. Estoy en el paro y no es
que pueda permitirme muchos caprichos, pero renovar mi ropa interior una vez al
mes, no me lo quita nadie. Además, nunca se sabe cuándo tendré una ocasión
especial para estrenarlos y quiero estar preparada, esto es todo por si acaso,
que mi vida sexual hace ya mucho tiempo que no es muy activa.
Será
mejor que avise a mi amiga Inés de que voy a tardar más de lo que pensaba y que
no me esperen para cenar.
Inés
le echa un ojo a mi hijo Francisco, cuando yo tengo que salir y no es que
necesite niñera, porque ya es todo un hombrecito de doce años, pero me gusta
que se quede alguien con él, por si hubiera alguna emergencia…como un incendio…
¡Mierda! Ahora no voy a poder quitarme
al bombero de la cabeza.
Sí, sí, al bombero y no es que haya uno en
particular, pero…es que estoy obsesionada con los bomberos y una de mis mayores
fantasías es tener a uno en mi cama a mi entera disposición.
Dicho
así a lo mejor suena como que estoy algo desesperada o salida, ¿qué queréis? Ya
os he dicho que mi vida sexual no es muy activa, con algo me tengo que
entretener, aunque sea en sueños…
La
cola sigue sin avanzar, no quiero tirarme de los pelos, al menos no delante de
tanta gente. Saco el móvil, por lo menos me reiré un rato con las chicas del
grupo de lectura, seguro que tengo más de mil mensajes por leer. Pediré que me
hagan un resumen para poder seguir el hilo. La mayoría de las chicas del grupo
nos conocimos por Facebook, aunque hay algunas que son amigas de antes. Tenemos
nuestro propio grupo de WhatsApp y siempre me dan las tantas hablando con
ellas, son geniales. Además, es el sitio dónde puedo hablar sin tapujos de mis
fantasías con “mi bombero”, por supuesto ellas también ponen su granito de
arena, me dan muchas ideas.
¡Una
hora! ¡Una hora, he tardado en llegar a la caja y que me cobren! Si es que he
venido en mala época, están de rebajas. Por fin entro en mi 206 rojo, que tanto
sudor y lágrimas me costó y que por suerte para mí, no me ha dado ni un solo
problema desde que me quedé en el paro. Menos mal que hay alguien que se
solidariza conmigo.
****
Meto el coche en el garaje y me sorprendo al
descubrir una “motaza” aparcada en la plaza contigua. Pedazo de Harley, han
debido de alquilar el piso de mi vecina Amparo. Saco mi maxi bolsa de Primark y
las otras cuatro, con ropa para Francisco, del maletero y me dirijo al
ascensor. Me pregunto quién será el nuevo inquilino, ¿será chico o chica? Y si
es chico ¿estará soltero? ¿Será guapo? ¿Estará bueno? Bueno sólo hay una forma
de averiguarlo y yo estoy dispuesta a hacerlo.
Me miro en el espejo del rellano, podría ser
peor, el pelo no está todo lo liso que debería, el maquillaje ha empezado a brillar
por su ausencia pero en general no me desagrada el reflejo. Valdrá para causar
una buena primera impresión a mi vecino, sí vecino, porque tiene que ser un tío
¿no?
Llamo
al timbre y me balanceo de un lado a otro mientras espero a que abran la
puerta. Qué raro, parece que no hay nadie, llamo otra vez. Ahora sí, escucho
unos pasos apresurados tras la puerta, giran la llave y…
¡¡¡¡No
me lo puedo creer!!!! ¡¡¡Qué maromo!!! ¡¡¡Qué portento!!! Un morenazo, alto y
bien musculado ha abierto la puerta. Ataviado, únicamente, con una toalla
enrollada a su cadera. Disimuladamente me limpio las babas que me estaban
llegando a la barbilla, sonrío lo mejor que sé, me aclaro la garganta y me
dispongo a presentarme.
—Ho…hola,
perdona que te haya molestado, sólo quería presentarme. Soy tu vecina de al
lado —me quedo embobada, admirando el recorrido de unas gotas de agua que bajan
de su pecho a… a la toalla.
Mierda,
vuelvo a salivar otra vez.
—Ah,
no te preocupes, estaba en la ducha. Acabo de llegar de trabajar. Yo soy Alberto
—dice acercándose a mí para darme dos besos —, bueno, Al.
— ¿Al?
—Sí,
así es como me llaman mis compañeros del parque y también mis amigos — ¿Del
parque? Parece notar mis dudas porque en seguida me aclara —. Mis compañeros
del parque, de bomberos. Soy bombero. —vale y ahora es cuando mis bragas se
caen al suelo. No, no es una manera de hablar, es que, de la impresión se me
han caído las bolsas al suelo y mis tangas y bragas nuevos están esparcidos por
todo el rellano.
— ¿E…eres
bom…bero? — ¡joder!, además de torpe también tartamuda.
—Sí,
lo siento, aún no me has dicho tu nombre, ¿cómo te llamas?
—Ah,
sí, mi nombre… Me llamo…Bueno todo el mundo me conoce por Minny.
—¿Minny?
Vaya apodo más curioso — se agacha para ayudarme a recoger mis conjuntos, yo me
doy toda la prisa que puedo, pero él se ha quedado con uno de mis tangas en la
mano y lo observa divertido. —Bonito tanga — creo que espera que me ponga
colorada, pero yo no soy de esas, pa´chula yo.
—¿Te
gusta? Pues deberías vérmelo puesto alguna vez o mejor aún, podrías quitármelo…
—ha puesto los ojos como platos, espero no haberlo asustado, parece evaluarme
con la mirada. La puerta de mi casa se abre tras de mí e Inés sale al rellano.
—Ya
decía yo, me ha parecido oír tu voz. Hola —dice volviéndose al macizorro de mi
nuevo vecino —soy Inés, encantada — y le planta dos besos.
—Encantado
Inés, bueno si me disculpáis voy a volver a la ducha o cogeré un buen
resfriado. Ha sido un placer conocerte Minny —clava sus ojazos en los míos— ya
hablaremos de tu propuesta otro día… —Al cierra la puerta, no me da tiempo a
decir nada, claro que tampoco sé si sería capaz.
—¿Estás
bien Minny? Estás sudando. —¿Sudando? Lo que estoy es tan mojada, que me llega
hasta las orejas.
¡Cómo
me ha puesto el bombero!
Siento
los chasquidos de algo y cómo pasa una palma de arriba a abajo por la visión de
la puerta que se acaba de cerrar, pero aún mis neuronas están pensando en lo
que ha ocurrido, lo que he dicho, lo que he pensado y, sobre todo, lo que mi
mente ha imaginado.
No
estoy mojada por haber visto a un tío medio en pelotas, que poca gracia me
hacía a mí que tuviera esa toalla, ya podía haber sido menos precavido para
abrir la puerta. Pero bueno, que lo que se veía del cuerpo, un 95%, era ya
bastante para poner a cualquiera como me encuentro yo ahora.
— ¡Minny,
por Dios, reacciona! —me grita Inés ya zarandeándome con poca delicadeza. Hay
que ver, tener amigas para esto, que no te dejan tener tu propio orgasmo mental
después de ver a semejante semental... Anda, mira, si hasta me ha salido un
pareado. Esto no pasa cuando veo a otros hombres. No si me da que Al, me va a
culturizar y todo.
—Portento...
—logro mascullar esbozando una sonrisota que no sé yo si se verá como imagino o
más bien como las que salen en los dibujos animados y después cae de la boca
una tonelada de babas... Si me lo estoy imaginando y todo...
—Sí,
sí, pero como esté mirando, te tacha de loca para arriba —me dice Inés y logra
que me reponga. Sólo un poco. Un cachito chiquitito—. Anda, ¿has comprado en
Primark? Oye, esto es genial, ¿cuánto te ha costado? A lo mejor me vale, ¿había
más? ¿Y esto? ¡Hey, estas son preciosas! ¿Me las puedo quedar?
Ya
estamos. Yo voy a Primark, me desespero y tiro de los pelos porque he tenido
que estar esperando la cola —menos mal que tenía al grupo de WhatsApp que si no
hubiera acabado incendiando el edificio por tanta espera— y ahora la señora se
quiere quedar con ropa. Pues no, me niego. Ya le traigo un par de cositas por haberse
quedado con mi niño como para que me vaya a quitar... ¿qué es lo que quiere?
Me
giro para ver que tiene en las manos el tanga que Al había cogido antes y con
el que le había salido con esa respuesta que lo dejara traspuesto. Como si algo
se hubiera apoderado de mí, algo oscuro y malévolo, me abalanzo sobre ella y se
lo quito abrazándolo con fuerza.
—Es
mío… —Joder, si es que ha salido como si fuera Gollum. Ni que fuera un anillo
de oro. Pero es que lo ha tocado Al y puede ser mi billete para acercarme de
nuevo a él y decirle si quiere verlo puesto, como le propuse... Ay, Minny, que
te pierdes...
—Que
mala amiga eres —refunfuña Inés cogiendo el resto de bolsas y yendo hacia el
apartamento. Yo la sigo, pero a cierta distancia, no vaya a ser que se le ocurra
empezar una pelea y quiera arrebatarme “mi tesoro”... No si al final voy a ser
Gollum dos... Ya me veo, ya...
*****
Han
pasado tres días ya, desde que pude ver a Al y hasta ahora nada. En serio, la
verdad es que ya no sé si hacer como que me he quedado sin azúcar y presentarme
con poca ropa para ver si hay temita... Que una no es de piedra cuando está
delante de él. Y encima ha empezado a acosarme en los sueños. Me lo imagino a
él, con esa toalla y su manguera, bueno, la de los bomberos, aunque la otra
también la tendrá, por supuesto, cómo no iba a tenerla, de hecho ya se le
intuía en la toalla y en mis fantasías está tan bien dotado que...
No si
como siga así al final voy a parecer una gata en celo. Si ya lo dicen en el
grupo, que estoy obsesionada... Por cierto... que hace diez minutos que no he
entrado, ¿qué se cocerá por ahí?
Le
doy al botoncito del móvil y clico en el WhatsApp... ¡Madre del amor hermoso!
¿¡120 mensajes!? ¿Qué ha pasado ahí? ¡Ha habido aforo máximo o algo!
Diez
minutos... Os dejo 10 minutos y habéis bombardeado. ¿Qué ha pasado? ¿Tema
caliente? ¿El bombero?
Lorena
Lopez: Jajajaja ese, ese, que ha pasado por aquí.
Alma
Gulop: Tú y tus cosas... Ponte a leer lo que hemos dicho.
Para
leer estoy yo, que ando en pleno proceso de: a)ir a la casa de Al a preguntarle
si tiene azúcar y después tirármelo; b) ir a casa de Al a tirármelo
directamente; y c) quedarme quietecita donde estoy.
Carmen:
La a!!!!
Gemita:
B!!!
Silvia: B!!!
Estefanya: B!!!
Iris: B!!!
Connie: B!!!
Loles:
B!!!
Kayla:
A y B!!! jajajaja
Anda
que ayudáis... Además, que ando ahora mismo con el pijama de Primark, que ni
ganas he tenido de cambiarme y no es cuestión de ir así. Primero tendría que
ducharme, maquillarme, ponerme mi mejor lencería.
Lorena:
Sí, la de Primark jajajajajaja
Efectivamente...
Loles:
Estáis locas...
Alma:
Y a mucha honra :P
Os
dejo, que voy a ver si me ducho.
Kayla:
¿Para ir a por Al? ¡Bien pensado!
Jajajajaja,
no si con amigas como vosotras las decisiones se toman fáciles.
Gemita:
¡¡Luego nos cuentas!! No te lo vayas a guardar todo para ti. Y si se queda
frito le haces una foto, manguera incluida.
Connie:
O///O ¿Otra foto para borrar?
Lorena:
O para esos momentos de intimidad, para que nos acompañe.
Loles:
Jajajaja
Kayla:
jajajaja
Valeria:
jajajajaja aquí se pasa de un tema a otro.
Chloe:
¡Y qué tema!
Iris:
¡¡A ver quién es capaz de ganarnos, somos multitema!!
Anda,
anda... Si puedo os saco una foto de él. Ya veréis como babeáis. Eso si
encontráis el cerebro cuando los ojos conecten con la imagen.
Chloe:
¡¡¡SÍIII!!!
Pongo
los ojos en blanco y desconecto. Conociéndolas cuando salga de la ducha me voy
a encontrar con más de cien mensajes.
En
fin, es hora de desperezarme un rato, que ya llevo mucho en el sofá y no he
hecho nada de nada y no es cuestión. Que al menos me gusta tener la casa
arregladita y cuando llegue Francisco, después tocará ayudarle con los deberes
y lidiar con él para que se bañe. Así que mejor lo hago yo antes y así puedo
relajarme una hora o dos.
Voy
al baño y me desnudo accionando los grifos para que se llene un poquito la
bañera. Me apetece estar ahí un rato. Dejo el móvil fuera, soy capaz de ponerme
de nuevo a charlar con el grupo y el agua se vuelve fría y pillo un resfriado.
Entro
a la habitación y agarro la bata que tengo. No es que vaya a tapar mucho pero
al menos me servirá para no ir desnuda por toda la casa. Es de Primark, cómo
no, pero tiene un poquito de elegancia porque es en color rosa pálido y un
tejido parecido a la seda. Me queda genial y me gusta lucirla. Me llega por
encima de las rodillas y me hace sentir sexy.
Una
vez de nuevo en el cuarto, la dejo sobre el mueble y me meto dentro del agua
que está... Qué gusto, Dios mío... Que ahora no me moleste nadie... ¡Mierda!
Saco el pie, que era lo que acababa de meter, me pongo las zapatillas y voy
hasta la cocina. La comida está sin hacer así que por lo menos tengo que
adelantar algo. Sí, mejor cojo, pongo un despertador en el baño y mientras que
se vaya pochando la cebolla.
Parece
que me ha poseído alguien por cómo pelo y pico la cebolla mientras el aceite se
calienta. La echo cuando está en su punto y la pongo a fuego bajo para que me
dé tiempo a disfrutar a mí, aunque sea un rato. Con suerte media hora.
De
camino a mi paraíso soñado voy colocando la alarma en el móvil —si es que no puedo
despegarme de él— y lo dejo en un sitio donde no lo alcance para disfrutar de
mi momento. Dulce agua, dulce relax...
*****
¡¡Quince
minutos!! ¡¿Qué cuernos he hecho para que no me merezca un poco de tranquilidad
antes de que llegue Francisco!? ¿Y por qué tienen que aporrear y llamar al
timbre con esa insistencia? ¿Qué pasa, que tiene que haber alguien sí o sí en
la casa?
Salgo
del baño, me pongo la bata aún goteando y abro la puerta para escuchar cómo
derriban la de la entrada. ¡A que van a entrar ladrones estando yo dentro!
— ¡Minny!
—Anda, si hasta saben mi nombre.
Ante
mí aparece la figura de mis sueños, ese dios hecho cuerpo... ¿o era cuerpo
hecho dios?
Lo
veo mirarme y girarse hacia la cocina de la que sale un humo negro y un olor
verdaderamente desagradable. ¿Qué habrá pasado?
Abro
los ojos tanto como me lo permite mi anatomía y lo sigue la boca. ¡La cebolla!
Si había puesto la alarma para que me avisara... Media hora, no podía haber...
Miro el reloj del salón y veo que me he tirado en el baño más de una hora. ¿Y
la alarma? A saber qué ha pasado con ella...
Cuando
por fin mis pies me responden me encamino hasta el mismo lugar donde Al está.
Se afana por apartar la sartén, que ha pasado a mejor vida, a abrir la ventana
y, no sé cómo ha dado con ella, pero anda esparciendo harina por donde se
calcina la cebolla que hasta ha llegado a prender fuego.
Sólo
cuando queda satisfecho de que no va a pasar nada más grave de lo que podría
haber ocurrido, me mira, su cara con manchas blancas.
—¿Estás
bien?
—Sí...
Yo... no pensé que se haría antes de que saliera de la ducha. —Ni loca le digo
que se me ha ido el santo al cielo—. Gracias, me has salvado la vida.
Lo
veo mirándome de arriba a abajo y de nuevo arriba donde nuestros ojos se
mezclan y... ¡¡¡¡Me está besando!!!!
No sé
cómo ha pasado pero me encuentro entre sus brazos, nuestras bocas unidas, su
lengua dentro de la mía como si hubiera irrumpido igual que cuando ha
destrozado la puerta para entrar en casa... Ay que me desmayo, ay que me da
algo... Que encima no tengo ropa interior... ¡¡Ni ropa, ahora que lo pienso!!
Sus
carnosos labios se pegan a los míos como los polos opuestos de un imán, se
niegan a separarse de ellos y yo me niego a que se alejen de mí. Su habilidosa
lengua se pasea por mis labios provocándolos y sin pensarlo más, ahora soy yo
quien mete mi juguetona lengua en su boca, donde ambas se enlazan y abrazan con
una pasión que calienta todo mi cuerpo. Llevo varias noches soñando con probar
su sabor y ahora que lo tengo aquí, enterito para mí, no voy a dejarlo escapar.
Me deleito con su sabor a… «¿Coca-Cola?». Me sorprendo al reconocer ese aroma
al que soy adicta y que me vuelve loca, en la boca del hombre que amenaza con
ser mi mayor adicción.
—Sabes
a ¿Coca-Cola? —consigo preguntar cuando separa sus labios de los míos y
comienza a descender su cálida lengua por mi cuello, haciendo que relámpagos de
placer se instalen en la parte baja de mi estómago. «Joder, me está poniendo
como una moto»
—Ajam,
soy adicto a ella —me susurra a escasos centímetros del oído y acaba la frase
con un pequeño mordisco que me eriza la piel.
—Yo… yo también —digo totalmente enloquecida y
vuelvo a fundirme en sus labios. «¿Qué me pasa con este chico? Me hace perder
todo mi autocontrol»
Siento
como la manga derecha de mi bata empieza a deslizarse por mi brazo y soy
consciente de que debajo, ¡no llevo nada! Rápidamente siento las yemas de los
dedos de Al trazando círculos en mi hombro desnudo e inevitablemente, un jadeo
escapa de mi boca y choca directamente contra sus labios. Mi bombero favorito
sonríe al escuchar el sonido que he emitido, me agarra de la cintura y me pega
totalmente a él.
«Uff,
uff» Resoplo al notar su notable entrepierna contra mi estómago. Calor, mucho
calor. Ahora es cuando él tendría que sacar su manguera y apagar todo mi fuego,
aunque soy consciente de que si eso llega a suceder, lo único que
conseguiríamos es incendiar todo el vecindario al completo. «¡Oh dios mío, cómo
me está poniendo!» Ya me imagino a este portento de hombre haciéndome el amor
desenfrenadamente y llevándome de la mano a los orgasmos más maravillosos de mi
vida.
—¿Aún
sigue en pie la propuesta de verte con el tanga rojo de encaje que se te cayó
en el rellano la otra noche? —me pregunta sacándome de mis ensoñaciones—.
Porque desde ese día, te he imaginado estrenando esa prenda para mí, solo para
mí, y puedo asegurarte que me he vuelto loco de placer.
Siento
como mis piernas flojean al escuchar lo que me está diciendo y él debe darse
cuenta, porque me agarra más fuerte y me pega totalmente a él.
—¡Mamá,
ya he llegado! —Se escucha la voz de mi hijo Francisco desde el salón y siento
como un jarro de agua fría cae sobre mi cabeza. «¡Qué inoportuno es este niño!»
Pienso malhumorada.
—¡Joder,
joder! Mi hijo…—maldigo entre dientes mientras me recoloco la bata y me separo
varios centímetros de Al.
—¿Tienes
un hijo? —me pregunta cerrando la camisa y yo asiento apoyada sobre la mesa de
la cocina—. Pareces muy joven para ser madre.
—Todo
el mundo lo dice —intento controlar mi respiración que aún está agitada por lo
que ha estado a punto de suceder entre nosotros—. Fui madre muy joven.
—Mamá,
¿qué hay de comer? —Mi hijo se detiene en la puerta y examina al bombero de
arriba abajo para después dedicarme una mirada inquisitiva.
—Hola
cariño —intento parecer calmada, aunque por dentro estoy muy alterada. «Casi me
pilla mi hijo en mitad de la faena» —, éste es Alberto, el vecino nuevo que ha
alquilado el piso de doña Amparo.
Mi
hijo hace un movimiento de cabeza en señal de saludo.
—¿Qué
ha pasado aquí? —me pregunta arrugando la nariz—. ¡Huele a quemado!
—Sí
hijo, se me ha quemado la cebolla cuando…—me interrumpe.
—¡Seguro
que estabas hablando por WhatsApp con tus amigas del grupo de lectura! —me
regaña mostrando su fuerte carácter, ese que ha heredado de mí.
—Esta
vez no hablaba con mis chicas, estaba bañándome cuando ha sucedido todo.
—A mí
no me engañas mamá, me voy a mi habitación. ¡Avísame cuando esté la
comida!
Francisco
desaparece de la cocina y por fin puedo respirar tranquila.
—¡Qué
poquito ha faltado! —exclama Al mirándome con una sonrisa divertida en los
labios—. ¿Te imaginas que hubiera llegado unos minutos después y…?
—¡No
lo digas! No quiero ni imaginármelo. —Ambos empezamos a reír a carcajadas.
Alberto
se ofrece a ayudarme a limpiar la cocina pero yo me niego, ya ha hecho bastante
por mí salvándome la vida. Sin embargo, no puedo negarme a que nos invite a
comer a Francisco y a mí. No tengo nada preparado y en el estado que está la
cocina, tampoco creo que pueda cocinar nada.
Mientras
yo preparo la mesa para tres, Al cruza a su casa a por una olla de espaguetis a
la carbonara y cuando por fin nos sentamos a la mesa, degustamos ese magnífico
plato que él mismo ha preparado.
—¿Eres
el novio de mi madre? —pregunta de repente Francisco haciendo que me atragante
con el sorbo de Coca-Cola que me acabo de llevar a la boca.
—¡Francisco!
—regaño avergonzada, pero mi hijo no me hace caso y vuelve a prestar toda su
atención en Al.
—Si
quieres salir con ella, tendrás que pedirme permiso a mí. ¡Yo soy el hombre de
la casa!
—Lo
tendré en cuenta, jovencito —ríe Al, divertido—. Espero poder hacerlo muy
pronto. —El bombero le regala un guiño a Francisco y vuelve a posar sus ojos en
mí. Yo me ruborizo por primera vez en mucho tiempo… «¿Este bombón de hombre
está insinuando que quiere un nuevo encuentro conmigo?»
Después
de comer, Alberto, tras volver a insistir en ayudarme y yo volver a negarme, se
marcha. Lo acompaño a la puerta, me pide mi número de teléfono, yo se lo doy
encantada y tras agradecerle que me haya salvado la vida, se aleja unos pasos
camino a su piso. Cuando estoy a punto de cerrar la puerta, su voz ronca me
hace detenerme.
—¿Quedamos
esta noche para cenar?
La
Minny que llevo dentro empieza a saltar de alegría, sin embargo recuerdo algo
que acaba con todas mis ilusiones.
—Esta
noche imposible, la chica que se queda con Francisco ha viajado y no puedo
dejarlo solo. ¿Mañana?
—Tengo
guardia en el parque de bomberos. ¿Pasado mañana? —yo asiento y él me regala un
guiño—. Paso a recogerte a las diez.
Cuando
cierro la puerta, me apoyo sobre ella y suspiro con una sonrisa en los labios
como una quinceañera que acaba de tener su primera cita de amor. Rápidamente
soy consciente de algo y, rauda y veloz, corro hacia mi habitación y me tiro
sobre la cama.
¡¡Chicas!!
Es
imposible leer los ochocientos noventa y cinco mensajes que tengo...
Pero
por favor, ¡prestarme atención!
Emi:
¡¡Hombreee!! Si es la chica perdida.
Raquel
Campos: ¡Minny! Estábamos empezando a preocuparnos por ti.
Paula
Varga: No es normal que desaparezcas tanto tiempo.
Dacar
Santana: Seguro que se ha ido a buscar a su bombero… jajajaja
¡Mucho
mejor! Él ha sido quién ha venido a buscarme a mí…
Nora:
¿Qué dices? ¿Hablas en serio?
Mónica:
¡Anda ya! Ésta nos está vacilando…
Se me
ha quemado la cocina y él me ha salvado la vida.
Se ha
presentado en mi casa con manguera incluida y uff…
Emi:
¡No jodas!
Raquel
G. Estruch: Tantos días planeando qué incendiar y resulta que el destino ha
hecho todo el trabajo él solito… jajaja
Paula
Varga: Pero cuenta, cuenta, no nos dejes así.
Ness:
¿Cómo tiene la manguera el bomberito?
Jajaja
no ha pasado nada.
Dacar:
¡No me lo creo!
Mónica:
¡Ni yo!
Pues
creerlo chicas, casi nos pilla Francisco y me he quedado con un calentón…
¡Ya
os podéis imaginar cómo estoy!
Raquel
Campos: Muy mal, lo que tenía que haber apagado ese bombero es tu fuego
interno, no la cocina… jajaja
Pasado
mañana espero que me lo apague bien bien jajaja
Hemos
quedado para cenar…
Marta
de Diego: Oleee nuestra Minny…
Cristy:
Va a cumplir sus fantasías sexuales con un bombero…
¡Y
qué bombero chicas! ¡Qué bomberooo!
Estoy
en modo babeo todavía…
Paula
Varga: ¡que no se te olvide mandarnos foto del famoso Al!
Raquel
G. Estruch: Y si puede ser… con manguera incluida… jajajaja
Que
sí, que no se me olvida…
¿Y
vosotras que habéis estado haciendo?
Lorena:
viendo fotos del hermano de Dacar
Encarni:
¡madre mía! ¡qué hombre!
Gemita:
¡qué monumento!
Alma
Gulop: yo casi me desmayo cuando he visto la foto…
Dacar:
jajajajaja, si lo sé no os envío nada… cómo se entere mi hermano me mata…
Yo también
quiero verla, ¡enviadla de nuevo!
Que
no se me ha descargado.
Gemita:
¡Qué pena! No hubieras desaparecido :P
Lorena:
te la mandaremos cuando nos envíes una de tu bombero…
Vivi:
¡esoo! Intercambio de fotos…
Lorena:
Aunque Juanma es mío… ¡Mi tesoro!
Alma
Gulop: ¡De eso nada bonita!
Carmen:
¡Es de todas!
Bueno
como no me lo queréis enseñar, yo mejor me voy a apagar mi fuego
Una
vez más, voy a ser autosuficiente.
Aunque
con Al, seguro que pronto no me hará falta
Carmen:
jajaja
Dacar:
jajajaja eso eso, a darle a tus juguetitos pensando en Al
Emi:
hasta que él decida poner en práctica sus dotes de manguera…
¡No
lo dudéis chicas! Jajaja
Decido
no leer más mensajes y desconectar el móvil para que mis amigas no interrumpan
lo que estoy deseando hacer. El encuentro con Al me ha dejado demasiado
excitada. Me aseguro que Francisco está estudiando en su dormitorio, echo el
cerrojo de mi habitación y busco en el armario lo que necesito en este momento.
Cojo entre mis manos mi caja de corazones de varios colores y cuando la abro,
todos mis juguetes íntimos que he comprado en el sex-shop de mi amiga Valeria
aparecen ante mí. Finalmente me decido por uno de ellos y…
¡Qué
comience la diversión!
Llevo
dos días como loca, esta noche, ... esta es “la noche”. El WhatsApp no ha
dejado de sonar insistentemente. Todas las chicas están como locas deseándome
lo mejor, una gran noche, me advierten que no prenda fuego... como si eso fuera
posible.
No he
podido mantenerme alejada de mis juguetes ni un instante, cada vez que cierro
los ojos, su rostro perfecto aparece. Esos profundos y rasgados de mirada
intensa, tanto que en realidad parece que guarde un fuego perpetuo en su
interior; su boca de labios generosos y suaves, esos que ya he probado y de los
que no logro hacer desaparecer el sabor, sus brazos fuertes como si dentro de
la piel guardasen acero puro...
La
tarde pasa lenta y mi mente vuela rápida con imágenes de lo que puede llegar a
pasar, espero y rezo porque no haya nada que nos interrumpa esta vez, muero por
él.
No
doy abasto, por más bragas que lavo necesito más, de repente mi vagina se ha
convertido en una fábrica de lubricante veinticuatro horas... quizá debería
ofrecerme a los de “Control” o “Durex”.
Espero
que él tenga en su casa, la verdad es que yo tenía alguno pero tuve que tirarlo
haciendo limpieza, estaban ya caducados y no precisamente por unos días...
Me
ducho y arreglo el pelo para hacer hora mientras llega Inés a encargarse de
Francisco, me maquillo lo justo y, al ponerme el lápiz de ojos y el rímel,
recuerdo usar el que es waterproof, tengo la intención de sudar, mucho.
Salgo
del baño casi lista envuelta en mi bata de casi seda rosa de Primark y la
puerta suena. Debe ser Inés.
—Francisco
cariño ve a abrir.
—Voy
mamá.
—Holaaaaa
—canturrea Inés, nada más abrir la puerta.
—Hola
Inés.
—¿Estas
lista?
—Casi,
voy a elegir algo de ropa.
—No
seas tonta, ve así —sonríe y guiña un ojo.
—Sí,
claro, ¿y si salimos fuera?
—Si
vas así os quedáis en su casa y de paso no perdéis el tiempo.
Sonrío
pero no le hago ni caso, escojo un vestido negro que se pega a mis curvas. Ya
no tengo la perfecta silueta de antes del embarazo, pero sigo estando muy bien.
Ahueco
mi larga melena oscura con las manos y me coloco de lado. Después de darme el
visto bueno y de que Inés esté conforme, me pongo perfume y cojo un pequeño
bolso en el que sólo cabe el móvil y algo de dinero.
—Estás
preciosa, mamá. Pásalo bien, te lo mereces.
—Gracias,
cielo —contesto con un nudo en la garganta. Él es lo mejor de mi vida aunque
espero que mi noche con Al, ocupe el segundo lugar del ranking.
—Suerte
—me susurra Inés mientras me besa en la mejilla.
Después
de un largo suspiro, que deja escapar el nerviosismo que hace que me tiemblen
las rodillas, salgo de mi casa y golpeo con los nudillos en la puerta de
enfrente.
Al,
abre enseguida y mi aliento se congela cuando le veo aparecer con unos vaqueros
oscuros desgastados y una camiseta de manga corta también negra con una
manguera reluciente y roja dibujada de la que sale una gota de agua.
Mi
mente no puede evitar hacer comparaciones y pensar en las similitudes.
—Estás
preciosa.
—Gracias.
—Pasa.
Entro
dentro y al hacerlo su mano se posa en mi cintura, se queda detrás de mí
guiándome y su boca roza mi pelo.
—Espero
que debajo de ese vestido, lleves lo que ya sabes que deseo ver puesto en
realidad.
Contengo
el aire, mi boca se ha quedado seca y toda la humedad está concentrada entre
mis piernas. Temo que al andar deje un rastro de baba similar a la de un
caracol.
—¿Lo
llevas? —pregunta de nuevo.
—Sí,
solo para ti —contesto sin mirarlo y entonces su brazo se aprieta más alrededor
de mi cintura. Noto su boca en mi pelo, sus jadeos en mi nuca haciéndome
cosquillas y sus manos dibujando las curvas bajo el vestido. Acaricia mis
costillas y se detiene justo debajo de mis pechos donde los pezones se han
erguido en busca del calor que emana de sus manos.
—He
preparado la cena —murmura mientras sus labios se posan en mi cuello y me
regalan besos y mordiscos suaves.
Tengo
el pulso acelerado y mi respiración agitada hace que mis pechos suban y bajen
clamando atención. Él parece advertirlo y sus manos suben hasta posarse sobre
ellos, sus dedos acarician los pezones erizados por encima de la suave tela del
vestido.
—Me
vuelves loco, Minny —susurra.
Y
pierdo el control, me olvido de la cena y hasta de mi nombre, que ha sonado tan
sexy en su boca. Sólo puedo pensar en ese hombre que me atormenta y cuyo
miembro excitado golpea entre mis muslos.
Me
doy la vuelta y dejo que su boca me engulla, nuestras lenguas se enredan la una
en la otra al igual que nuestras manos, que recorren el cuerpo del otro con
ansias. Con deseos de acabar lo que hace tantos días dejamos a medias.
Antes
de saber qué sucede, siento que voy por los aires. Me ha levantado con mucha
facilidad y me transporta sin dejar de besarme.
Acabo
sobre la mesa, oigo algunos ruidos, pero no me importa saber lo que ha caído al
suelo.
Se
aleja un instante para mirarme y deshacerse de la camiseta con la manguera
dibujada.
Deja
su pecho musculoso desnudo para mi deleite. Está húmedo por la excitación que
nos embriaga, me saca el vestido bruscamente y contempla mi ropa interior.
Se
relame mientas se desabrocha el cinturón y yo no puedo hacer nada más que abrir
mi piernas apoyando mis palmas sobre el tablero de la mesa, dándole vía libre.
—Voy
a follarte como nunca nadie lo ha hecho.
—Eso
espero, Al, porque no he dejado de soñar contigo.
El
deseo, que mi voz no oculta, es lo bastante intenso como para hacerle de nuevo
reaccionar. Se acerca a mí con el vaquero medio desabrochado dejando sus Calvin
Klein grises a la vista en los que puedo percibir una mancha de humedad y me
relamo porque sé que se la he provocado yo.
Su
boca se acerca a la mía, muerdo su labios pues parece que besarle no es
suficiente, noto su sexo buscar el cobijo del mío. Se acerca más, dejando que
su calor me abrase y rodeo su cuello, para aferrarme a sus hombros con uñas y
dientes.
La
pasión me ciega, el deseo me nubla, su boca baja por mi cuello, se detiene en
mis pechos a los que regala besos, mordiscos y suaves caricias con su lengua
húmeda, baja después dejando un camino de ardiente saliva por mis costillas hasta
que llega al lugar donde comienza el tanga a cubrir mi sexo.
Su
lengua se pasea por encima de la tela de encaje mientras sus dedos juguetones
acarician la vulva que palpita anhelando más.
Su
lengua sube y baja por mi sexo húmedo y caliente y mi clítoris almacena tanto
deseo que temo que explote.
Uno
de sus dedos se introduce dentro dejando que la humedad que guarda se revele y
lo envuelva.
—Me
vuelves loco —jadea.
—Fóllame
y calla —me sorprendo de que haya salido eso de mi boca.
Él
sonríe de medio lado con un brillo oscuro en sus ojos.
Antes
de protestar de nuevo, me eleva, me da la vuelta y me coloca sobre mis piernas
mirando a la ventana tras la mesa. Sus manos fuertes agarran mis caderas,
apartan el tanga y siento cómo un ramalazo de placer me parte al ser penetrada.
Grito,
jadeo y gimo sin cesar con cada embestida. Me vuelve loca... ¡Por Dios que
nunca he sentido tanto placer con ningún otro hombre...!
Sus
jadeos se unen a los míos y sus embestidas se aceleran hasta hacerme delirar.
—Vamos
muñeca. Ahora. Córrete para mí —gruñe a la vez que su mano se estrella
dulcemente sobre mi cachete.
Ése
es el detonante, no puedo contenerlo más y dejo escapar un largo y liberador
grito que me deja exhausta. El orgasmo me fulmina y mis brazos no me sostienen,
por lo que quedo aún más expuesta. El aprovecha esa posición privilegiada que
le ofrezco y me penetra más profundo.
Gime
y resopla al llegar a su orgasmo mientras yo, rendida, sigo disfrutando del
placer que me ha regalado.
Desde
luego, su manguera sí que es capaz de apagar mi fuego interno.
Estoy
intentando recuperar el aliento, a cuatro patas, encima de una mesa y en lo
único que puedo pensar es: ¿Soy una pervertida si digo que, aunque me siento
satisfecha, me he quedado con ganas de más? Sobre todo, me he quedado con
deseos de saborearlo, de tocar de arriba a abajo ese cuerpo preparado para
luchar contra el fuego y de probar ese tronco de Navidad que tiene entre las
piernas y que aún siento dentro de mí, estirándome de la forma más maravillosa.
—Minny,
eres demasiado sexy. Te he visto con ese vestido y me has cortado la
respiración. —Se mueve poco a poco, retirándose de mi cuerpo. Yo todavía estoy
en la misma postura y empieza a masajearme las nalgas hasta llegar a colocarme
el tanga de nuevo en su lugar—. No quiero asustarte, pero me recupero muy
rápido y tú me has dejado cachondo durante demasiados días como para poder
resistirme a ti, vestida solo con ese tanga. Vamos a arreglarnos un poco e
intentaremos cenar.
Estoy
decepcionada. Yo tengo hambre, es verdad, pero hambre de él. Veo cómo se aparta
de mi lado y se pierde por el pasillo de su casa. Como los pisos tienen la
misma distribución, me tomo la confianza de ir hacia el cuarto de baño. Me
siento pegajosa entre las piernas y creo que el tanga va a tener que ir directo
a la cesta de la ropa sucia.
Me
limpio como puedo y acabo desnuda delante del espejo. Estoy a punto de salir
para recoger mi vestido pero veo a Al mirándome desde el quicio de la puerta.
Me recorre de arriba abajo y yo, de repente, me siento muy tímida.
—Toma
—dice tendiéndome una camiseta negra—. No creo que te apetezca volverte a poner
el vestido. Además, no quiero que se estropee. Tengo pensado atacarte
sexualmente en cualquier momento, sería una pena que se arrugara. Es muy
bonito.
Me
pongo la camiseta buscando huir de su mirada y de la repentina falta de voz que
padezco. En la camiseta reza: Los auténticos vikingos de Noruega.
Lo miro levantando una ceja:
—¿Me
lo podrías explicar? Eres alto, fuerte y estás como un tren pero yo, nunca, te
llamaría vikingo.
—Es
la camiseta que nos hicimos para la despedida de un amigo. Se fue a Noruega a
jugar a fútbol hace un año. Además, entre todos los parques de bomberos jugamos
una liguilla, y éste —dice pasando su dedo índice por las letras impresas—, es
el nombre de nuestro equipo.
—¡Ah,
qué casualidad! El hermano de mi amiga Dacar también juega a fútbol allí… A lo
mejor lo hacen en el mismo equipo.
—Sería
mucha casualidad… Juanma tiene varias hermanas, pero no recuerdo el nombre de
ninguna.
—¿Tu
amigo es canario, alto y guapetón? —«Sexy y está para comérselo…esto mejor lo
reservo para mí».
—Lo
de guapetón no sabría decirte, no es mi tipo. Pero en todo lo demás, has
acertado —me mira extrañado—. ¿Lo conoces en persona?
—No.
Pero su hermana me ha hablado mucho de él. —«Y me ha enseñado fotos de su
lamible cuerpo…»—. Cuando le cuente que eres amigo de su hermano no se lo va a
creer.
Joder,
sí que es casualidad. Cuando se lo cuente a las chicas no se lo van a creer…
Conoce al objeto de mis deseos de las últimas semanas. Ahora que lo pienso,
puedo imaginarme perfectamente la situación: yo, desnuda, en medio de estos dos
pedazos de hombres… ¡me estoy poniendo mala!
Nos
dirigimos hacia el comedor donde nos espera la mesa decorada de forma sencilla:
Un mantel blanco, tres velas, una cubitera metálica donde se está enfriando una
botella y dos copas. Al, haciendo gala de su caballerosidad, me aparta la silla
y me sirve una copa.
—Eres
todo un gentleman —le susurro y tomo un sorbo del exquisito vino blanco—. No
tienes que esforzarte, contigo soy fácil… y por si no lo recuerdas, no llevo
bragas.
Se
sienta enfrente de mí. La tenue luz de las velas le da a su figura un color
dorado que me está haciendo sufrir. Deseo tanto devorar su cuerpo que me tengo
que clavar las uñas en las manos para resistir la tentación.
—Quiero
hacer las cosas bien contigo. Si no hubieras venido tan irresistible, te lo
habría demostrado desde el principio. Ahora estoy más calmado, aunque no sé por
cuánto tiempo podré aguantar.
—Al,
somos adultos y bien sabes que yo también te anhelaba. Yo creo que hemos
empezado con muy buen pie… no de forma convencional, pero sí muy satisfactoria.
Hablamos
mientras cenamos una lubina fantástica que ha preparado. Es muy fácil hablar
con él, parece que nos conocemos de toda la vida. Me cuenta cómo no paró hasta ver cumplido su
sueño de ser bombero, historias del trabajo, y yo con ellas me sorprendo
preocupándome o riéndome por las situaciones que me narra.
Por
mi parte, le cuento mi vida: mi día a día como ama de casa, pues estoy en paro
y con mi hijo, le hablo de mi afición por Primark y del grupo de buenas amigas
que tengo por WhatsApp; amigas, a las que, nada más que llegue a mi casa y coja
el móvil, informaré de todo lo que ha ocurrido en este piso.
Conversamos
durante toda la cena que se ha ido alargando cada vez más. La comida está muy
buena, pero yo quiero mi postre. Me siento muy atrevida. La visión de sus
definidos pectorales y la forma en que sus ojos me devoran me ha estado
preparando para lo que estoy a punto de a hacer.
Me
levanto de la silla y camino hacia Al sin decir una palabra. Le indico que se
aparte y me siento sobre sus piernas abiertas. Ahora que lo tengo tan cerca,
las ganas de saborearlo me abruman. Dejo que mis manos vaguen por su cuerpo
hasta llegar a su vaquero. Tiene el botón abierto lo que me permite comprobar
que no lleva calzoncillos. «Mmm, va de comando. ¡Me gusta!». Le bajo la
cremallera y le hago un gesto para que ayude a deslizarle el pantalón.
Tengo
su pene semi erecto ante mis ojos. Mis glándulas salivares están haciendo
trabajos extra, tanto, que temo que la baba empiece a caerme por la barbilla.
—Al,
te voy a contar una cosa sobre mí. Por las noches me cuesta quedarme dormida.
—Me está mirando como si estuviera loca pero yo quiero dejarle claro lo que va
a pasar aquí—. Mi madre siempre me ha dicho que lo mejor para el insomnio es
tomar leche caliente por las noches. —Mientras hablo, le voy masturbando el, ya
endurecido, miembro con las dos manos—. Necesito dormir mis ocho horas todas
las noches si no, no rindo nada durante el día. ¿Puedes ofrecerme algo que
caliente mi estómago?
—Joder,
Minny. Vas a acabar conmigo.
Sonrío
y me lanzo a matar.
«Las
cosas que tiene que hacer una para dormir tranquila…»
Mientras
me dirijo a su suculento pene, le miro a los ojos, cómplice, no necesito
pedirle permiso, pero algo dentro de mí me dice que debo dejarle claras mis
intenciones, no pararé hasta no obtener todo el placer que me he visto obligada
a darme con mis juguetitos por su culpa, por tener ese cuerpo escultural que me
hace perder el sentido y ¡¡encima bombero!! «Algo he tenido que hacer bien para
que los dioses se hayan puesto de mi parte», pienso divertida.
Tengo
su bien más preciado entre mis labios, mi lengua juega con su glande,
arrancándole roncos gemidos de placer. Tengo mis manos puestas en sus apretadas
nalgas y noto que cada vez están más tensas, introduzco su miembro en mi boca
hasta casi el fondo de mi garganta, desesperado agarra mi pelo y de su boca
sale algo parecido a una súplica, si no fuese por su dura voz:
—Minny
por favor, no pares —«te contestaría si no tuviese los labios ocupados», por lo
que aumento la presión en su pene, haciendo que penetre cada vez más rápido en
mi boca, cuando estalla en un orgasmo derramando en mi faringe su esperma.
Le
miro divertida pasando relamiéndome por mis labios, felicitándome a mí misma
por el buen trabajo que he hecho.
—Me
parece, bombero, que tu manguera necesita llenar el tanque de nuevo —le digo
entre risas mientras me incorporo y me estiro su camiseta que me llega casi
hasta la rodilla.
—¡No
sabes lo que has dicho! —exclama y en sus ojos se desatan de nuevo las llamas
del deseo—. Antes te dije que me recuperaba con mucha facilidad, ha llegado el
momento de demostrártelo.
Me
envuelve entre sus fuertes brazos y devora mi boca con tanta pasión que apenas
soy capaz de respirar, me acerca a su atlético cuerpo lo que hace que note su
impresionante erección contra mi estómago.
—Ahora
vamos a jugar en la liga profesional, se acabaron los entrenamientos ―dice
mientras me coge en volandas y me lleva a su habitación. Me deja en la cama, se
deshace de la camiseta de un sólo movimiento y arranca mi tanga favorito de
Primark de un tirón.
Se
tumba encima de mí, sin dejarme opción a protestar, ni siquiera puedo moverme,
me penetra de un sólo empellón y bombea con fuerza, sus labios se posan junto a
mi oído y con una voz ruda, pero muy seductora, empieza a susurrarme lo mucho
que me desea desde que interrumpí su ducha, las noches que se ha masturbado
pensando en mí vestida únicamente con el tanga rojo…
Cada
palabra suya me excita cada vez más, estoy a punto de estallar de placer por
segunda vez en esta noche…
—¡Vamos
pequeña, dámelo!
Y
como si de una orden se tratase, me dejo ir en un orgasmo arrollador, que
inunda por mil sensaciones distintas, cada uno de mis músculos se contrae para no
dejar escapar ni un ápice de placer. Al, una vez que los espasmos debidos al
orgasmo desaparecen, se corre dentro de mí, noto cómo sus fluidos inundan mi
vagina, proporcionándome otra ola de calor…
—Eres
increíble, Minny, ahora quiero poseerte con dulzura, con caricias, con todo lo
que una mujer como tú se merece. Espérame aquí, voy a preparar un baño
caliente, nos ayudará a relajarnos y recuperar fuerzas para lo que te tengo
preparado.
Al,
abandona la habitación y oigo como trastea por el baño.
«Joder,
qué pasada de hombre, cuando se lo cuente a las chicas no me van a creer, y
Dacar ¿Qué dirá ella cuando se entere que es amigo de su hermano? En cuanto
llegue a casa, cojo el móvil y les cuento todo con pelos y señales». Estoy
tentada de buscar el teléfono ahora mismo para darles un adelanto… pero estoy
tan agotada, que no tengo ni fuerzas para levantarme… ese baño me vendrá bien,
hacía mucho tiempo que no tenía una sesión de sexo como ésta, es más, creo que
nunca había tenido uno tan bueno como el de hoy.
—¿Echando
una cabezadita, preciosa? —me sorprende con sus palabras cuando entra en la
habitación.
—No,
en realidad estaba pensando en lo maravilloso que ha sido todo.
—Pequeña,
esto no ha hecho más que empezar —me vuelve a coger entre sus brazos y nos dirigimos
hasta el baño. El olor es fantástico, una mezcla entre rosas y cítricos que
combina a la perfección. Varias velas rojas dispuestas en un círculo en el
suelo son la única iluminación que me permite ver su magnífico rostro.
Me
sumerge con cuidado en el agua y después se mete él colocándose detrás de mí.
Va acariciando suavemente mi espalda; con sus manos coge agua y la deja caer
sobre mis hombros, haciendo que resbale por mis pechos, endureciendo mis
pezones a su contacto.
Continúa
durante un rato jugando con el líquido en mi piel antes de pasar a regarme de
besos por la nuca, subiendo despacio hasta llegar al lóbulo donde me da
pequeños mordisquitos, que se reflejan directamente en mi vagina.
—Minny,
me gustas, me gustas mucho —susurra.
Cuando
voy a contestarle que a mí también me gusta, bueno más que gustar, me encanta,
oímos cómo aporrean la puerta con ímpetu.
—¡Dios
Al, corre, ve a abrir! A lo mejor es Inés. ¡Ohhh seguro que le ha pasado algo a
Francisco!
Salimos
los dos del agua a toda prisa, tropezando con las velas del suelo, que se
apagan con las gotas que caen de nuestros cuerpos. Al se pone una toalla a en
su cintura, y va casi resbalando por el pasillo hasta la puerta.
—¡¿Se
puede saber qué haces duchándote a estas horas?! —Se oye una voz masculina al
otro lado de la puerta, menos mal que no me ha dado tiempo a anudarme la
toalla, estaba a punto de salir corriendo detrás de él.
—Joder,
¿¡qué hacéis aquí!? No son horas de venir a molestar.
—Venga,
colega, date prisa y vístete, hay un pirómano suelto y estamos todos convocados
en el parque.
—¿Me
estáis tomando el pelo?
—Mira,
majo, si cogieses el teléfono o te dignaras a leer los WhatsApp, verías que
llevamos más de una hora intentando localizarte y al final hemos optado por
venir a buscarte directamente.
—¡Joder,
desconecté el móvil!
—Tú
sólo lo apagas cuando estás con una chica…
—Déjate
de tonterías, voy a vestirme, esperadme abajo, en cinco minutos estoy con
vosotros. ¿Es muy grave la situación?
—Sí
hermano, hay varios focos de incendios descontrolados amenazando algunas
localidades cercanas, hay que darse prisa.
Al
vuelve al baño…
—Lo
siento, Minny, tengo que irme…
—Lo
sé, no te preocupes, corre, te están esperando.
—Te
prometo que te compensaré.
—No
pienso olvidarme de esa promesa —le digo guiñándole un ojo seductora.
En
menos de tres minutos se ha vestido, peinado, me ha dado un par de besos
rápidos en la boca y ha desaparecido por la puerta.
—¡Puedes
quedarte a dormir si quieres! —me dice asomando su cabeza por la puerta del
dormitorio.
—Pensé
que ya te habías ido —le digo acercándome a él.
—Sí,
pero me olvidé de esto —Y me suelta un beso tan apasionado, que si no hubiese
sido porque estaba desnuda, mis bragas directamente se hubiesen desintegrado—.
Lo siento, de verdad… —Y se marchó.
«Está
claro que los baños calientes y Al, son incompatibles… cada vez que me sumerjo
en el agua, si no es por una cosa es por otra, acaba siempre con él a la
carrera» me viene a la cabeza y me pongo a reír.
Salgo
de su piso, después de considerar la oferta de quedarme a dormir en su cama,
pero pienso en Inés y decido que lo mejor es que me vaya a mi casa, ella querrá
volver a la suya.
Cuando
entro en el salón la veo dormida en el sofá con un libro apoyado en su pecho—
«Cacho perra, está leyendo “Melocotón loco”; si supiera que MI bombero es cien
veces mejor»
—Inés,
ya estoy en casa —la despierto.
—Hola,
¿qué tal todo? ¡¡Cuenta, cuenta!!
—Ha
sido maravilloso, aunque ha terminado…
—¿Qué
ha pasado, no me asustes?
—Una
urgencia, se ha tenido que marchar pitando para el parque de bomberos. Mañana
hablamos con más calma, ¿vale? Estoy agotada.
—Vale
cariño, mañana hablamos, no me puedes dejar así.
—Sí,
sí, mañana hablamos y me explicas qué haces leyendo… eso… —le digo señalando el
libro que tiene en sus manos.
Nos
damos un par de besos entre risas y nos despedimos. Camino a mi cuarto, ya
tecleando en mi grupo de lectura. No son horas, pero mañana cuando se
despierten lo leerán y hasta puedo imaginar algunos de los comentarios.
Chicassssssss
¡¡¡¡Menuda
noche he pasado!!!!!
Este
bombero está hecho de otra pasta
Cómo
se mueve y qué energía.
Dacar
no te vas a creer lo que tengo que contarte,
Pero
ya mañana. Hasta mañana guapísimas.
Descansad
y soñad con bomberos
Sudorosos
hambrientos de placerrrrrrrr.
«¿Qué
son esos pitidos?, se me están clavando en la cabeza. ¡Mierda!¡Mierda!»
Anoche
se me olvidó quitar el sonido al móvil, seguro que mi pandi de amigas vieron mi
Whatsapp y están impacientes porque les cuente. ¡Tengo que encontrar el maldito
teléfono o van a despertar a Francisco!
Empiezo
a buscar por el suelo entre mi ropa tirada de cualquier forma. Estaba demasiado
caliente como para pensar en ser ordenada, en ser esa madre que llevo dentro.
Por fin encuentro mi bolso desde donde proceden los molestos sonidos. Lo pongo
en silencio y abro el WhatsApp del grupo de lectura. ¡Hay 196 mensajes! ¡Pero
si aún no han puesto ni las calles!
¡Chicaaaaasssss!,
no tengo tiempo de leer todos los mensajes o llegara tarde Francisco al cole,
pero os voy a dar unas migajas...
“Mi
bombero” es una maquina sexual, si no fuera porque tuvo que irse a apagar otro
incendio ahora mismo tendría que estar en urgencias haciéndome curas para poder
cerrar las piernas…
¡Wow!
¡Todavía no me lo creo!
Llevo
desde esta mañana esperando que suene el timbre. Mientras, me entretengo
poniendo al día a las chicas que no me han dado ni un descanso.
¡Nada!,
por aquí no aparece ni el cartero. Quizás cuando estaba llevando al crío al
colegio ha pasado a verme y no me ha localizado, tiene que ser eso, me repito
una y otra vez.
De
repente, a media tarde, oigo el timbre de la casa de enfrente, no están
llamando, nooooo, lo están aporreando con rabia. Salgo corriendo hacia la
puerta del recibidor y cuando estoy cerca, con sigilo, me asomo por la mirilla.
«¡Menuda morenaza! ¡Y esa no va vestida de Primark!»
Sigue
insistiendo con mala leche pero no se abre la puerta. ¿Qué se habrá creído esa
top model curviforme? ¡El bombero es míiiioooo! Me dan ganas de gritarle, pero
claro, como soy muy prudente y además sería un poco bochornoso que me pillara,
me muerdo la lengua.
Pasan
unos minutos y, cuando ya creía que se iba a ir la lagartona, resulta que un Al
con cara de sueño, despeinado y con unos boxes, ¡qué madre mía como le quedan!,
abre la puerta y al verla, con los ojos como platos, no menos que los míos que
no pueden dejar de observar esa anatomía perfecta, con esas arruguitas que se
le han marcado de las sabanas y que me
están haciendo que me derrita como gelatina al sol, le pregunta como si
tal cosa:
—¿Se
puede saber cómo me has localizado? Creía que estaba muy claro que no quería
volverte a ver.
—Si
pensabas que podías deshacerte de mí tan fácilmente, es que todavía no me
conoces.
Lo
aparta de la entrada de un culazo y pasa contoneando sus caderas bajo ese
vestido mini súper ceñido haciendo sonar sus tacones de diez centímetros por lo
menos.
Al
mira hacia mi casa como si sospechara que yo estoy espiando y cierra la puerta
dejándome con la boca abierta de par en par. ¡No me lo puedo creer, me ha dado
con la puerta en las narices! «Ahora ¿qué?, me tengo que enterar quién es esa y
qué está pasando ahí dentro». Voy como una loca en busca del teléfono, no
quiero perderme algo por no estar en mi puesto de vigilancia.
Menos
mal que Francisco se iba a comer a casa de un amigo y hasta que acabe las
actividades no viene, ¡estaría feo que me pillara en esta guisa!
Les
voy contando lo que está pasando a las chicas, ellas no paran de bombardearme
con sus consejos y comentarios cada uno más disparatado y divertido, pero tengo
que hacer algo, no estoy dispuesta a que nadie me quite al juguete sexual mejor
que he tenido y encima recién estrenado.
¡No!,
no pienso consentirlo, además mi bombero tiene un puntito, aparte de ponerme
cachonda en segundos, y ser el machomen con la mejor manguera que he visto, es
detallista, tierno y divertido. «¡Ése es míiiiooo, mi tesoro!», últimamente
estoy metiéndome demasiadas veces en el papel de Gollum. Sigue sin salir la
fulana esa y yo estoy de los nervios, ya ha pasado una hora, no aguanto más.
Las
chicas no se ponen de acuerdo, cada una da su opinión. Se nota que no son ellas
las que se están jugando sus futuros y explosivos polvos. Voy a mandarle un
mensaje privado a mi amiga India, ella no está en el grupo y conoce toda la
historia, quizás otro punto de vista me venga bien, además, ella es un poco más
comedida y romántica y puede que vea otra salida menos drástica que no sea tirar
la puerta abajo de Al con solo puesta la ropa interior más sexy y unos tacones.
¡¡¡SOS,
SOS!!! ¡Te necesito es urgente y muy serio!
Mi
futuro está en tus manos.
Me estas asustando, ¿qué te pasa
corazón?
Mi
bombero, el mío, el recién puesto a funcionar, está ahora mismo con una pedazo
tía en su casa......, y no sé ni quién es, ni qué hacer.
Jajaja, creía que era otra cosa.
No
tiene gracia, es serio.
¡Perdón,
perdón!, llevas razón, es muy serio, no debí tomármelo a broma.
Entonces...
Yo de
ti esperaba, y luego, cuando se fuera, con la excusa de preocuparte por él por
el incendio, iba y veía como reaccionaba, si estaba igual o le notas algún
cambio.
Bueno...
ya veremos…
sabes
que no soy de las que se queda
con
los brazos cruzados esperando
y más
cuando hay tanto en juego,
pero
gracias de todos modos.
Besitos,
ya te contaré.
Suerte,
y no hagas ninguna locura de la que luego te arrepientas.
Un
besazo, corazón.
Jo,
tengo los nervios a flor de piel, ¿y mi amiga India no tiene otra que decirme
que no haga una tontería? Tontería la que voy hacer como no salga a la de tres
esa de ahí... Ouuuu voy hablar con mis niñas, así no lo pienso.
Chicas, estoy atacada contarme algo.
Kayla:
Qué te pasa?
Qué
me va a pasar? Que hay una en su casa y no sale y lleva 10 minutos
Alma:
Tú no te alteres que después es malo, seguro que es una prima o algo.
Silvia:
Seguro, ya verás no haga tonterías.
Chloe:
Chicas, he estado desaparecida... Qué te pasa Minny?
Puff,
el Al me tiene de los nervios, no sé qué voy hacer.
Bueno,
chicas, se me ha ocurrido una idea .. Ahora os la cuento.
Bea:
Minny que nos conocemos, no hagas tonterías jajajaja.
Nooo
ya veréis, besitos, chicas sabes que os quiero.
Se
acabó pensar en Al, me voy a poner mi Romeo y a bailar para que se me quiten
todas las penas y también recojo la casa que la tengo... Se va a enterar Al
quién es Minny. Ahora que caigo, voy a llamar a mi amigo y ya verás cuando lo
escuche llamando a mi casa jajajaja... ¿Quieres jugar? Pues vamos a jugar los
dos. Pobre de ti, Al...
—Hola
Jesús, ¿estás?
—Hola,
guapísima, ¡cuánto tiempo! ¿Qué tal Francisco?
—La
verdad que estamos súper bien... ¿Te apetece cenar hoy con nosotros?
—Claro,
a las ocho, cuando termine de currar, me paso por tu casa.
—Besitos,
amor.
—Besitos,
preciosa.
«Me
encanta esta canción, Dios...»
Pongo
en ti toda mi fe, me arrodillo a tu merced, y aunque
hablen
nunca me arrepiento
Mi
sacramento fue en tu cama, bautizándome en tus aguas.
Por
ti ayuno y no me importa el tiempo, en cualquier momento, momento, momento,
Yo no
sé pelear pero por ti es posible que desafié hasta
un
león si me lo pides
Me
convierto en tu Tarzán, tú eres quien manda en este
humilde
corazón.
Mi
devoción por vos siempre pondré primero, no hay otro
hombre
que te ame.
Como
Romeo, tú eres sangre celestial, mi pan y vino y
en tu
templo quiero morir.
—Hola,
mamá, ¿qué haces en casa? Pensaba que estabas con Al.
—Hola,
mi hombre. ¡Qué va, cariño!, dale un beso a la mamá. Te he hecho tu cena
preferida.
—¡¡¡Macarrones!!!
Mmm, ¿quién es la mejor mami?
—No
seas pelota. Venga, ve a ducharte que tenemos visita para cenar con nosotros.
—¿Al?
—Nooo,
hoy viene Jesús
Mientras
Fran se va a la ducha, me voy a poner sexy para esta noche.
Chicas, hoy he quedado para cenar
con Jesús
Gema:
y que pasa con Al? Todo el día con Al y ahora?
Ya os
contaré con todo detalles.
Besitos
os quiero, luego os cuento.
Lorena:
sí, pero no tardes que nos morimos de la risa.
Cuando
se vaya os pongo al día.
A las
ocho menos cuarto ya estoy lista esperando a Jesús. Qué nervios tengo, no paro
de dar vueltas por la casa.
—Francisco,
¿está listo ya?
—Sí,
mamita.
A las
ocho, tan puntual como siempre, tocan a mi porterillo. «Aquí está, que sea lo
que Dios quiera.»
Golpean
a la puerta y me hago esperar un poco para que Al, que seguro lo ha escuchado,
le dé tiempo a llegar a ver quién viene a mi casa.
—Hola,
guapetón, cuánto tiempo... Dame un abrazo, cari.
—Preciosa,
cada día estás más guapa, no sé cómo lo haces.
—Déjate
de tonterías. Vamos a entrar que está Francisco esperando para cenar.
La
cena se ha pasado muy rápido. Termino de recoger y se lo cuento al grupo.
Chicas,
ya se fue. Ha sido una cena divertidísima.
Raquel
: Sí? Cuéntanos que nos tienes aquí sin saber nada.
Bueno,
Jesús y yo nos conocemos desde hace muchos años, estudiamos juntos en EGB.
Loles:
Y está bueno? Buena manguera?
Connie:
Loles, tú tienes a tu marido... Deja a las demás
Jajaja,
chicas, sois las mejores
Jajaja
cualquiera se aburre
Contadme
qué ha pasado que tengo 1000 mensajes
Elena:
Estábamos aquí esperando a que nos contases qué tal.
Estefania:
Eso, eso, cuéntanos como es que has quedado con otro. Al no era lo mejor?
Iris:
Hace bien, no se tiene que centrar en uno solo. Tiene que disfrutar.
Bueno,
chicas, deciros que es un chico divertido y me lo he pasado muy bien
Y no
me he acordado del bombero.
Si
mañana no viene Al... quedo otra vez con él.
Aquí
os dejo, buenas noches
Lorena:
Buenas noches, reina, que descanses.
Alma:
Lo acabo de leer; siempre me lo pierdo ya sabéis que tenéis que poner mangueras
para aparecer
.Kayla:
Buenas noches, mañana hablamos.
Adiós,
preciosas, hasta mañana.
Tengo
una mala leche increíble, no puedo creer que no sepa nada de él. Ni una
llamada, un mensaje. He de reconocer, que pensé que después de lo bien que lo
habíamos pasado, aparecería. Pero no, no ha sido así y no pienso quedarme de
brazos cruzados. Al va a saber quién es Minny y de lo que es capaz de hacer por
un desplante «solo faltaría me ratifico a mí misma».
He
vuelto a llamar a Jesús, no sé si mi plan de ayer funcionó, si logró verlo, o
simplemente le importó lo más mínimo con quién cenaba. Pero hoy me voy a
asegurar de que se entere. Para comenzar con mi plan, Francisco se ha quedado a
dormir a casa de Inés, no suele quedarse, pero hoy lo necesito y ella me apoya
al cien por cien con lo ideado.
Camino
muy segura de lo que tengo que hacer; y no es otra cosa que ir a mi habitación,
quitarme mi fantástica bata de Primark y ponerme el vestido que me he comprado
tan divino de la muerte esta mismísima tarde, cómo no, en Primark. No podía ser
de otro modo.
Me
miro al espejo desnuda y mi mente imagina sus manos acariciando mi piel,
electrizando mis sentidos y humedeciendo mi sexo cómo ha hecho desde el día que
lo vi por primera vez. Pero Minny es mucho más que un objeto sexual, oh sí soy
una loca que está deseando que llame a mi puerta y sea mío. Pero para ello
necesita ayuda por lo visto.
Me
pongo mi ropa interior roja, esa que tanto le gustó y no pude evitar comprarme
una gemela en la misma tienda, para rememorar el momento vivido en su casa «que
ilusa y bobalicona puedo llegar a ser, quién me ha visto y quién me ve».
Dejo
que el vestido blanco se amolde a mi cuerpo, y estiro la falda intentando que
baje un poco más, pero es imposible. La medida es la más peligrosa que podían
diseñar, como me descuide se me va a ver todo. Pero maldita sea que se vea,
total.
Ya
estoy vestida, peinada y maquillada para la ocasión, «zorrón total, si me viera
India diría que ya estoy haciendo de las mías y que no razono. Pero oye que me
quiten lo bailado. Me lo estoy pasando pipa, ¿o no? ». Me pregunto a mí misma
al reflejo del espejo. Niego y cojo el teléfono para no perder la poca dignidad
que me queda.
Chicas
ya estoy lista, hoy sí que me va a ver, y vaya cómo.
Empieza
mi plan desearme suerte
Estoy
tan nerviosa que no espero a que contesten, meto el teléfono en el bolso, y
salgo en dirección a la puerta. Miro el reloj y sonrío, ayer a esta hora estaba
en casa, así que es el momento de actuar.
Giro
la llave de la puerta; he cerrado el cerrojo con doble vuelta para provocar un
gran estruendo al abrir y pueda oírlo. Y no dudo en cerrar con un gran golpe
que retumba en casi todo el edificio.
Ahora
sólo tengo que comprar dos cosas y asegurarme que me oiga al entrar.
Cuando
voy a abrir la puerta de mi casa, escucho que la vecina de arriba refunfuña
porque no funciona el ascensor y tiene que bajar escaleras abajo. Cuando pasa
por mi lado le pregunto a propósito para que se desahogue conmigo «soy muy
consciente de que su tono de voz es el más elevado de todas las vecinas. Que lista
soy, si es que me merezco la luna» intento obviar mis pensamientos y seguir
escuchando a la pobre vecina que está enfadada como una mona.
—Por
cierto muchacha, tápate un poco que vas a coger un resfriado que pa´ que.
—No
exagere mujer, estos vestidos están de moda.
—Que
modas ni leches, muy sueltas sois todas —me contesta mientras continua bajando
y me deja riendo como una idiota.
La
cena está lista y sé que Jesús está a punto de llegar. Subo el volumen del
televisor, he puesto un canal de videoclips musicales y todos me encantan.
Bailo y canto a todo trapo, hasta que el timbre suena, lo siento pero aún no
voy a abrir. Oh no he de ser consciente de que Al lo oye.
El
timbre vuelve a sonar, los golpes que da a la puerta son ensordecedores, y sus
gritos nombrándome van a comenzar a asustar a todos los vecinos. Voy hasta mi
habitación me coloco los tacones lo más rápido que puedo y comienzo a correr
hasta la puerta, provocando un estruendo con cada paso que doy «Ya voy, ya
voooooooooyyyyyyy» grito conteniendo la risa.
—Perdona
estaba en la otra punta del piso y no oí llamar.
—Pues
me iba a ir Minny, baja el volumen del televisor los vecinos estarán contentos.
¿Dónde está Francisco? —pregunta al dirigir la mirada hacia el salón y verlo
vacío.
—Se
ha quedado con Inés, cenamos solos. —Automáticamente mi mirada ladina se dirige
hacia la puerta de Al. No sé por qué, pero tengo la sensación que nos está
observando. Mi pose es provocadora y espero que le esté molestando, y que su
entrepierna le aprisione estrujándole ese gran, perfecto miembro que estoy loca
por volver a saborear.
Me
obligo a no pensar y cierro la puerta detrás de mí, el golpe que doy hace que
Jesús me pregunte si estoy bien, y hasta me proponga posponer nuestra cena,
pero ni hablar, eso es lo último que pienso hacer.
Le
invito a sentarse mientras saco del horno mi tan codiciado solomillo de ternera
al vino; a mí y a Francisco nos pirra, nos ponemos morados cada vez que lo
hago, y lo que sobre de esta noche, lo comeremos mañana que no están las cosas
como para tirar la comida.
Jesús
está muy serio, no sé qué le ocurre pero no me apetece preguntarle, lo único
por lo que entregaría mi vida ahora mismo es por saber que está pensando mi
bombero, mi portento de bombero mejor dicho. Pero algo me llama la atención una
luces azules iluminan la ventana. Me levanto corriendo y casi empotrándome
sobre esta, logro ver varios coches de policía detenidos en mi puerta. Se bajan
de los coches y comienzan a entrar a mi escalera.
—Dios…algo
ocurre —me quedo sin aliento al darme cuenta de que algo no va bien —, debemos
bajar a la calle Jesús.
Se
acerca a la ventana y tras mirar dos segundos, me agarra del brazo y me dirige
hasta la puerta. Antes de cerrar cojo las llaves y cierro para bajar las
escaleras lo antes posible. «Pero qué diablos es esto…es agua, desde cuando
está esto aquí», miro hacia el techo y veo en cada tramo de escaleras unos
aspersores que no dejan de pulverizar agua que me está empapando completamente.
Aceleramos
el paso y bajo de tres en tres los escalones con cuidado de no resbalarme y
caerme. Solo me faltaba darme de bruces para animar el espectáculo que ya estoy
dando bajando las escaleras.
Cuando
por fin alcanzo la portería resbalo, patinando sin control hacia la calle,
temiendo lo que va a ocurrir en unos segundos. Cierro los ojos para no sentirme
más ridícula de lo que ya me siento, pero unas manos me agarran. Menos mal que
está Jesús, sino no sé qué habría sido de mí.
Abro los ojos para darle las gracias y me
encuentro con sus ojos, dios que mirada y no es la de Jesús, es la de mi
salvador. Al me tiene sostenida con sus fornidos brazos, y su pecho me
aprisiona. No quiero separarme de él, sé que me están mirando, que el
espectáculo que estamos regalando ahora mismo es alucinante, pero no quiero
despertar de este sueño.
Su
mano se dirige a mi rostro y aparta los mechones empapados que se han quedado
pegados en mi frente y solo quiero que me bese, volver a sentir su sabor a
Coca-Cola y perderme en él.
—Minny
creo que lo mejor es que me vaya —la voz de Jesús me hace volver al planeta
tierra. Me separo lo más rápido que puedo de Al e intento ponerme el vestido en
su sitio mientras veo que Jesús camina a toda prisa, sin hacer caso alguno a
mis gritos que pronuncian su nombre.
Me
apoyo en el coche que hay aparcado frente al portal y me miro en el retrovisor.
Mi cara de espanto aparece al instante, mis ojos están ensombrecidos a causa de
la pintura que ni waterproof ni leches, maquillaje y agua, a paseo la hora de
acicalamiento.
Pero
un pensamiento viene a mí y niego mientras dirijo la mirada al cristal de la
oficina de ahorros que hay frente a mí y mis peores sospechas se hacen
realidad. Mi fantástico tanga rojo del Primark se transparenta completamente.
Miro
a mi alrededor, y los vecinos no se han percatado, suspiro aliviada. Pero
siento que alguien me está observando. Y no puede ser otro que mi bombero, así
es, comienza a caminar hacia mi lentamente mirándome de arriba debajo de forma
lasciva. Pero cuando observa detenidamente mi sexo gime, no puede evitarlo y yo
sonrío al sentirme la dueña de sus deseos, al menos los que está viviendo en
este instante.
—Dime
que no te has comprado otro tanga igual.
—Sí,
pero ayer no apareciste, perdiste la oportunidad de estrenarlo —toma bombero,
esa duele eh, mini punto para Minny. Donde las dan las toman
—Tío,
esto es muy raro. No sé cómo diablos se ha accionado la alarma contra
incendios, si no hay un triste ápice de humo en ningún rellano. ¿Esto no será
provocado? —nos interrumpe uno de sus compañeros. Y vaya compañero, si alguna
del club de lectura quiere un portento bombero, tenemos otro para ofrecer. Como
todos sean así me veo capaz de hacer una orgía en ese famoso parque.
—Habrá
sido un fallo del sistema.
—Tú
sabes que eso no es posible.
—Déjalo,
no ha pasado nada.
«Espera,
espera un fallo del sistema… ¿Desde cuándo está instalado ese sistema? ¿Cómo
vecina debería ser conocedora? Sí, evidentemente que sí para ello me mato a
conseguir pagar a final de mes la dichosa comunidad. Oh no, no puedo estar
pensando lo que creo que ha ocurrido, no ha podido ser capaz».
El
compañero encoje los hombros y habla a través de un walkie que era una falsa
alarma y que se retiran. Se despide de Al con un choque de manos y los miro muy
atentamente.
—Espero
que este contratiempo no haya arruinado tu cena. —Lo mato, lo mato y lo remato.
Estoy empapada enseñándole al vecindario mi fantástica ropa interior, y su
mirada, su sonrisa… sé que ha sido él…
Estoy
que hecho humo, no, no, soy como Spiderman y me subo por las paredes. Deseo
matarlo, que leñes, quiero matarlo. Yo tengo que aguantar que él pase horas con
una morenaza en su casa, pero él no es capaz de ver que yo estoy cenando con
otro hombre. Estoy en mi habitación, dando vueltas de un lado a otro de la
misma, mientras termino de secarme. Una vez seca, me pongo mi bata rosa. Nada
más anudarla, escucho que llaman a la puerta. Sé que es él, estoy segura, pero
ahora mismo estoy con un cabreo monumental.
—¡¡Minny,
abre!! ¡¡Sé que estás en casa!! —grita desde el otro lado de la puerta. Me
acerco a ella y miro por la mirilla. Está guapísimo, pero no, tengo que ser
fuerte y no caer rendida a la primera de cambio. Me miro y caigo en la cuenta
de que estoy ataviada con la misma vestimenta de nuestro primer encuentro
sexual fallido. Esta es la mía. Se va a cagar.
Abro
lentamente la puerta y me sitúo en el quicio de la misma. Al me ve y se le
desencaja la mandíbula. Sé que su mente acaba de viajar a nuestro momento
cocina. Muevo la pierna, solo un poco, lo suficiente para provocar que la bata
se abra un poco y deje entrever que estoy desnuda. Irremediablemente, mis
pezones se han endurecido y se dejan ver a través de la tela. La situación me
está excitando. —¿Qué es lo que quieres
Al?
—Que hablemos
—me dice con un tono de voz que me vuelve loca —. ¿Me dejas pasar? —Me lo quedo
mirando, dudo sobre qué hacer.
—No,
lo mejor será que te vayas a tu casa.
—Minny,
por favor. Pensaba que entre nosotros había algo.
—Ya
bueno, eso mismo pensaba yo, hasta que al día siguiente de nuestra maravillosa
y espectacular cita, no me llamaste ni me mandaste un triste mensaje. Pero
luego lo entendí todo, ya me has follado y a otra cosa mariposa. Tardaste poco
en substituirme, por cierto, bonita morena rellena en silicona, vino a verte el
otro día.
—¿Vanessa?
—La
que te la pone tiesa —le contesto como si mi boca fuese un resorte. Ver la cara
que se le ha quedado no tiene desperdicio. Me pega la risa floja, no puedo
parar de reírme, pero veo que a él no le hace ni pizca de gracia. Está serio,
diría que incluso está cabreado—. ¿Qué pasa? ¿Me he metido con tu churri? —le
digo con recochineo.
—Minny…
estás tentando a tu suerte y ahora mismo contigo vestida así no razono. Lo
único que deseo es empotrarte en esa pared —la señala con el dedo —, y follarte
sin parar. Pero quiero hacer las cosas en condiciones y que hablemos —estoy sin
respiración, me he imaginado la escena y me he puesto enferma. Deseo a ese
hombre con toda mi alma, pero no quiero caer rendida, no quiero arrastrarme por
un hombre. Si realmente quiere estar conmigo, que luche por mí, me lo merezco—.
Hagamos una cosa, yo no he cenado, tú tampoco —lo miro con una mirada de esas
que matan. Él alza las manos en señal de rendición —, te propongo que vayamos a
cenar y hablemos. Te contaré todo lo que quieras, con total sinceridad.
—El
problema es que no sé si puedo fiarme de ti —le respondo con frialdad.
—Ya
te he dicho que quiero hacer las cosas bien, dame una oportunidad, confía en
mí. —Me quedo pensativa, no sé qué hacer. Al nota mis dudas y se acerca a mí.
Con una mano, roza mi mejilla—. Nena, Vanessa no es nadie, deja que te lo
explique. Vayamos a cenar, hablemos, tengamos una cita en condiciones y
conozcámonos.
—Está
bien, pero una cena, charla y nada más.
—Nada
más.
—Dame
diez minutos, me arreglo y nos vamos. —Al asiente, se da media vuelta y se mete
en su casa. Yo sonrío, no he sido todo lo dura que pretendía, pero he visto en
sus ojos total sinceridad. Además, después de la que ha liado para evitar mi
cita, bien se merece que hablemos y nos conozcamos mejor.
****
Estoy
cerrando la puerta de casa con llave, cuando Al sale de la suya. Lo miro y veo
que no lleva el casco, ni para él ni para mí. Una pequeña punzada de decepción,
me golpea en el estómago.
—¿Dónde
vamos a cenar? —le pregunto.
—Había
pensado en llevarte a un restaurante italiano.
—¿Y
cómo vamos?
—Pues
había pensado en coger un taxi, ¿por qué? —me sonrojo, me da vergüenza
decírselo, pero me hace tanta ilusión. Al, parece leerme el pensamiento—.
¿Quieres que cojamos la moto? —asiento entusiasmada—. Está bien, voy a por los
cascos —me muero por ir con él en la moto, así puedo aprovechar y agarrarme
fuerte a su cintura, tocas su abdominales… Minny para que te desmelenas y del
rellano no salís. Cuando por fin vuelve, me entrega el que voy a llevar yo y se
acerca para darme un beso en los labios. Pero yo, que soy más chula que un
ocho, le hago la cobra y le pongo la mejilla. Él gruñe, pero de reojo le veo
una media sonrisa, sabe que no se lo voy a poner fácil. No porque no lo esté
deseando, pero es que como deje que me bese, me tiraré a sus brazos.
Llegamos
junto a la moto, nos ponemos los cascos y nos subimos a ella. Cuando arranca,
es tal el susto que me llevo, que me agarro fuerte a su cintura.
—Si
me coges de esa manera, no voy a poder respirar ni conducir. Relájate, además
¿no eras tú la que quería que fuésemos en la moto? —me dice en todo de burla, a
mí no me hace ni puñetera gracia.
Llegamos
al restaurante, un sitio muy bonito y acogedor. Las paredes son de color
albero, las mesas de madera oscura a juego con las sillas. Los manteles son de
color granate y en el centro de la mesa un florero y un candelabro, hacen que
sea más acogedor aún. El metre se acerca a nosotros, sonríe a Al y le da un
abrazo, imagino que se conocen. Nos pide que le sigamos y nos lleva hasta una
mesa que está un poco más apartada del resto. Al, separa una de las sillas y me
pide que me siente, un gesto caballeroso que me deja sorprendida. Después se
sienta frente a mí y me sonríe.
—¿Te gusta el sitio?
—Es
muy bonito y acogedor. ¿Conoces al camarero?
—Sí,
es un buen amigo mío.
—Lo
he imaginado, tiene cara de buena persona.
—Y lo
es —me contesta guiándome un ojo —. ¿Qué te apetece cenar? —cojo la carta y me
pongo a mirarla. Me apetece pasta.
—Creo
que pediré unos raviolis de mer.
—Ummm,
buena elección, creo que tomaré lo mismo. ¿Te apetece vino?
—Al,
después tienes que conducir —le recrimino.
—Por
una copa, no pasará nada y si no, siempre podemos volver en taxi —me lo quedo
mirando, después de todo tiene razón.
—Está
bien, pues ¿un lambrusco?
—Buena
elección —me contesta guiñándome un ojo. Este lo que quiere es emborracharme.
El amigo de Al, se acerca y nos toma nota. Cuándo se va, miro fijamente a Al a
los ojos.
—¿Quién
es Vanessa y que pasó en tu casa el otro día?
—Vaya…
directa al grano ¿eh?
—Quiero
la verdad Al, te lo pido por favor.
—Y la
tendrás pequeña. Vuelvo a repetirte que quiero hacer las cosas bien contigo,
quiero que desde el principio haya sinceridad y confianza entre nosotros.
—Está
bien, te tomo la palabra, cuéntame.
—Vanessa
es mi ex novia —vale, eso ya me lo imaginaba —, hace unos meses que lo dejamos,
pero ella insiste en volver conmigo. Hasta el punto que llegó a acosarme, me
llamaba a todas horas, me seguía a donde iba. Si salía con alguien, ella se
encargaba de espantarla. Se inventaba cualquier cosa para espantar a mis citas,
me montaba escándalos en restaurantes.
—Pero
esa tía… ¿está loca o qué?
—No
lo sé, pero llegué a denunciarla por acoso. Le pusieron una orden de
alejamiento y cómo has podido comprobar, se la salta a la torera. Tuve que
cambiar de número de teléfono, mi familia también. Me he mudado tres veces y no
sé cómo, siempre acaba encontrándome.
—Hay
algo que no entiendo… si tiene una orden de alejamiento, ¿por qué la dejas
entrar en tu casa?
—Muy
fácil, no quería que me montase un escándalo en el rellano de la escalera y que
los vecinos la escuchasen. Así que la mejor opción era dejarla pasar.
—Me
da miedo seguir preguntándote.
—Eh…
—me dice dulcemente—, mírame nena —le hago caso—. No pasó nada. Simplemente le
dejé las cosas claras. Le dije que si seguía acosándome, volvería a llamar a la
policía. Que aceptase de una vez que ya no estábamos juntos y que nunca lo
estaríamos. Además, yo ahora mismo, en la única persona en la que pienso es en
cierta vecina, que tiene un tanga rojo que me vuelve loco y el cual quiero
volver a romper.
—Eso
no te lo crees ni tú. Aunque me excita y, no sabes de qué manera, que me rompas
la ropa interior, ese tanga no lo vas a romper. Si vuelves a encontrarte con
él, lo quitarás con dulzura y sutileza.
—¿Cómo
que si vuelvo a encontrarme con él?
—Aún
estoy enfadada contigo, me dolió que no me llamases.
—Lo
siento —parece sincero al decirlo—, cuando volví del incendio, deseé con todas
mis fuerzas encontrarte durmiendo en mi cama. Pero cuando llegué no estabas y
me decepcioné. Pensé… no sé ni lo que pensé. Pero decidí darte espacio y que
fueses tú la que viniese a verme al día siguiente. Algo que no hiciste y ahora
entiendo el porqué, viste llegar a Vanessa. Pero claro, como no viniste pensé
que no querías saber más de mí y el orgullo me impedía coger el teléfono y
llamarte. Después vi, que una noche, un chico iba a tu casa y la rabia me
invadió por dentro. Y ya hoy, al ver que volvía, no he podido contenerme y he
montado el parque acuático en nuestro edificio, para poder arruinarte la cita
—me mira medio sonriente. Es un cabrón y lo sabe, pero para qué engañarnos me
encanta lo que ha hecho. Significa que algo le importo.
—No
pasó nada con Jesús. La primera noche estaba mi hijo, además es un amigo. Y
hoy, tengo que reconocerte algo, lo tenía todo preparado, quería que lo vieses,
que te pusiese celoso… y lo he logrado —me mira boquiabierto.
—Serás…
—Te
lo tienes merecido —le corto—, por capullo.
—Bueno,
ya te he dicho el porqué, ¿crees que vas a ser capaz de perdonarme?
—Ummm,
me lo tengo que pensar.
—Puedo
tratar de convencerte… —me mira pícaro.
—No
lo dudo, tienes tus dotes y encantos de seducción…
—Creo
que has probado parte de ellos, pero no todos.
—¿Eso
es una proposición?
—Sólo
si tú quieres que lo sea… yo lo único que quiero es verte sonreír y disfrutar,
a poder ser, conmigo —ainssss mi bombero que me lo voy a comer con tomate.
¿Cómo puede decirme estas cosas? Un día va a conseguir que arda por combustión
espontánea y ni su manguera va a conseguir sofocar el fuego que hay en mí.
Seguimos conversando por un rato. Yo
lo miro pensativa y lo que me ha contado sobre su ex sigue resonando en mi
cabeza. Al me ha dicho que ella es una acosadora, una loca obsesiva que lo
persigue. No sé por qué la película obsesión fatal viene a mí, una mujer
locamente obsesionada con sus ex que es capaz de hacer cualquier cosa.
La
escena del pobre conejo estalla en mi miente y un escalofrió me recorre por
completo el cuerpo y pienso… ¿sería Vanessa capaz de hacer algo así?
―¿Estás
bien? ―La voz de Al me corta la película que se está pasando en mi cabeza.
Vuelvo a mirarlo y me encuentro con sus ojos que observan con preocupación.―
¿En qué estás pensando?
―Conejos
―le suelto de pronto sin pensar en lo que digo.
―¿Conejos?
―me pregunta y me sonríe ladino
―No me
hagas caso ―le contesto y sacudo la cabeza para sacar el mal pensamiento.
Terminamos
la cena y decidimos marcharnos. Nos montamos en la moto y salimos rumbo a
nuestro edificio. Me aferro con fuerza a él, tan fuerte que creo que le voy a
romper un par de costillas. Al aumenta la velocidad y vamos serpenteando entre
el tráfico. La verdad es que la idea de montar en motocicleta pintaba
excitante, pero ya una vez sobre ella y a la velocidad en la que vamos, la
excitación se ha tornado en miedo. Pero el que Al vaya conduciendo me
tranquiliza un poco, es un bombero, no haría nada para arriesgar nuestras
vidas… ¿o sí?
Cuando
entramos en el estacionamiento suelto el suspiro de alivio que tenía atorado en
la garganta. Al estaciona la moto y la apaga. Yo lo suelto y me quito el casco
y se lo entrego, él hace lo mismo.
―¿Lo
has hecho apropósito verdad? ―le digo un poco molesta.
―¿Hacer
qué? ―me dice sonriendo, con esa risa pícara que me desarma por completo.
―Venir
manejando esta moto sobre el límite de la velocidad permitido en esta ciudad.
Quiero
bajar de la moto, pero no puedo, aun me siento un poco temblorosa por el
paseíto a máxima velocidad que me he pegado. Nos quedamos callados por unos
segundos, estamos en nuestro destino y es aquí donde tengo que decidir. Uno:
sigo haciéndome la ofendida y me marcho a casa dejándolo solo como castigo, o
dos: permito que él haga su mejor esfuerzo y que trate de convencerme por unas
horas en su cama.
Creo
que la segunda opción es la mejor. Para que me hago la dura si lo que quiero es
tenerlo a él.
Aún
sentados en la moto lo tomo por la cintura y lo abrazo fuertemente, poniendo mi
mejilla sobre su espalda.
―¿Ya
me has perdonado? ―pregunta y su voz profunda retumba en el oído que tengo
contra su espalda.
―Aún
lo estoy pensando. Además tienes que hacer tu mejor esfuerzo para convencerme,
no es así de fácil como piensas.
Al
suelta una carcajada y me contagia con su risa.
Estar
ahí en con él es tan reconfortante. Abrazarme a esa ancha y musculada espalda
hace que un calorcito comience a nacer en mi interior. Todos estos días
pensando en él, deseándolo como loca y ahora lo tengo aquí, solo para mí. Hoy
no se me escapa.
Por
mi mente comienzan a pasar imágenes de Al desnudo y el calor que sentía se
acrecienta y amenaza con iniciar un incendio en mi interior. Pero qué suerte la
mía que cuento con un bombero a mi lado para apagarlo.
Quiero
besarlo, un buen beso de los suyos es lo que necesito. Me despego de él y sin
pensar en lo que hago levanto una de mis piernas y comienzo a pasarla por sobre
sus piernas, me levanto un poco y voy cambiando de posición para quedar sentada
a horcajadas sobre Al. Guauuuu, ni yo me lo creo, no sabía que dentro de mí
vivía una contorsionista del circo chino.
Él
deja los cascos colgando de las manillas de la moto y coloca sus manos en mi
cintura. Nos miramos y entonces me aferra a su pecho con fuerza. Tomo su rostro entre mis manos y me lanzo a
su boca para que me dé el beso que estoy esperando.
Nos
besamos con desesperación, como si fuéramos dos sedientos en el desierto.
Nuestras lenguas chocan y yo quiero que él me tome aquí, en este lugar, sobre
su moto.
Sus
manos viajan por mi cuerpo haciendo presión en mis curvas y yo me he comenzado
a mover sobre él rozando su erección que ya ha hecho su aparición. Por Dios,
esto es tan excitante. Este hombre me vuelve loca. No me extraña que tenga a
una ex obsesionada persiguiéndolo. Al puede volver loca a cualquier mujer solo
con beso.
Nos
seguimos besando, el calor aumenta unos cuantos grados más. Gemidos y jadeos
son la música que nos acompaña. Al se separa de mi boca y sobre ella me dice.
―Pequeña,
creo que la fantasía de follarte sobre una moto, hoy no podrá ser cumplida.
Llevas mucha ropa, además no sé si este estacionamiento tiene circuito de
vigilancia. Tengo que verificar eso primero. No quiero que luego un video
triple x de nosotros desnudos sobre esta moto se tome la internet.
Aunque
sé que Al tiene razón no dejo de sentir un poquito de desilusión ante lo que me
está diciendo. Pero vuelve a besarme y se me pasa.
―Bueno
―le digo sonriendo―, yo estaba pensando en subir la moto hasta mi casa.
Me
mira sonriendo y en sus ojos atisbo deseo y lujuria. Está igual o peor que yo
de excitado.
―Vamos
―dice dándome una nalgada y un beso rápido en los labios.
Llegamos
a nuestro destino y nos miramos como decidiendo en cuál de los departamentos
entrar. Él ve mi cara de duda y tira de mí llevándome hasta su puerta.
Hace
que yo pase primero dentro de su hogar, Al me sigue y cierra la puerta tras de
él. Camino tres pasos y siento que me
toma por un brazo para luego acercarme a él y me estampa con la muralla. Me
besa con desesperación y mis piernas flaquean amenazando con no seguir
sosteniendo mi cuerpo.
Mete
su mano en mi cabello jalándolo para que mi cuello quede expuesto a él. Sube y
baja, repartiendo besos y lamidas que hacen que pierda un poco más la razón.
Vuelve a mi boca con posesión y me da un tirón en el labio inferior, lo que
hace que mi entrepierna vibre con más fuerza.
Se
separa de mí un poco, me mira directo a los ojos con los suyos vidriosos por la
pasión y lleva sus manos a mi blusa. Yo arqueo mi espalada haciendo que mis
pechos queden mas erectos de lo que ya están. Posa sus manos en el primer botón
de la blusa y sin más le da un tirón, haciendo que los botones vuelen por los
aires y caigan desparramados por el suelo.
―Pero
que manía la tuya de romperme la ropa ―le digo divertida―. Estoy haciendo una
lista de cada prenda que me has destrozado. Un día de estos tú y yo nos vamos
de compras.
Me
sonríe y me guiña y ojo, ayyy, como me encanta a mí eso del guiño. Es una
actitud de niño travieso que puede conmigo. De pronto y en un rápido movimiento
se agacha un poco y me levanta sobre su hombro, al más puro estilo hombre
cavernario. Yo ya estoy a mil y quiero tenerlo pronto dentro de mí. Llegamos a
su cama y me deja caer sobre esta.
Comienza
a quitarse la camiseta y yo soy espectadora en primera fila de ese torso ultra
mega definido y que es todo para mí.
Me
cubre con su cuerpo y comienza a besar cada rincón del mío. Me retuerzo con el
contacto de su boca recorriendo mis pechos. Ahora me ayuda a quitarme lo que
queda de ropa, me besa para luego preguntar:
―¿
Aún estás enojada o ya me perdonaste?
―Dijiste
que me convencerías, y aún no estoy convencida. Tendrás que esforzarte más ―le
digo toda coqueta.
―¿Te
quedarás a pasar la noche conmigo? Tengo pensadas muchas maneras para
convencerte y creo que necesitaré de muchas horas para enseñártelas.
Un
calorón me sube desde la puntas de los dedos de mis pies y llega hasta mi cara
resecando mi garganta a su paso. Pienso en su proposición y decido quedarme esa
noche y pasarla de maravillas. Pondré la alarma en mi teléfono ya que mañana
debo estar temprano en casa para recibir a Francisco.
―Está
bien, me quedo contigo. ―Termino de decir eso y Al comienza con el primer
asalto de la noche
Después
de haber recorrido casi medio Kamasutra, caemos cansados en los brazos de
Morfeo. Bueno yo en los fornidos brazos de mi sexy bombero.
Antes
de que suene el despertador, yo ya tengo los ojos bien abiertos. Supongo que es
por el hecho de no estar en mi casa, a pesar de que en esta también se duerme a
las mil maravillas. Y más teniendo lo que respira suavemente a mi lado… Ladeo
el rostro y lo miro fijamente, a través de los primeros rayos de luz que se
filtran por las rendijas de la persiana. Está durmiendo bocabajo, totalmente
desnudo, y justamente uno de esos rayos cae encima de sus durísimas nalgas.
¡Por favor, me dan ganas de darle un cachetazo ahora mismo! Juro que jamás
había visto un culo tan prieto y con una forma tan perfecta. Al final no me
aguanto más, así que estiro un brazo y le acaricio el trasero delicadamente.
Automáticamente me entran unos calores que ni mi madre cuando le dan los
ataques menopáusicos.
—Gracias, Dios —murmuro bajito,
observando el techo como si fuera una auténtica beata.
Prosigo con mis caricias un poco
más, y al final me atrevo y le doy un pellizquito. Al se queja entre sueños y
gira la cabeza hacia el otro lado. Le dejo en paz para que pueda dormir un poco
más, aunque me gustaría despertarlo con una sorpresa: yo cabalgándole como una
auténtica Amazona. Pero una vez leí que si quieres a alguien, debes dejarlo
dormir. Y a ver, yo no es que lo quiera ya, que tampoco me enamoro tan rápido…
Pero lo cierto es que le estoy cogiendo un cariño…
Vuelvo a echar un vistazo a esa
figura tremenda y me pierdo en ensoñaciones. En un momento dado escucho un
extraño ruido y mi mirada se desliza hasta su culo. ¿Se ha tirado un pedo? A
ver, no sería tan raro. Es decir, imagino que los bomberos buenorros también se
cuescan, pero la cuestión es que eso sería tener mucha confianza y ya no sería
lo mismo cuando me lo tirara… Por suerte, el ruidillo se repite y comprendo que
es mi estómago haciendo de las suyas. Pues sí, me muero de hambre. Yo es que
soy de las que necesitan desayunar para afrontar el día con fuerzas.
Decido prepararle el desayuno. Quizá
encuentre chocolate o nata por la nevera y acabemos comiéndonos a nosotros
mismos. Salgo de la cama de manera cautelosa. Él vuelve a gruñir entre sueños y
murmura algo que no puedo entender bien, pero mi mente se convence de que
estaba pronunciando mi nombre. Seguro que está teniendo algún sueño húmedo
conmigo y, cuando regrese con la bandeja del desayuno, me estará esperando con
su manguera preparada.
Una vez en la cocina, abro la nevera
en busca de leche pero tan solo encuentro un zumo de naranja casi vacío, un
huevo, jamón de pavo de ese soso que a mí no me gusta nada y la mitad de un
tomate. Arqueo una ceja y cierro la nevera con la intención de buscar pan para,
al menos, hacer unas tostadas. Pero vamos, tampoco hay. Oye… Que no se puede
tener todo. A ver, Al es guapísimo, tiene un culo para morder, folla como dios
griego y es muy cariñoso, al tiempo que sensual. Que sea un poco descuidado con
la compra no es nada malo…
Se me enciende la bombilla y, con
rapidez, regreso al cuarto y cojo el móvil para enviarle un Whatsapp a Inés. La
pobrecilla estará hasta el toto de quedarse con Francisco, pero no pasa nada
porque espere una… A ver que haga cálculos… Bajar y comprar algo dulce en la
panadería, llevárselo a Al a la cama, revolcarnos entre migas de croissants y
madalenas… Sí, yo creo que con unos cuarenta y cinco minutos más tendré bastante.
Tecleo como una loca, echando ojeadas a mi bombero.
Inés,
cariño… Quédate con Francisco hasta las ocho y media, ¿vale? Enseguida iré y lo
llevo a la escuela.
Su
respuesta me llega de inmediato. La tía ya estará levantada esperando que acuda
a casa.
Oye,
guarrindonga, ¿pero qué es lo que haces? ¿Es que no has tenido bastante con los
polvos que habrás pegado esta noche?
Me
rio por lo bajito y le escribo una vez más. Al tiene la boca abierta y suelta
un suspiro. Ay, pero qué mono es durmiendo como un cachorrito… Me doy prisa en
acabar el mensaje para Inés.
Quiero
prepararle un desayuno bonito… Y yo seré el postre, que sé que me lo
preguntarás.
Segundos
después, un nuevo Whatsapp de mi amiga, aceptando quedarse con mi hijo. ¡Ay,
pero qué maja es! Voy a tener que invitarla a cenar, aunque al final se me va a
ir el sueldo del paro enseguida entre desayunos para Al y cenas para contentar
a amigas.
Gracias,
guapaaa. Nos vemos en un ratito.
Cierro
la aplicación de Whatsapp, a pesar de que en el grupo de mis chicas hay como
unos cuatrocientos mensajes y me muero por leerlos y también por contarles
todas mis andanzas. Corro en busca de mi blusa pero recuerdo que Al me la
rompió anoche en un arranque de esos que le dan, pero que a mí, en el fondo, me
ponen tanto. Así que lo único que se me ocurre es ponerme una de sus camisetas
y precisamente es esa con la que me recibió las primeras veces, la de la
manguera… ¡Cómo me gusta! Al ponérmela, su perfume llega hasta mi nariz y
suspiro como una tonta. ¡Si es que cualquier cosa suya me pone cachonda! ¿A que
no voy a la panadería y me lanzo en la cama con el salto de la tigresa? No, no,
a ver, Minny, tampoco tienes que pensar en sexo todo el rato, que vale que
habláis y eso y os lleváis muy bien, pero todo en esta vida no puede ser sexo.
Eso me lo dice mi parte santurrona y responsable, que a veces es un poco
aguafiestas, pero que me parece que esta vez tiene razón.
Termino
de vestirme con mi falda —menos mal que eso estaba intacto, porque si no,
tendría que haber bajado con mi ropa interior del Primark—, me pongo los
tacones y me lanzo fuera de la habitación sin siquiera arreglarme el pelo. Bah,
la panadería está dos números más abajo, es a la que voy siempre a comprar el
pan, así que me han visto ya muchas veces con pelos de loca. Incluso con cara
de la niña de El Exorcista cuando me ha bajado la regla y tengo que llevar a
Francisco a la escuela.
El
ascensor tarda más de lo normal, pero al fin llega y, para mi sorpresa —y un
poco de vergüenza— resulta que no va solo, sino mi vecino del quinto, que es
banquero, y se va muy temprano a trabajar. Y si estáis pensando si está
jamelgo, pues no. Es el típico pringado con gafas de culo de vaso que pega un
polvo una vez al mes. Vale, mi vida sexual tampoco es que fuera maravillosa,
pero en los últimos días sí, ¿eh…?
—Buenos
días… —me saluda con gesto contrariado. A lo mejor es que todavía huelo al sexo
maravilloso de anoche, o que mi atuendo no le satisface. ¡Pues me importa un
pimiento!
—Buenos
días —saludo, retándole con la mirada.
En
cuanto el ascensor llega abajo, salgo pitando de él, que por poco me como los
escalones. Me repongo con la mayor dignidad posible, mirando de reojo de forma
disimulada al vecino, el cual está parado ante el ascensor con expresión
interrogativa y, sin añadir más, me lanzo a la calle como si estuviera en una
carrera de velocidad. Por suerte, no hay nadie en el horno ahora mismo. Entro
como si estuviera huyendo de un asesino en serie y Noe, la chica que trabaja en
él, se me queda mirando con ojos divertidos.
—¿Pero
dónde vas tan loca?
—Corre,
ponme cuatro croissants. Dos normales y dos rellenos de chocolate. Y también
dos cafés —le pido, porque en el fondo tampoco he encontrado leche ni café ni
nada y yo, si no me tomo uno, no funciono y tengo que hacerlo más que el
conejito de las Duracell.
—¿Te
han entrado los antojos? —Noe se ríe mientras me pone el pedido.
—Pues
no, maja… Al antojo lo tengo en la cama —contesto, con una sonrisilla maligna.
—Ya
decía yo que habías cambiado de estilo… —me dice, señalándome la camiseta.
Me
entrega el pedido entre risas, se lo pago y me despido todavía con la sonrisa
en la cara. Corro otra vez hasta la puerta de la finca, imaginando lo que voy a
hacerle a mi bombero una vez nos hayamos comido todo esto. La verdad es que
abrir con dos cafés y con la bolsita de croissants no es nada fácil, y estoy
haciendo un montón de malabarismos para no derramar ni una gota.
—Perdona…
¿Quieres que te ayude? —Escucho una voz femenina a mi espalda. Me imagino que
será alguna vecina.
—Sí,
muchas gracias…
Y de
repente, todo pasa muy deprisa. Antes de girarme, alguien ya me está estirando
del pelo, con lo que mi cabeza se echa para atrás. Suelto un grito y, sin
poderlo remediar, se me caen los cafés. ¡Me cago en todo, después de todos los
malabarismos…!
—¿Pero
qué coño…? —exclamo, notando que me empiezo a enfadar. Y lo hago mucho más
cuando la persona que está a mi espalda me gira hacia ella y descubro que es la
Vanessa de los cojones.
—¡Guarra!
—grita, como una desquiciada. Me empieza a dar manotazos por todas partes y yo
me tapo corriendo la cara para evitar sus golpes. ¡Será loca la tía!—. ¿Te
creías que no me iba a enterar? —Ala, y ahora se pone a arañarme—. ¡Y encima
llevas una de sus camisetas favoritas! ¡Te voy a arrancar esos pelos que
tienes!
—¡Guarra
tú! —me pongo a chillar, intentando defenderme. Pero la muy perra tiene unas
uñacas que ni Eduardo Manostijeras.
—¡Apártate
de él!
—¡La
que tiene que apartarse eres tú, Vanessa…! —Y de repente se me ocurre una
tontería con la rima esa de críos—. ¡Que ya no se la pones tiesa!
La
perra se enfurece más y me coge del pelo otra vez. Pero yo no soy menos y la
agarro del suyo. Golpe para acá, arañazo por allá, gritos, patadas… Cuando me
quiero dar cuenta se han reunido alrededor de nosotras unas cuantas personas,
alguien nos está separando y yo tengo una de sus extensiones en mi mano.
¡Chúpate esa, asiliconada! Porque esas tetas tan tiesas y redondas no pueden
ser reales. Que vamos, las mías también están altas y con una bonita forma,
pero las suyas se nota que son compradas.
—¡Eh,
mujeres! ¡Ya basta! ¿Pero qué os pasa? —Una voz masculina a mi derecha, pero yo
estoy tan cabreada que paso de quien sea y le lanzo una mirada mortífera a mi
enemiga.
—¡La
zorra esta, que se está acostando con mi novio! —exclama la muy cabrona.
—¡Que
no es tu novio! —chillo con rabia.
La
gente a nuestro alrededor cuchichea. Incluso un chaval con un skate se ha
puesto a grabarnos. Este es capaz de subir el video al Youtube para forrarse.
Me dan ganas de quitárselo, pero tampoco quiero parecer una psicópata.
—¿Vanessa?
¿Qué haces tú aquí?
Y no,
no es Al el que lo pregunta porque imagino que Al aún estará durmiendo a pierna
suelta. El que conoce a esta pilingui es el chico que nos ha separado que,
ahora que me fijo en él, es el bomberaco jamelgo del otro día en el que saltó
la falsa alarma. Joder, ahora que lo veo a plena luz del día es que está para
comérselo también. Pelo castaño claro, ojazos entre grises y verdes y un
cuerpazo de escándalo. Mira… Qué bien han crecido Zipi y Zape. Me rio ante mi
ocurrencia y Vanessa y él se me quedan mirando con cara rara.
—Vanessa,
no sé qué haces aquí, pero sabes que no puedes estar. ¿Es que quieres volver a
ir a juicio o qué? —Él se arrima a ella, hablándole con cariño. Pero será
posible…
—¡Ha
sido ella, que me ha provocado! —Me señala a mí con esa uña de diez
centímetros, por lo menos.
—Vuelve
a casa, ¿vale? Me gustaría acompañarte, pero no puedo porque tengo que hablar
con Al. Vamos, Vanessa… Sabes que no puedes hacer esto. ¿Me vas a hacer caso o
qué? Yo hablaré con Al por ti, ¿vale? —Le sonríe. Una sonrisa que a mí me
provoca un cosquilleo en la entrepierna. Ay, por dios, si es que ya sabéis mi
pasión por los bomberos. Y encima me da rabia que trate tan bien a esta zorra
que no se merece tanta atención.
Vanessa
lo mira durante unos segundos con expresión de cachorrillo abandonado y, al
final, asiente con la cabeza. En cuanto dirige los ojos a mí, su gesto cambia
al de pura rabia. ¿Veis? ¡Lo que yo decía! Puro teatro… Nos deja allí solos,
mientras se aleja a grandes zancadas a pesar de los tacones altísimos que
lleva. Será perra… Qué disgusto me ha dado. Y encima los cafés y los croissants
por el suelo. ¡Con la ilusión que me hacía desayunar con mi bombero!
—Aquí
ya no tienen nada que ver —dice el chico que nos ha separado a la gente que aún
ronda por allí. Una vez se han dispersado todos, me señala los dulces del suelo
y los vasitos—. ¿Eso era tuyo?
—Sí…
—contesto con un hilo de voz. Y me echo a llorar. ¡Que conste que es por la
rabia, eh!
—Eh,
eh… No llores —se acerca a mí y, para mi sorpresa, me aparta los mechones que
me han caído por la cara y me alza la barbilla, permitiendo que me refleje en
esos ojos claros. Ay, madre, lo que se me va a poner a llorar también es otra
cosa—. Sé que Vanessa no ha actuado de la manera más correcta… Pero está
enferma. Ella…
—¡No
sé por qué la defiendes! Simplemente es una loca acosadora… —me quejo.
El
chico se me queda mirando con cara extrañada, como si realmente yo no conociera
toda la realidad. Arqueo una ceja y por mi mente pasa la idea de que, quizá, Al
no ha sido sincero del todo conmigo. Pero, aun así, ¡la Vanessa esta no tiene
derecho a tratarme así, que yo no he hecho nada!
—Vamos
a hacer una cosa… Te voy a curar este arañazo… —De repente, su suave dedo está
acariciando mi mejilla de una forma muy sensual. O eso es lo que me parece a
mí—. Pero antes, iré a comprarte el desayuno. ¿Qué es lo que quieres?
—A ti
—me sale. Ale, Minny, otra vez tu boca que va por delante de tu cerebro. Él me
mira divertido y luego me deja allí plantada, con mariposas en un lugar que no
es precisamente el estómago.
Durante
los minutos que está en la panadería, yo pienso en mangueras, en barras de
bomberos y en Al y este chico sin nada de ropa. Y yo tampoco, claro. Cuando
regresa, yo aún estoy perdida en mi ensoñación y él tiene que chasquear los
dedos para que le haga caso.
—Aquí
tienes —me entrega una bolsa que tiene no solo croissants, sino también
ensaimadas y donuts—. Por cierto, me llamo Lucas.
Hasta
su nombre me pone, para qué mentirnos.
—Yo
Minny.
—Así
que tú eres la chica con la que se está viendo Al… —dice, sonriendo con un
gesto de aprobación.
—Pues
sí… ¿Es que ha ido contando sus hazañas en el parque o qué? —pregunto, a la
defensiva.
—Claro
que no. Él no es así. Pero lo conozco desde hace mucho y se nota cuando está
coladito por alguien…
¿Qué?
¿Coladito? ¿En serio? Pero si apenas nos conocemos… Vale, él me ha dicho que le
gusto mucho, pero…
—¿Vives
aquí también entonces, no? —Me pregunta. Asiento con la cabeza—. ¿Entramos?
Tengo que hablar con Al. Es urgente.
Y nos
metemos en el portal en silencio. En el ascensor tampoco hablamos, pero él no
para de echarme miradas que no son nada disimuladas. Y yo con la bolsa de
croissants y donuts en la mano, apretándola tanto que, cuando llegue a casa,
será una papilla.
—¿Vienes
tú también a casa de Al? —Me mira curioso.
—Eh…
No. Es muy tarde ya, y tengo que llevar a mi hijo a la escuela.
Él se
me queda mirando con una sonrisa, pero no dice nada. Tan solo asiente con la
cabeza y, acto seguido, sus dedos vuelven a rozarme la mejilla. ¿Pero esto qué
es….?
—Acuérdate
de curarte el arañazo —Se dirige a la puerta de Al y llama al timbre—. Cuídate,
Minny —Uy, por dios, que voz más erótica…
Escucho
pasos dentro del piso de Al, así que me apresuro a abrir mi puerta y me meto
corriendo en el piso antes de que me vea. Ahora mismo no podría estar con esos
dos tiarrones y mantener la cabeza serena. Además, estoy muy enfadada por lo de
Vanessa… ¡Esto vamos a tener que hablarlo de forma seria! Al final me va a dar
miedo salir a la calle, por favor. Pero vamos, que la Minny se enfrenta a ex
novias locas y a todo lo que se le ponga por delante.
Le mando un Whatsapp a Inés y le
digo que me traiga a mi hijo para llevarlo a la escuela. En cuestión de segundos
la tengo ante la puerta. Mi hijo y ella se fijan en la bolsa de dulces.
—Buaaah, donuuuuts —dice Inés, toda
contenta.
Y yo suelto un suspiro, porque al
final van a ser ellos los que disfruten de un buen desayuno y no yo.
Me
estoy curando el arañazo que me ha hecho esa gata, no puedo creer que esto me
esté pasando a mí, es muy surrealista. Cojo mi móvil y le escribo a las chicas
del Whatsapp. Tengo que compartir con ellas lo sucedido. ¿Más de ocho mil
mensajes? No me voy a parar a leerlos, lo mío es una tragedia que merece ser
compartida.
¿Sabéis a quién la ha atacado una ex
celosa y sociópata antes del desayuno?
¡Pues si, a Moi!
Encarni:
¿Estás bien? ¿Te hizo daño?
Fue horrible, jamás esperé que me
pasara algo así.
Dacar:
¿Quién fue esa loca? ¿A quién tenemos que matar? (puño)
Lorena:
¿Qué ha pasado Minny? ¿Te encuentras bien?
Noa:
Cuenta bien, Minny, ¿Qué te ha sucedido?
Quería sorprender a Al después de
una noche fabulosa con un súper desayuno en la cama. Bajé a comprar y vino esa
loca y me arrastró como si quisiera fregar el suelo conmigo en el intento.
Hemos montado un espectáculo teniendo a mis vecinos de testigos oculares, y un
flipado grabando con el móvil ya ha de ser el vídeo viral de la semana en
Youtube
¡Estoy muy indignada!
(Caritas llorando)
Emi:
¡Madre del amor hermoso! (carita de horror)
Carmen:
¡Qué horror Minny! ¿Pero no te hizo daño?
Me ha dejado un señor arañazo, pero
no veáis cómo la dejé yo, poco me faltó para arrancarle las extensiones y
desinflarle los flotadores que tiene por pechos (caritas de diablito). Esta tía
tiene más plástico que envase de tupperware.
Bea:
¿Qué ha dicho Al?
Dacar:
Sí, eso, ¿qué ha dicho él?
Encarni:
Supongo que te ha defendido de las garras de esa arpía.
No, no se enteró de nada, nos separó
su compañero bombero que vino a casa la noche que se activaron los aspersores
anti incendios.
Nora:
Minny, que mal trago, pero ¿qué te dijo después Al?
Aún no he hablado con él, no sé qué
decirle. Me jode estar en esta situación, pero sé que él no tiene la culpa de
que esa loca esté obsesionada. Sin embargo, me siento histérica con él.
Paula
V: Claro, hija, es comprensible, debes de hablar con él.
Lo sé, os dejo. Gracias por todo,
necesitaba compartirlo o estallaba
Besos
Me
voy directa a la ducha, no me quiero quitar su olor. Me abrazo a su camiseta
que aún lo conserva, ¿Por qué tienen que complicarse las cosas?
Tengo
un mensaje de voz. Es Al; me ha llamado mientras me encontraba en la ducha.
“Nena
lo siento mucho, de verdad, qué mal trago has pasado por culpa de esa loca.
Lucas me ha contado que te hizo daño, espero que no sea nada grave, he pasado
por tu casa y no contestabas y tenía que correr al parque. Hoy doblo turno para
mañana tenerlo libre por mi cumple, prometo compensarte. Besos y por favor no
estés enojada conmigo. No lo soportaría”.
Me
he derretido, su voz suena realmente angustiada, esta situación nos supera. Me
olvido de todo, es su cumple, y, mierda, que es mañana, solo tengo veinticuatro
horas.
Se
me ocurren mil ideas de camino al Primark. Compro todo lo necesario y me paso
por el sexshop de Valeria, invierto un poco de mis ahorrillos pero vale la
pena. Por él, todo. Es un buen artilugio que estoy segura que le sorprenderá
gratamente. Saliendo de la tienda, me topo con una gitana que me quiere leer la
mano.
––Por
un euro te leo el futuro, ¿te animas a saber lo que las parcas han preparado
para ti? ––me dice sonriendo––. Dame tu mano, no pierdes nada.
Lo
pienso, es verdad no pierdo nada.
––Pero
dime solo lo bueno, no quiero saber nada malo ––le advierto entregándole la
mano derecha.
––No,
dame la izquierda que lleva el futuro, la derecha marca el pasado. ––Me coge la
muñeca y empieza a seguir las líneas––. Tienes suerte, no veo nada negativo en
tu futuro, pero te advierto que tienes una morena echándote mal de ojo, ten
cuidado con ella.
«O
esta tía de verdad lee el futuro o es una excelente cuentista»
––Veo
una decisión de la cual depende tu futuro en el amor. Si sabes escoger, estarás
con el amor de tu vida, hombre al que veo ya has conocido, si no, envejecerás
sola.
Me
suelta la mano, no asimilo lo que me ha dicho y le entrego el euro.
––Guapa,
tienes que pensar bien antes de decidir. ––Y se marcha.
No
salgo de mi asombro, pero ¿qué hago yo creyéndole a una gitana?, seguro es lo
que le dice a todas las personas incautas que caen en sus manos.
Fran
va a pasar el fin de semana en un campamento con la banda musical. Mi niño es
todo un prodigio de los instrumentos de cuerdas, qué orgullosa me siento de él.
Continuo ultimando los detalles. He colocado la sorpresa en el dormitorio y no se
lo he contado a las chicas del grupo; primero quiero probarlo, cuando lo sepan
sé que fliparán, llevo todo el día de manitas en casa.
Tengo
todo listo: una reserva a las nueve en un restaurante muy chic, recomendación
de Valeria, que me dijo que preparan comida muy afrodisiaca.
A
las ocho en punto llega Al, guapísimo, con unos pantalones color beige, una
camisa blanca ibicenca desabotonada dejando parte de su pecho al descubierto.
Dios, que me lo como enterito. Salto a su cuello.
––¡Feliz
cumpleaños! Pero qué calladito te lo tenías, no me has dado mucho tiempo pero
te tengo una sorpresa ––le digo besándolo apasionadamente.
––Nena,
tenemos que hablar ––me dice muy serio. Seguramente me hablara de Vanessa.
––Chist,
tranquilo, no hablemos de cosas feas o ex celosas. ––No me espero más y lo
llevo directo al dormitorio, abro la puerta y me giro para ver su expresión.
––Minny,
guau, esto es… estoy sin palabras… es perfecto. ––En mitad de mi dormitorio
cuelga un columpio del amor––. Nena ––me besa––, en serio, tenemos que hablar.
––Tocan a la puerta––. Escúchame, esto lo haremos solo si tú lo quieres.
Se
dirige a abrir y me encuentro a Lucas con una botella de champagne en la mano.
¿Hablar?
No sé qué significa, pero cada vez que uno de mis ex ha pronunciado esa
palabra, al día siguiente yo estaba en la cama rodeada de kleenex.
―¿Qué
hace Lucas aquí? ―pregunto intrigada y, con suerte, desviar el tema.
―Nena,
de eso quería hablar contigo ―responde poniendo cara de niño travieso.
Desvío
la mirada y Lucas no se queda atrás. ¡Ay, madre! Estos dos hombres son un
auténtico pecado. ¿Es necesario que siempre parezcan preparados para matar?
Igual soy yo, es muy posible que mi subconsciente me juegue malas pasadas.
Porque mi mente y mi cuerpo reaccionan siempre igual con estos dos bomberazos
¡Ardor! Siempre ardo al verlos.
Al
me coge de la mano y me lleva al dormitorio de nuevo. Mientras nos dirigimos al
que se ha convertido en mi habitación del deseo, le dirige unas palabras a
Lucas:
―Danos
un minuto.
1Una
vez dentro, mientras el muy ladino, con una de sus manos me acaricia la
espalda, con la otra roza las tiras del juguetito sexual, de arriba a abajo,
sin dejar de mirarme a los ojos.
―Verás,
no sé muy bien cómo vas a reaccionar a mi proposición ―dice con voz ronca. Eso
sí, sin dejar de tocarme, para despistarme supongo.
―¿Qué
tipo de proposición? ―preguntó atontada, ya que su mano hábil ya está rozando
mi trasero.
―Nena,
me gustaría cumplir una de mis mayores fantasías… ―suspira―. Me encantaría hacer
un trío en la cama.
¡¿Qué?!
¿Me está proponiendo montármelo con Lucas y él? ¿Y eso es una de sus fantasías?
Debe estar de coña, porque más bien se acaba de meter en mi cerebro, donde ya
estoy mojada, sudada y follada por estos dos.
―Espera,
espera ―tengo que asimilar este notición―. Quieres que Lucas, tú y yo…
Me
acalla con un beso, no uno cualquiera, con esa clase de beso que su lengua
juega en tu boca proporcionándote mucho, mucho, pero que mucho placer.
―Solo
si tú quieres. Nena, no te sientas obligada, por nada del mundo quiero hacerte
sentir violenta o…
―¡Violenta
me voy a poner si no cumples ahora tu fantasía! ―digo sin reparos. Oye, que no
puede ponerle a una a mil, con cien pensamientos impuros y dejarla con la miel
en los labios ¡Vamos, digo yo!
Al,
sin dejar de tocarme, con la otra mano abre la puerta del dormitorio.
―Lucas,
colega, ven aquí.
Nada
más entrar ya estoy fantaseando. No voy a mentir, había soñado muchas veces con
un momentazo como este. Claro que, los protas eran David Gandy y Leo Rico, otro
bomberazo. ¡Ja!
¡Madre
mía, madre mía, madre míaaaaaaaaa! Joe, es que no me ha dado ni tiempo.
Mientras intentaba asimilar la situación, Al me ha dejado desnuda ¡Qué calor!
―Su
boca es mía ―dice Al justo antes de volverme loca con otro de sus besos―. Todo
lo demás podemos compartirlo.
Lucas
no pone pegas, se sitúa justo a mi espalda y sus brazos me envuelven para
masajear mis pechos. ¡Uff, ardo! Al final tendrán que venir más compañeros,
porque aquí acaba ardiendo Troya.
No
soy una persona egoísta, así que mientras me dejo tocar por estos dos hombres
¡Qué hombres, aissss! Voy desnudando a Al. Cuando ya está completamente
desnudo, me doy la vuelta y me topo con la mirada más lasciva de toda mi vida
¡Joder con Lucas!, aunque me viene una pregunta a la mente: ¿Por qué no puedo
besar a Lucas? Os juro que sus labios son muy apetecibles. Nadie me ha preguntado
si yo quiero o no hacerlo.
―¿Te
gusta lo que ves? ―pregunta Lucas con una voz muy erótica.
―Ya
lo creo que me gusta ―respondo sincera y con la vista fijada en su miembro
viril.
¡Calor,
calor y más calor! Estoy tentada en salir corriendo por mi móvil. Mis amigas no
se van a creer que tengo justo delante la polla más apetecible del planeta. Y
yo que pensaba que la de Al era única y especial.
¿Y
si me arriesgo a besarle? Sí, es una buena idea, me apetece mucho probar esos
labios. Aunque ahora mismo mi boca está deseosa de probar otra cosa.
¡Joder,
joder! Acabo de recordar a la gitana que me leyó la mano «veo una decisión de
la cual depende tu futuro en el amor, si sabes escoger estarás con el amor de
tu vida, hombre al que veo ya has conocido, sino envejecerás sola». ¿Será la
decisión, el besar los labios de Lucas? ¿Tanto podría molestar a Al que yo
besara otros labios?
Por
un momento estuve tentada a besar a Lucas, pero luego recordé que ésta era la
fantasía de Al. Por mucho que se pareciera a la mía, diablos exceptuando los
besos, era mi fantasía. Pero respetaría sus deseos.
Tomé
un profundo suspiro y seguí desnudándolo. Sentía mi piel ardiente y súper
sensibilizada. Ni siquiera habíamos empezado y yo estaba más que lista para ser
follada por donde ellos quisieran. ¿Qué tan loco era eso?
Mientras
terminaba de quitar la última prenda a Lucas, para dejarlo gloriosamente
desnudo, Al comenzó a besarme el cuello, mientras hacía rodar mis pezones entre
sus dedos.
Me
giro para poder besarlo y Lucas se pega a mi espalda, con su pulsante erección
moviéndose sobre mi trasero.
Estaba
en llamas, ambas pollas estaban presionándose contra mí, dejándome agitada y
más mojada. Mi coño sentía la falta y se apretaba, haciendo que mis jugos bajaran
por mis piernas. Quería gritar que hicieran algo más, que se apuraran, pero
otra vez, ésta era la fantasía de Al, por lo que soporte expectante lo que
viniera a continuación.
―Vamos
a tomarte, amor ―dijo Al, su voz baja y ronca―. Vamos a hacerlo a la misma vez,
los dos vamos a estar dentro de ti. ¿Estás preparada?
―Oh
Dios! Si Al, por favor. Dejen de torturarme. Solo podía resollar, pues mi voz
se había ido, quién sabe dónde.
―Descuida
preciosa, recién empezamos. Dudo que quedes insatisfecha. ―Se rio Lucas.
Lentamente
me llevaron a la cama, me dejaron en mitad de la cama. Pero ellos seguían de
pie, viéndome.
Cada
uno camino por un lado de la cama y se acostaron, dejándome en el medio de
ambos. Lucas besó mi cuello, su mano viajando al sur de mi cuerpo. Al tomó mis
labios con hambre mientras sus manos se unían a las otras en mi necesitada
entrepierna.
Ambos
me tocaban demasiado suave, cerca de donde más ansiaba sus manos, pero no ahí.
Se burlaban de mí y no había nada que pudiera hacer, salvo sentir.
Cuando
estaba dispuesta a suplicar y maldecirlos, ambos dedos entraron en mi cuerpo.
Solté un alarido y me corrí duro. Ellos no se detuvieron, comenzaron una danza
con sus dedos bien dentro de mi coño y sus bocas en cada uno de mis pechos,
mientras hacían durar más las olas de placer que me recorrían por mi reciente
orgasmo, increíblemente volví a correrme gritando como una posesa.
Cuando
se detuvieron yo era un charco, que solo gemía. Por Dios, ellos recién estaban
empezando, no quedaría nada de mí al finalizar la noche.
Gemí
alto al escuchar como Al se levantaba, arrastrándome con él.
―Tiempo
de recompensarnos hermosa ―la voz de Al me recorrió entera, haciendo que un
escalofrío me recorriera la columna.
Volvía
a estar en medio de ambos, pero ésta vez, empujaron mis hombros para que me
arrodillara. Lo hice. En ese mismo momento ambas pollas estaban frente a mi
cara, apuntándome, goteando pre- semen y rogando por mi atención.
Tomé
ambas en mis manos y las guié a mi boca. Abrí grande, para poder tomarlas a los
dos juntas. Gemí otra vez cuando el sabor explotó en mi boca, era delicioso.
«¿Quién quiere comida, cuando tiene estas dos pollas para degustar?». Pensé.
Las
saqué de mi boca, chupé una y luego la otra, sin dejar de girar mis muñecas. En
ningún momento dejé de mirarlos mientras pasaba la lengua por las puntas. Metí
primero una en mi boca y relaje mi garganta y tratando de tragarla toda, la
solté e hice lo mismo con la otra. Reprimía los signos de arcadas, porque
disfrutaba de ellos.
Las
levanté y lavé con mi lengua ambos sacos, los chupé fuerte y cada vez que los
soltaba se escucha un “plop”
―Sí,
eso es nena chúpanos, llévanos hasta el fondo de tu garganta.
Comenzaron
a tomarme del pelo mientras follaban mi boca por turnos. Así siguieron hasta
que mis labios estuvieron hinchados y mi coño lloraba de necesidad.
Al me
colocó en deforma que quedara sobre mis manos y rodillas. Ni bien estuve en
posición se hundió en mí, con una poderosa embestida. Lancé mi cabeza hacia
atrás y grite de placer. ¡Por fin!
Comenzó
un ritmo lento pero con fuerza. Lucas se colocó debajo de mí, de manera que su
polla quedó a la altura de mi cara y mi coño de la suya.
Pasó
su lengua por mi clítoris en el mismo momento en que Al se hundía en mí. No
dudé en tragarme su verga hasta la raíz, mientras las dos sensaciones me
invadían. Mi cerebro había colapsado y ya no razonaba.
Oí
que algo se destapaba, pero nada me importaba, solo la increíble manera en que
esos dos hombres me estaban llevando al éxtasis.
En el
momento en que sentí algo frío goteando por mi culo me sobresalté, pero no me
dieron tiempo a asimilar lo que pasaba, porque en ese mismo instante Lucas
metió su dedo en mi coño, junto con la polla de Al.
Grité
por sorpresa y el increíble placer que sentía. Lengua, polla y dedo trabajaban
en conjunto, sobre estimulándome tanto, que cuando Al metió dos dedos en mi
culo para estirarme, prácticamente los chupe hacía adentro.
Lo
escuché reír, en conjunto con sus gruñidos.
Y
comenzó un nuevo baile, su polla y dedo de Lucas entraban, la lengua y los
dedos en mi ano salían. Cuando éstos entraban, los otros salían. Yo solo
resollaba, buscando aire.
Cuando
estaba a punto de llegar al clímax los muy malditos se detenían y volvían a
empezar. Una y otra vez.
―Dioses,
me van a matar ―dije entre jadeos
Ellos
solo re rieron y siguieron por lo que pareció una eternidad.
Lucas
sacó los dedos, ¡hey! ¿En qué momento habría metió los dos?
Al
mismo momento Al sacó su polla y yo me quedé vacía, temblando de necesidad, los
hubiera maldecido, pero no sé qué pasó con mi lengua, la sentía pesada. La
maldita no servía para nada.
Me
levantaron y me llevaron a la cama, Al se acomodó primero, contra el cabecero
de la cama, acariciándose su pene, que seguía rezumando pre semen y estaba
brillante por mis jugos.
―Ven
aquí nena ―me pidió, sin dejar de tocarse. Yo temblaba por nuestros juegos
anteriores, pero con piernas temblorosas me acerqué a él.
Me
puso una pierna a cada lado, pero no me penetró. Sus manos rodearon mis caderas
para posarse en mis nalgas. Las abrió, presentando mi agujero a Lucas. Giré y
la mirada llena de lujuria me dejó sin aire, menos del que ya tenía. Con un
jadeo volví mis ojos a Al, tomó mi boca con tanto hambre que creí volar.
De
repente sentí la punta roma del pene de Lucas empujando sobre mi ano y me
tensé. Nunca antes lo había usado, pero eso no parecía importar en este
momento.
―Nena,
va a ser más fácil si te empujas contra él ―me señaló Al.
Sentí
la quemazón cuando traspasó el anillo de músculos, siseé por la sensación desconocida,
pero expectante seguí empujándome despacio contra esa enorme polla.
Mientras
el dolor y la quemazón comenzaban a hacerse presentes, Al comenzó a acariciarme
el clítoris mientras tomaba uno de mis pechos en su boca. Eso hizo que
resurgiera el placer, dejando sólo eso en mi mente. Al momento que quitó sus
manos de mí, sentí los testículos de Lucas tocando mi trasero.
Dios,
estaba todo dentro mí y no me había partido a la mitad. Un largo suspiro escapo
de mis labios.
―No
te sientas tan a salvo todavía cielo ―me susurró Al, apoyó su pene en la
entrada de mi coño y empujó.
La
poca reserva de aire que tenía salió volando. Estaba demasiado apretado,
demasiado llena y aun así sabía que no había marcha atrás.
―Relájate
y recíbenos ―demandó Lucas contra su cuello, mientras se mantenía quieto,
esperando que Al estuviera del todo en mí.
Cuando
ambos me empalaron, solo me dieron unos segundos para acostumbrarme, antes de
que empezaran una danza en mi interior.
Cuando
uno salía el otro entraba, Lucas presentaba mis pechos para la boca de Al, al
mismo Al me sostenía las caderas para empujarse más profundo al igual que
Lucas.
―¡Diablos
hombre, que estrecha es! ―Jadeó Lucas―. La membrana que separa su culo de su
sexo es demasiado fina, puedo sentir tu pene rozando el mío.
―Sí,
no vamos a aguantar mucho más ―resolló Al. Y ahí cambiaron el ritmo, ahora
ambos entraban y salían al mismo tiempo. Yo no podía hacer más que agarrarme a
Al, ya que sentía que iba a partirme en mil pedazos.
Al
descendió una de sus manos hacia mi sexo. La sensación de las pollas y la suave
presión del pulgar sobre su sexo, la hizo explotar, haciéndola ver toda clase
de estrellas y luces bajo sus párpados.
Y
ellos también se corrieron, desbordándola con sus fluidos por ambos agujeros,
podía sentir cada pulsación de los hombres, mientas pistoneaban en su interior
para alargar el clímax.
Cuando
cedieron los espasmos, cayeron a la cama con un revoltijo de brazos y piernas.
Lucas
se retiró de ella primera y luego lo hizo Al. Sentí un paño húmedo en ambos
lados, pero estaba tan exhausta, que no podía identificar nada.
Mi
cuerpo estaba saciado, mi mente se había volado hacía bastante, por lo que
ahora estaba más que ausente.
Los
sentí acostarse uno a cada lado. Me giré y miré a Lucas, cuando iba a besarlo
algo me detuvo, por lo que en cambio le di un beso en la mejilla.
Al
mirar a Al, pude ver su amor y su alivio, le rodeé el cuello con un brazo y lo
besé.
―Te
amo ―dije suspirando, mientras me dejaba arrastrar por el cansancio.
No sé
qué me depararía el día de mañana, pero hoy, joder que fue un día para
recordar.
Me
sentía exhausta y pletórica a la vez, tenía a mi lado a dos hombres que podían
ser los protagonistas de un sueño, de uno maravilloso, tórrido y placentero que
hubiese calentado el ambiente en décimas de segundos a cualquiera, como me
había pasado a mí hacía unos minutos. Solo de pensar lo que había ocurrido en
aquella cama, con esos sementales, la temperatura se me volvía a disparar…
«¡Minny, estás desatada, tía!», intento no reírme, no quiero que piensen que
estoy un poco loca, aunque eso me habían vuelto ellos con sus juguetitos, con
aquel trío y con mi primer anal…
―¿Cómo
estás, preciosa? ―me pregunta Al mientras me acaricia con suavidad el estómago.
―Bien
―musito con una sonrisa perdiéndome en su mirada oscura.
―Creo
que os voy a dejar solitos, pareja ―comenta Lucas incorporándose de la cama―.
Minny, ha sido todo un placer y… espero que repitamos pronto porque me he
quedado con las ganas de probar este juguetito que tienes en el dormitorio
―señala el columpio casero que había hecho.
―Claro
―susurro con una sonrisa bobalicona mientras le contemplo embobada su
espectacular cuerpo. «¡Madre mía, cómo está Lucas! ¡Esto es un cuerpo y no lo
de la Guardia Civil!»
Cuando
se viste, se despide de nosotros y nos deja un poco de intimidad. Me giro y
observó a Al que no había quitado la vista de mí sin dejar de acariciarme, y
mientras yo deleitándome con su amigo… Anda que ya me vale. Pero estas cosas a
una no le pasan todos los días y hay que aprovecharlas.
―¿Tienes
hambre? ―pregunta mientras me da besos en el cuello.
―¡Mierda!
―exclamo al acordarme de la reserva que había hecho a las nueve en aquel
restaurante. Me inclino hacia la mesilla de noche y miro la hora―. Al, tenemos
que vestirnos ya. Llegamos un pelín tarde a cenar.
Al se
me queda mirando con una sonrisa, se inclina hacia mí y me planta un besazo de
esos de película.
―Eres
la mejor, Minny. Vamos a cenar que luego quiero venir a por mi postre ―dice
como si tal cosa mientras se levanta y me regala una preciosa panorámica de su
trasero. «¡¡Guaaaaaaaaaauuuuuuuuu!!»
¿Y yo
me tengo que levantar y abandonar este paraíso del sexo? Vale, sé que estoy
salida, pero es que este bombero saca mi lado más lascivo y me siento tan
poderosamente sexy que me da hasta miedo.
Sin
ganas, que conste, me incorporo; nos vestimos y salimos como dos quinceañeros
cogidos de la mano hacia el restaurante, el cual no está muy lejos de nuestro
nidito de amor. Llegamos allí con una hora de retraso, menos mal que no había
mucha gente y nos pudimos sentar. La cena un diez, el vino otro diez, sobre
todo las dos botellas que nos bebimos entre risa y risa; y la compañía
inmejorable, aunque no me hubiese importado que Lucas hubiese venido también.
«¿Ves, Minny? La gitana al final tendrá razón y todo. ¡Céntrate, por favor!»
Después
de invitarme a cenar, «es que mi bombero quería celebrar su cumpleaños por todo
lo alto», salimos del restaurante abrazados y con la risa floja por tanto
alcohol como habíamos bebido.
―Entonces,
¿te ha gustado? ―me pregunta mientras me coge de la cintura y me da un beso en
la cabeza, haciéndome sentir una privilegiada al tenerlo al lado.
―¿El
qué? ¿La cena? Estaba deliciosa ―me hago la tonta.
―No,
eso no. Quería saber si te había gustado el trío… ―susurra en mi oído y solo
con ese gesto se me eriza toda la piel.
―Sí,
me ha gustado mucho ―digo con una sonrisa resplandeciente mientras en mi mente
me bombardean imágenes de aquel encuentro sexual con Al y Lucas. ¡Estar en
medio de esos dos hombretones ha sido una autentica pasada!
―Cuando
quieras volvemos a repetir ―comenta divertido―, pero eres mía, ¿eh?
―Bueno,
bueno… ¡Ya veremos! ―digo con guasa a lo que él responde con un pellizco en mi
trasero―. ¡Oye! Esas manos quietas ―comienzo a correr por la calle sin parar de
reírme, me siento libre y tan feliz cuando estoy a su lado.
―Ven
aquí, vecinita ―me grita mientras me persigue.
No
paro de correr, divertida y juguetona, sabiendo que cuando lleguemos al piso
volveremos a saciarnos el uno del otro y probaremos solos mi regalito de
cumpleaños. En aquel momento se me viene el alma a los pies y mi rostro cambia
de la felicidad a la desdicha en décimas de segundos haciendo que me detenga de
golpe, sin avisar, quedándome pálida e incluso conteniendo la respiración.
―¡¡Te
voy a coger!! ―grita Al, feliz a mi espalda. Yo solo quiero morirme en aquel
momento.
―Hola,
Minny ―me saluda la última persona que deseaba encontrarme en aquella noche
mágica, justo en la entrada del edificio donde vivía.
―¿Qué
haces aquí? ―farfullo con los dientes apretados mirándole desafiante.
―¿Qué
ocurre, Minny? ―me pregunta Al confundido, mirándome a mí y después a ese
hombre que tengo enfrente.
―Sí
que te has dado prisa en buscarme sustituto… ―susurra achicando sus ojos
oscuros para mirar a Al con cara de desprecio.
―Eso
no es de tu incumbencia ―musito molesta por su presencia y por la mala pata de
que sea testigo Al de ese encuentro.
―Minny
―susurra Al intentando que le dé una explicación.
―Al,
este sujeto que tienes aquí es mi exmarido ―explico mientras mi bombero asiente
con la cabeza―. ¿Qué quieres, Sebas? ―pregunto mirando al que fue el amor de mi
vida en el pasado.
―Venía
a hablar contigo, pero veo que ahora no es buen momento…
―Ni
ahora ni nunca. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
―No
te hagas la dura conmigo, Minny… ―comenta Sebas con una sonrisa―. Mañana me
pasaré y así veo a Fran. ¡Hasta mañana, preciosa!
Contemplo
cómo se marcha y maldigo por dentro una y mil veces. Abro la puerta que da
acceso al edificio sin hablar, ¡estoy que me subo por las paredes! Al me
acompaña sin preguntar nada ni hacer referencia a ese indeseable que me
trastocó la existencia. Llegamos a nuestra planta y me mira con esos ojazos que
me vuelven loca.
―¿Quieres
que pase? ―pregunta mientras me acaricia con la mano la mejilla.
―Al,
lo siento, pero necesito estar sola… No esperaba que mi ex volviese, y necesito
pensar en cómo se lo voy a contar a Fran… ―explico con un nudo en la garganta.
Al se
acerca a mí y me besa con suavidad los labios.
―Si
me necesitas, para lo que sea, ya sabes dónde encontrarme ―me dice con una
sonrisa que me termina de deshacer por dentro. «¡Qué mono es!»
Entro
en mi casa y me dejo caer en la cama. Pero, ¿por qué ha tenido que volver ese
malnacido a mi vida? ¿Es que no tuvo bastante con todo lo que nos hizo pasar?
Miro el móvil y veo que tengo más de mil mensajes de mis chicas… Sé que quieren
saber cómo me fue la noche, tecleo en mi móvil:
Con
Al genial, además venía con sorpresa!!!
Encarni-Kayla:
¿Qué sorpresa? ¡¡Cuenta!!
Lorena:
No te hagas la esquiva. ¡Queremos detalles!
Solo
tres palabras: Al, Lucas y yo… ¡Fue fantástico!
Marta:
¡Asquerosa! Con dos bomberos y otras sin ninguno.
Connie:
¡¡Viva los bomberos!!
Pero
ahora estoy jodida…
Valeria:
¿Qué te pasa? ¿Por qué no estás dándole que te pego con Al?
Acabo
de ver a mi ex… ha vuelto…
Ness:
Joder, ¿qué nos dices?
Estoy
mal, chicas. Mañana hablamos. ¡Os quiero!
Raquel
G: Y nosotras a ti. Cuídate y mañana hablamos.
Pongo
el móvil en silencio y me tapo la cabeza con la almohada. Solo me apetece
llorar de rabia e impotencia. ¿Cómo le voy a decir a mi hijo que su padre ha
vuelto después de ocho años desaparecido? ¿Cómo voy a explicarle las razones
que tuvo para irse si yo misma ni las sé? Esta noche ha pasado de ser la más
maravillosa del mundo a convertirse en mi peor pesadilla: Sebas había vuelto y
no sabía con qué intenciones.
Durante
todo el día estoy tirada en el sofá con cara de zombie y expresión rabiosa. Mi
hijo Francisco se percata de mi estado, por lo que se encierra en su habitación
para evitarme a toda costa. Soy incapaz de hablar con él acerca del regreso de
su padre. Tras tantos años de ausencia..., ¿qué se supone que voy a decirle?
Sebas
se largó. Me hizo daño. Me dejó hundida y tan humillada que durante años fui
incapaz de confiar en ningún hombre. De inmediato, mis labios se curvan en una
sonrisa que no puedo reprimir al recordar a mi bombero particular.
─Al
─susurro en voz alta, y me paso el pulgar por la boca─. ¿Qué estás haciendo
conmigo?
Como
si las chicas de mi grupo de Whatssap se percataran de lo que me sucede, una
estampida de mensajes inunda mi teléfono. Los leo todos hasta que deseo
gritarme a mí misma. Tienen razón. ¡Soy estúpida! ¿Qué demonios hago aquí
llorando cuando Al ha intentado volver a verme esta mañana?
Chloe:
¿Qué tal estás, Minny? ¿No me digas que has permitido que el malnacido de tu ex
te deprima...?
Connie:
¡No se merece que pienses en él!
Loles:
Deja que Al te consuele ;)
Noa:
Manifiéstate Minny!!!
Chloe:
Eoooooooo
Lo
sé chicas... lo sé, ... pero es complicado. Me hizo sufrir muchísimo. Sé que no
se merece que me preocupe por él, pero me asaltan las dudas. ¿Y si quiere
llevarse a Francisco?
Suelto
un sollozo al percatarme de que estoy aterrorizada sobre ese hecho. Mi hijo es
lo más importante de mi vida. La razón por la que me levanto cada día con una
sonrisa. Durante los años de ausencia del gilipollas de Sebas, he sido yo quien
ha logrado sacarnos adelante.
Desgraciado...
De
repente, alguien llama a la puerta de casa. Creyendo que es Al, la única
persona a la que me apetece ver en este momento, voy corriendo a abrir la
puerta. Necesito que me consuele como sólo él sabe hacerlo...; pasando las
manos por mis muslos, besándome el cuello, follándome... joder, que me eche un
buen polvo y me quite todas las tonterías.
─¡Lucas!
─exclamo sorprendida al encontrármelo en el rellano.
─Hola,
Minny ─me saluda, con esa sonrisa encantadora que le sienta tan bien.
Trato
de borrarme la expresión amarga que denota mi rostro. Quizá delante de Al
llorar no me avergonzaría, pero con Lucas es distinto, por lo que fuerzo una
sonrisa y me cruzo de brazos para aparentar una entereza que no poseo. En
cuanto frunce el entrecejo, me percato de que no he logrado engañarlo.
Da un
paso hacia mí y yo retrocedo de manera instintiva, resguardándome en el
interior de mi hogar.
─Minny,
¿estás bien? ─se preocupa.
─Sí,
claro que sí.
Su
mano recorre mi mejilla hasta producirme un escalofrío de placer. Es extraño,
porque me siento tremendamente bien y a la vez muy incómoda.
─Mentirosa...
─murmura, sin perder la sonrisa.
─¡Qué
estoy bien! ─estallo, sin poder contenerme.
Lucas
parpadea perplejo, y yo me muerdo el labio arrepentida. Me estoy comportando
como una cría.
─Si
quieres me voy... ─dice, denotando molestia.
Suspiro
y lo miro a los ojos.
─Lo
siento. No he tenido un buen día ─le aprieto la mano para hacérselo entender, y
él juguetea con mis dedos. Un cosquilleo caliente me recorre la palma de la
mano─. Todavía no me has dicho lo que has venido a hacer aquí.
─Bueno,
no hay mucho que decir ─se encoge de hombros, y me parece que está algo
nervioso. Inclina la cabeza para mirarme a los ojos, y vuelvo a sentirme algo
incómoda─. Tenía ganas de verte. Creo que ese es un buen motivo para estar
aquí, ¿No?
Trago
el nudo que tengo en la garganta, y soy incapaz de mirarlo a los ojos. ¡¿Cómo
que tenía ganas de verme?! Por favor, que Lucas no esté coqueteando conmigo...,
nos hemos acostado, es decir... me he acostado con Al y él. Es evidente que
Lucas no puede estar coqueteando conmigo a espaldas de su amigo, ¿no?
─Minny,
mírame ─exige con voz grave.
No,
no puedo...
Ladeo
la cabeza hacia otra parte que no sean esos ojos que me observan con
intensidad.
─Tengo
que hacer la comida... ─murmuro distraída.
─Minny
─dice mi nombre con un tono ronco que me enloquece.
En
este instante pienso en Al, y deseo que aparezca para romper con esta situación
tan incómoda. Sí, tan incómoda y a la vez excitante.
─Será
mejor que te vayas, Lucas ─consigo decirle.
Él
sacude la cabeza, da un paso hacia mí y pega su cuerpo contra el mío. Me
aplasta contra la pared y siento el calor reconfortante que exuda su cuerpo. Oh...
Dios... mío.
─Mírame
a la cara y dímelo. Entonces me iré ─su aliento me acaricia los labios.
Temblando,
consigo alzar la cabeza para mirarlo a los ojos. Lo que encuentro en ellos me
deja trastocada, porque hay un deseo urgente en su mirada que es inconfundible.
Coloca las manos a cada lado de mi cabeza, sin dejarme escapatoria.
─Lucas...
─murmuro confundida, casi rogándoselo.
─Pídeme
que me vaya y me largo ahora mismo ─insiste, mirándome los labios.
─Te
tienes que ir.
─Eso
no es lo que quieres ─dice, muy seguro.
Abro
mucho los ojos al percibir la erección que acaricia la curva de mi vientre.
Lucas me dedica una mirada hambrienta, por lo que pego la espalda a la pared
como un gatito acorralado.
─Esto
no está bien... Al... ─trato de hacerlo entender.
Acuna
mi rostro entre sus manos para hablarme sin ambages.
─Al
no está aquí ─gruñe.
Antes
de que pueda reaccionar, su boca se aplasta contra la mía. Cierro los ojos por
puro instinto y suspiro al sentir los labios cálidos sobre los míos. Por la
sorpresa, abro la boca para replicar, y él aprovecha este instante para
introducir la lengua y besarme con reclamo. Con urgencia. Con hambre. De una
manera salvaje... en mitad del pasillo, con la puerta abierta.
Cuando
soy consciente de mi error y de mi propia debilidad, coloco las manos en su
pecho para apartarlo de mí. Al, Al, Al... quiero gritarme a mí misma. ¿Pero qué
estoy haciendo? ¿Qué nos estamos haciendo?
─Basta
─consigo farfullar.
Él
sigue insistiendo, pero yo sacudo la cabeza y aprieto los labios. Al final, Lucas
se aparta con gesto decepcionado. Yo tengo el corazón acelerado y las manos
sudorosas.
En
cuanto consigo tranquilizarme, soy consciente de que una presencia nos observa
desde el pasillo. Al, con los puños apretados y el rostro tenso, nos contempla
con los ojos abiertos como platos. Lucas murmura una maldición mientras yo me
quedo de piedra sin saber qué decir.
─Traidores...
─escupe con desprecio. Retrocede cuando trato de alcanzarlo, y coloca un brazo
entre ambos como si mi contacto lo asqueara. Me mira a los ojos con dureza y
una clara recriminación
─Jamás
hubiera esperado esto de ti.
─Al...
─mi voz rota se transforma en un sollozo.
Corro
tras él, pero se encierra en su casa y cierra la puerta. Me llevo las manos a
la cabeza y todo el cuerpo me tiembla. A mi espalda, Lucas coloca una mano
sobre mi hombro. Me aparto enfurecida, pero él apenas se inmuta.
─Hablaré
con él. Le explicaré que todo ha sido culpa mía ─decide.
─Será
mejor que te vayas ─le doy un empujón─. ¡Que te largues!
Corro
a esconderme dentro de mi casa y cierro sin hacer apenas ruido. Pego la espalda
contra la puerta y suelto un suspiro.
─¿Qué
has hecho, Minny? ¿Qué has hecho? ─me reclamo a mí misma.
¡Joder!.
Lanzo todo lo que me encuentro a mi paso en casa contra el suelo o la pared. No
me puedo creer lo que acabo de ver. ¡Joder!. Cuando empecé aquel juego del
trío, la única norma que le puse a Lucas fue que su boca no podía ser besada. La
única puta cosa que le pedí, que les pedí a los dos, y se han besado. ¡Delante
de mis narices!. Si no hubiera salido en aquel momento de casa, ni siquiera les
habría visto. ¿Con cuántas cosas más sería capaz de mentirme? Mierda Al, si es
que eres un idiota. No sé cómo he sido capaz de pillarme tanto por una tía en
tan poco tiempo. Mierda.
Recojo
mis cosas para irme al gimnasio y matar así la mala ostia que me recorre por
dentro. Han estado aporreando los dos la puerta desde que se la he cerrado ante
sus narices. Cuando salgo me los encuentro a los dos mirándome y tratan de
hablar.
Dejadme
en paz. Quedaos bien juntitos, que es lo único que habéis hecho. No me puedo
creer esto de ti Minny. Pensé… - tomo un poco de aire para no decir lo que
realmente se me está pasando por la cabeza. – Iros a la mierda. Juntitos. Que
eso se os da muy bien.
Salgo
del edificio derrapando con la moto. La velocidad es lo único que me calma en
este momento. Tomo las curvas tumbando lo máximo posible, apretó el acelerador
hasta el límite. Cuando me doy cuenta he salido de la Málaga y por la carretera
hacia Rincón de la Victoria. Adelanto a los coches a más de 180 km por hora. No
puedo quitarme la imagen de Minny en brazos de Lucas, esos labios sobre los
suyos. No entiendo por qué. No puedo entenderlo. Mis pensamientos están
demasiado lejos de la carretera, como para ver un camión que se salta la línea
continua y viene de frente. Consigo meterme entre dos coches, apurando el
espacio, teniendo que clavar el freno y haciendo que la moto de desestabilice
de la parte trasera derrapando unos metros. La moto no frena bien, parece como
si los frenos no funcionasen. No puedo controlarla completamente y cuando me
doy cuenta me estoy deslizando por el arcén de la carretera para acabar
chocando contra un pequeño muro. Dios, mi espalda. Compruebo que puedo mover
con normalidad mis manos, mis piernas, el cuello. Un par de coches se paran
para ayudarme y llaman a una ambulancia. Les digo que estoy bien, pero en menos
de quince minutos la ambulancia me está llevando al hospital Virgen de la
Victoria. Me sedan y entro en un profundo sueño.
Cuando
me despierto estoy en una habitación con una de las muñecas vendadas, un gran
dolor en las costillas y algo duro en la espalda. Me toco y noto como si fuera
una faja protegiéndomela. Aun habiendo tenido el accidente no puedo olvidarme
de ese maldito beso.
Entra
una enfermera, mira el gotero, cambia una de las bosas que supongo que es algún
tipo de analgésico y antes de marcharse me avisa de que hay una persona fuera
esperando a que me despertase. Al mirar la puerta veo entrar a Vanesa con los
ojos llorosos.
Dios
mío Al, cuando me han avisado he pensado que me moría. – se lanza a mis brazos
y noto un intenso dolor en la espalda.
¿Qué
haces aquí Vanesa? – la miro sin saber qué demonios hace allí. Ella no es mi
persona de contacto en caso de accidente. Mi persona de contacto es… Lucas.
Me
han llamado. – la miró fijamente tratando de pillarla en la mentira pero no
titubea ni duda. - ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Te querías matar? Menos
mal que ese trasto ha quedado hecho añicos. Siempre la he odiado y sabía que un
día tendrías un accidente.
Vanesa,
necesito descansar. No me apetece hablar con nadie y menos contigo. – giro la
cabeza esperando a que se vaya. – No eres la persona que quiero en mi vida. Ya
lo sabes, lo dejamos claro y sobre todo, aléjate de Minny. Ni se te ocurra
volver a ponerla una mano encima.
¿Esa
pequeña mentirosa te ha intentado engañar con eso?
Vanesa,
Lucas estaba delante. – con solo pensar en ellos dos juntos me hierve la
sangre. – Adiós Vanesa. – antes de salir por la puerta se gira.
Sabes
que nunca me iré de tu vida. Volverás a estar conmigo, lo sé y tú también lo
sabes.
Cierra
la puerta con su amenaza aun pululando en la habitación. Tan solo quince
minutos después escucho revuelo fuera de la habitación y al mirar a la puerta
Lucas y Minny entra en ella.
Al. –
Minny se acerca temblorosa y llorando a la cama. - ¿Qué ha pasado?
He
tenido un accidente de moto. – noto como quiere poner su mano temblorosa sobre
la mía pero duda al hacerlo. – Pero no me duele tanto como vuestra traición.
Al,
no ha sido culpa de Minny, toda la culpa la tengo yo. – Lucas se pone al otro
lado de la cama.
Hacen
falta dos para besarse. No vi cómo Minny ponía excesiva resistencia en
separarte de ella. Joder Lucas, era lo único que no podías hacer. Lo único.-
trato de recostarme sobre la cama pero el dolor de la espalda es demasiado
intenso. – Mierda.
Cuidado.
– Minny pone sus manos sobre mi brazo y la misma intensa electricidad que
siempre me recorre cuando la tengo cerca, pasa por todo mi cuerpo como un
latigazo interno.
Minny.
Al.
Lo siento, no debí hacerlo. Soy idiota. No sé qué tenía en la cabeza.
La
culpa es mía Al. – Lucas me mira fijamente. – No es culpa de ella, soy el único
culpable de lo que ha pasado. No dejes que por mí, se joda lo que estáis
empezando a tener.
No
hay nada. Puede que Minny prefiera o estar contigo o con su ex. Por algo habrá vuelto.
– no me puedo creer que haya jugado una carta tan sucia.
No
Al. Mi ex marido seguro que ha venido para tratar de joderme la vida, pero yo
hace mucho tiempo que me olvidé de él, como si se cae en un foso en el fin del
mundo. Ojalá nunca hubiera vuelto a mi vida. – noto como tiembla cada vez que
menciona a su ex.
Minny,
no tenemos nada, puedes hacer lo que quieras con tu vida. Si elijes a Lucas,
tendré que aceptarlo. Así es la vida, ¿no? – no sé qué demonios trato de hacer,
si alejarla por completo de mí o que me responda lo que ni siquiera yo puedo
responder.
No
Al, mira, puedo sentir una atracción fuerte por Lucas, ya lo sabes. Cuando
hicimos nuestro jueguecito, no te puedo negar que me excité, muchísimo. Pero es
por ti por quien estoy empezando a sentir Al. – la miro fijamente y veo como
las lágrimas comienzan a rodar por su preciosa cara. – Se me pone una sonrisa
de idiota cada vez que pienso en ti, corro a la puerta cada vez que llaman
deseando que seas tú, cuando me pita el móvil siento la necesidad de que sea tu
nombre el que veo en la pantalla. Joder Al, siento algo por ti que no puedo
controlar y no te permito que me digas que si prefiero a Lucas, que me vaya con
él. No es así.
Suelta
todo el aire que lleva dentro, como si hubiera hecho el alegato contra una
muerte en la silla eléctrica. Noto como Lucas la mira sorprendido y niega con
la cabeza. No dice nada y se aleja de nosotros dos en dirección a la puerta.
Justo antes de salir nos mira a los dos y esboza una triste sonrisa.
Tío,
la culpa ha sido mía. Ella no ha tenido la culpa de nada. No debí hacerlo y
entenderé que no me vuelvas a hablar, pero no se merece que pagues tu enfado
con ella. Al, haz caso a eso que correo disparado por tu corazón. Sé que no has
sentido eso por nadie en mucho tiempo. No dejes que yo lo joda.
No
dice nada más y sale por la puerta. Minny se queda a mi lado sin hablar hasta
que una enfermera le dice que se acabaron las horas de visita. Al verla salir
con un gesto de decepción en su cara, pienso que no volveré a verla en un
tiempo, al no haber respondido a lo que me había dicho.
Pero
los siguientes cinco días que estoy en aquel hospital, ella viene por la mañana
después de dejar a Francisco en el colegio, se va a la hora que terminan las
visitas. No hay día que no agradezca verla y parece que con el paso de esos
días, nuestra relación se ha afianzado.
Justo
antes de que se vaya a las ocho de la tarde, agarro su mano.
Minny,
siento mucho al no haber dicho nada el otro día. Sé que no he estado muy
hablador estos días, pero no sabes lo que sentí al ver a Lucas besándote.
Y no
sabes cuánto siento haberte hecho daño Al. Es lo último que quiero y deseo. –
de nuevo comienza a temblarle la voz. Se humedece los labios, esos labios que
llevo deseando besar varios días.
Minny
prométeme que seré el único que bese tus labios.
Te lo
prometo. – me levanto lentamente de la cama y la agarro de las manos pegándola
a mí.
Porque
seré el último que los bese.
Paso
lentamente mis dedos por sus labios y comienzo un juego con mi lengua en ellos.
Quiero besarla con dulzura pero se apodera de mí el deseo que es más fuerte e
introduzco la lengua dentro de su boca. Nuestra lenguas comienzan a pelearse
por salir victoriosas de la pelea que los dos deseamos ganar fuera de aquella
habitación de hospital.
Minny.
– me separo de ella notando dolor en la espalda. – Mañana me dan el alta y
tendré que estar de reposo en casa varias semanas y yendo a rehabilitación.
Pues
tendrás una enfermera privada.
¿Vendrás
a casa con uno de esos vestidos blancos tan cortitos que pueda ver esos
preciosos tangas? – subo la mano por su pierna, levantando su falta e
introduciéndome dentro de sus bragas.
¿El
reposo es general? – sonríe de forma pícara.
Le
preguntaré al médico si el sexo salvaje contigo me lo receta cada cuatro horas.
Minny
es la mejor medicina.
Despechada
Vanessa se encuentra con Sebas el ex de Minny y se alían para conspirar contra
Minny y Al, ya que ambos tienen intereses comunes.
Mientras
Minny habla con sus amigas.
- Pilar.-
Cuenta que paso lo arreglasteis?
-
Alma.- Eso, eso cuenta, cuenta.
-Chicas
de momento todo bien, os dejo que tengo que hacer algunas compras que hoy le
dan el alta a Al y quiero sorprenderlo.
-Lorena.-
Iras al Primark a comprarte algún modelito Minny jajaja
-Siiiiii!! Luego os cuento, hoy dejo a Francisco a
dormir en casa de un compañero, tiene que hacer un trabajo de clases junto y me
viene que ni pintado. Xao chicas nos hablamos bezotes muackkk.
Una
vez que dejo el móvil me decido en vestirme para salir corriendo
para no pillar cola en el Primark, me voy a la ducha mientras me digo
<<nada de entretenerte Minny >>
Salgo de casa pero antes de cerrar miro mi
bolso por si tengo todo , una vez que compruebo
que tengo todo cierro la puerta y salgo corriendo .
Entro a mi coche y salgo corriendo para llegar
rápido y así poder terminar pronto. Cuando llego veo uno conjuntos súper sexy y
lo meto en la cesta mientras tanto abro el móvil y pongo un WhatssApp a las
chicas
- chicas ha sido llegar y
encontrarme lo que quería
-angry: ya estás en el primark??
-Si chicas ya toy .. Os dejo
que no llego.
Una vez que termino de pagar salgo corriendo
para irme a casa... Mientras voy andando veo un traje de enfermera todo sexy y
me acuerdo de mi AL, entro y me lo llevo
<<ahora solo me queda ir a por AL>>
Llego al hospital justo cuando le dan el alta
le doy un beso y le pregunto que como esta.
-Vámonos a casa cari, tengo ganas de que me
cuide una enfermera que tengo nueva , lo miro mientras me río , le doy y la
mano y le digo ¿nos vamos ??.
Salimos dirección a casa, aparco en el garaje y
le ayudo a bajar. Mientras subimos le digo
- Gordy voy a ir un momento a casa, espérame en
tu casa no tardo. Veo que entra en casa y bajo corriendo al coche para coger
las bolsas del maletero, cuando voy dirección a casa me suena el móvil
- chicas que os contáis estáis
todas muy calladas
-Marta : aquí estoy trabajando :-(
-Elena : chicas acabo de llegar a casa y he
visto que minny está otra vez comprando jajajaja siempre está igual va a
necesitar un vestidor
- kayla : sii la van a hacer socia capitalista
del primark
-chicas ya estoy en casa me he
comprado un conjunto todo sexy y después he visto uno de enfermera .. Hoy voy a
ser enfermera
-Marissa : jajajaja habrá que verte jajajaja estás
loca !!
-chicas os dejo , he
dejado a mi bombero en casa solo , no
seáis malas y no me critiquéis , os kiero , muacksssss
Entro en
mi casa y dejo el móvil en la mesa y me voy directa a ponerme mi conjunto
e irme a casa de AL. Me pongo mis
modelitos nuevos, por dentro y
por fuera y hago una rica comida, todo está perfecto, y me voy a casa de AL.
<<Todo está saliendo perfecto >>
La comida es perfecta, y mientras charlamos, nos besamos entre plato y plato.
Mando a Al a la cama mientras que yo
recojo la cocina para después darle el postre. ¡Ummm!! Cuando entro al cuarto
después de recoger todo veo que Al me espera en la cama completamente desnudo,
tapado con la sabana. Yo me apoyo en el marco de la puerta con mi conjuntito
nuevo del Primak.
- Veo a AL poner los ojos en blanco y yo me muerdo el labio.
-Me acerco a la cama y le recuerdo que todavía
está convaleciente y que no puede moverse, así que hoy la que manda soy yo y
que le voy a enseñar la loba que llevo dentro.
-Te necesito -dice con una voz segura.
Sus manos agarran mi culo apretándolo
firmemente, y me besa el cuello con una lujuria indescriptible, mientras sus
manos iban bajando , me acariciaba los muslo, me aparta las bragas a un lado y
de un solo golpe...
- ummm gimo de placer , dios AL necesito más.
- me coge del culo y me ayuda a cabalgarlo , lo
monto como a un postro salvaje , notando como entraba y salía entera con fuerza
.
- siento oleadas de placer que viene de mi
interior y no puedo parar de gemir y gritar, siento sus labios jugando con los
míos fundiéndonos en un eterno beso que
hacìa que nuestros gemidos se confundiesen.
- Dios!!! AL , se nos olvido el preservativo
- la culpa la tienes tu al ponerte ese conjunto
que me as vuelto loco, pero no te preocupes nena si kieres te acompaño a la
farmacia
- bueno gordy vamos a descansar y mañana
pensamos que hacemos vale, te quiero mi amor
- Y yo a ti princesa, pase lo que pase.
Mientras
en el piso de Vanesa, Sebas y ella…
Me despierto sobresaltada, confundida, miro a
mi alrededor y todo es diferente, tan diferente, como que Al sigue durmiendo
tan ricamente a mi lado.
Busco mi móvil, que sabe Dios donde estará, lo
más probable es que ande entre las sabanas, ahí se debió de quedar anoche antes
de dormir, cuando estuvimos haciéndonos unos selfies. Lo mejor de todo es que
tengo un surtidito de fotos para enviar a las envidiosas de mis súper amigas.
Palpo con cuidado bajo las sabanas, y me
estremezco cuando mis manos se acercan a mi bombero, y puedo apreciar que su
miembro sigue dando la talla hasta en el momento descanso del guerrero. Me
muerdo el labio y noto calor en mi interior, sé que si continúo con este hombre
mi grado de excitación nunca bajara de niveles elevados.
Por fin lo encuentro, me siento pícara, y sin
pensarlo dos veces, clic-clac, foto que te crio a la manguera. Madre mía, si se
entera pensara que soy una perturbada.
Miro la hora y alucino, son las 3 de la
madrugada y estoy más espabilada que una morsa después de haber dormido el
invierno entero. Me levanto con cuidado, me pongo la camiseta de Al, y salgo
descalza a la cocina me apetece dulce. Necesito dulce, mataría por comer dulce…
¡Horrorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
¡Alertaaaa!! ¡¡Qué venga la policía!! ¡¡¡Que vengan los bomberos!!! No, mejor
los bomberos no.
La última vez que mi cuerpo sintió esa
sensación de horror fue hace ocho años. Sacudo mi cabeza, como si mi intención
fuera la de que no quedara piojo vivo en ella, instintivamente llevo la mano a
mi tripa. Respiro hondo y comienzo a abrir desesperada los armarios de la
cocina. No puede ser, no puede ser, ¿pero es que este hombre no come nada de
dulce?
Es tal mi desesperación que no lo pienso dos
veces, tal como voy busco mi bolso cojo mis llaves y móvil en mano, nunca me
desprendo de él, y así me voy a mi casa.
Lo más correcto sería decir que me arrastro a mi casa, desesperada. Abro
la puerta, corro al armario de arriba del horno y allí esta, esperándome, mi
gran bote de Nocilla, me empino para cogerlo y me dejo caer al suelo, un placer
inunda mi ser, es casi orgásmico lo que siento cuando mi dedo se introduce en
el tarro y sale todo lleno de crema para
introducirse en mis labios deseosos y dejar que mi lengua lo rodee lo saboreé… Minny
como puede ser que estés poniéndote cachonda.
Claro, que pensándolo bien, cierta manguera
llena de Nocilla sería la merienda de los campeones.
Me zampo medio tarro y no dejo de pensar en la
posibilidad de que me hubiera quedado embarazada, si es que no sé cómo se me
ocurre, si yo soy como una coneja, que de olerlo me preño, pero nada, que no
aprendo. En fin, son paranoias mías, en unas horas puede ser que sienta ya
nada.
Me voy al sofá, porque aunque son las cuatro
de la mañana, yo sigo despejada y no puedo volver con Al porque en mi huida en
busca de chocolate cerré la puerta sin coger las llaves.
Como no puedo dormir cojo mi tablet y me conecto al face. La hora que es mis
locas españolas dormirán pero mis locas del otro lado del charco seguro andan
ya por estos lares. Cuando entro en mi perfil me sorprende un aviso de una
solicitud de amistad. Mi sorpresa es mayúscula cuando descubro que cierta
invitación la realiza Lucas.
Suelto la Tablet mientras pienso, y me voy a
por más chocolate, lo necesito en cantidades industriales. Ahora ataco el tarro
de los Lacasitos.
No me creo que esto me este pasando, llevo
ocho putos años comiéndome los mocos, ligando menos que mi tía la del pueblo
que se quedó solterona. Encontrar alguien digno para darle alegría a mi
almejita era misión imposible, por eso mi Alegreitor y yo habíamos intimado
tanto. Y ahora, de repente, tengo dos
pedazos de bomberos a mi disposición, y yo me siento como una niña en una
juguetería a la que le preguntan qué quieres ¿el descapotable de la Barbie o la
casa de la barbie? Joder y no me puedo llevar los dos.
¿Qué hago? Si le acepto la amistad le estoy
abriendo un camino hacia ese lugar llamado posibilidad. Y si rechazo la amistad, pues me cierro una puerta
que no estoy segura de querer cerrar.
Joder Minny como te complicas rica, lo mejor
será que intentes dormir.
Me meto en mi cama, me lio a dar vueltas y no
consigo que Morfeo me abrace. Cierro los ojos y veo a Al, tocándome,
acariciándome. Los cierro de nuevo y veo a Lucas, con su ternura, y ese
cosquilleo que me provoca con solo mirarme.
De pronto recuerdo la predicción. “Deberás
elegir entre dos hombres”.
Me incorporo sudando, ahora sí que estás
jodida Minny.
Me voy a la ducha, intento olvidar, pero no
puedo mi mente piensa sola no me necesita. Pienso en Al y me estremezco, pienso
en Lucas y lo necesito. ¿Es posible enamorarse de dos hombres a la vez? La
culpa la tiene Al, si no hubiera metido a su amigo en el jueguecito nada de
esto estaría pasando. Pero claro cada vez que pienso en Lucas mis ganas por él
aumentan.
Joder, joder, joder.
Me seco me pongo mi batita del Primark y vuelvo a coger la tablet. Abro de nuevo el
Face y miro en el perfil del Lucas. ¡Vaya como está el bombero! Joder, y esas
frases que pone me gustan un montón, y de momento veo un post que llama mi atención,
es como una reflexión.
“Buenas noches, compartirte fue un error,
enamorarme mi perdición.”
Lo leo y lo releo, miro la fecha y cuento
mentalmente. Está escrito la misma noche en la que me beso. Siento una oleada
de ternura en mi interior y aun sabiendo que me voy a complicar la vida, acepto
su solicitud.
Ale, ya está hecho, a lo hecho pecho, que sea
lo que Dios quiera. Sigo contestando post de mis amigas en mis grupos
preferidos, y de momento se me abre la pantalla de Messenger.
¿Aun despierta?
Yo podría preguntar lo mismo.
Hace días que no puedo dormir
¿Y se puede saber que te quita el sueño?
¿Enserio no lo sabes?
O prefieres no saberlo.
Me quedo pensando en la contestación. Saberlo
lo sé, sé lo que le quita el sueño y por un lado me hace sentir especial,
maravillosa. Pero por otro lado no quiero saberlo, no quiero que esto me este
pasando a mí. Mi ausencia de respuesta hace que Lucas vuelva a escribir.
¿Tanto tienes que pensar?
Ese es el problema
Minny, yo……….
Lucas en otro momento
Y automáticamente cierro la tablet, asustada
de lo que estoy llegando a sentir.
Mi teléfono suena, miro la hora y son las 7 de
la mañana. Leo en la pantalla número desconocido. Con manos temblorosas deslizo
el dedo por la pantalla. Trago saliva pues apenas si consigo me salga un hilo
de voz. A esas horas no suelen ser
buenas noticias.
—¿Si? — contesto con miedo, sensación que se
incrementa cuando escucho al de quien proviene la llamada.
—De verdad ¿estás tan asustada? — Dice la voz
de Lucas, una voz varonil que hace que las mariposas de mi estómago se vuelvan
a activar.
—_¿Có…có… cómo sabes mi número? — tartamudeo.
—Muy fácil, lo pillé prestado del móvil de Al.
El silencio se hizo espeso e incómodo entre
los dos. De nuevo trague saliva nerviosa, a sabiendas de que por mucho me
quisiera auto convencerme, este hombre despertaba en mí una clase de
sentimientos más allá de la mera humedad en mi entrepierna.
—Te dije que no es momento, Lucas yo…
—Minny sé esperar, por ti lo haría pero
necesito que mientras espero sepas que para mí eres algo más. Que compartirte con Al, me mató, que mis
celos me hacían moverme con desesperación. Que el no poder tomar tu boca me
torturó y que tener que abandonar esa habitación sintiéndome el actor
secundario me hizo darme cuenta que no eras un juego para mí. Al es mi amigo,
pero es egoísta y no se merece alguien como tú. Por favor pequeña dame una sola
oportunidad de demostrarte antes de que tengas que elegir.
Me cago en mi puta sombra, si esto no es una declaración de amor, que
venga Gandy y me morree ahora mismo.
Joder pero que está pasando, seguro que toda
la culpa la tiene el dichoso tanga rojo de primark estaría embrujado y yo sin
saberlo.
—No sé qué decir Lucas, yo estoy aturdida. No
estoy acostumbrada, estas situaciones solo las vivo en la ficción.
—Pues no digas nada, di solo que aceptas cenar
conmigo, conocerme. Deja que el destino haga el resto. Él nos unió que él nos
separe, si es lo que tiene preparado.
Me pellizco dos veces en la entrepierna, para
asegurarme de que no estoy durmiendo, y no, no lo estoy porque me hice pupa.
—Bueno pero ¿qué pasa con Al?
—Con Al,
mejor que no lo sepa.
Cuando voy a contestar me entra una nueva
llamada. Joder, el que faltaba, Al llamándome, si mi destino es siempre hacer
un trio con estos dos.
—Está bien Lucas, mañana quedamos por el face.
Te dejo tengo otra llamada.
—Pequeña, no te arrepentirás.
Eso espero, me digo para mis adentros al
tiempo que acepto la llamada entrante.
— ¿Se puede saber dónde coño te has metido? —
Suelta la frase con prepotencia y enfado. ¿Pero qué les pasa a los hombres que
en cuanto te creen suyas ya te tratan como les da la gana?
—Buenos días, yo también te extraño. Joder,
¿dónde voy a estar? En mi casa.
Noto como Al carraspea, y su tono cambia
inmediatamente. Eso no me gusta, me hace sospechar.
— ¿En tu casa? Pensé que la mía te gustaba más
– dijo con un tono de voz esta vez más meloso y diferente.
—Ahora voy y te cuento.
Cuando estoy a punto de salir suena el
telefonillo.
—Dígame.
—Traigo un certificado.
Mi cuerpo tiembla de pies a cabeza. Los
certificados siempre traen malas noticias.
Cuando llega el cartero abro la puerta, no es
un tío como para que solo llame dos veces, este mejor una y que se vaya,
deberían revisar un poco el cuerpo de correos.
Me sonrío para mí misma, me hace gracia mi propio pensamiento, pero esa
sonrisa se me paraliza cuando firmo y abro el sobre.
Con
manos temblorosas abro el certificado que acabo de recibir del juzgado. ¡Joder,
joder! Esto no puede ser nada bueno. Una vez lo abro, comienzo a leer las
primeras líneas. Conforme voy leyendo, una sensación de agobio invade mi
cuerpo. Las lágrimas me nublan la vista y la cabeza me da vueltas.
Tambaleándome,
consigo llegar hasta una de las sillas que tengo en la mesa del salón y me dejo
caer en ella, leyendo con incredulidad el papel que tengo entre mis manos. Lo
leo y lo vuelvo a releer porque no puedo creer lo que pone en él. A la tercera
o cuarta vez que lo leo, no estoy muy segura, lo dejo caer al suelo y un gemido
de dolor sale de mi garganta. Comienzo a llorar con desesperación y rabia
contenida. Una rabia que desde hace ocho años está instalada en mi corazón. Mi
respiración se acelera y mi corazón galopa a mil por hora, luchando por salir
de mi pecho. Me está dando un ataque de ansiedad. Me tiro al suelo para
intentar controlarme pero es inútil, todos los recuerdos se agolpan en mi
mente, todo el sufrimiento vivido por culpa de ese cabrón que me dejó tirada
cuando más lo necesitaba.
Los
gemidos que salen de mi garganta, van aumentando de volumen hasta convertirse
en gritos de agonía. ¿Cómo me puede hacer esto? ¡No es justo! Lloro como nunca,
ni siquiera como cuando me abandonó, ni siquiera como cuando mi precioso hijo
nació sin un padre al que besar y abrazar. La rabia se apodera de mí. ¡No! ¡No
lo voy a consentir! Me levanto de un salto y comienzo a tirar cosas al suelo
sin control. Rompo todo a mi paso, parezco un toro bravo, embistiendo y
rompiendo todo lo que encuentro a mi paso.
De
repente, noto cómo unos brazos fuertes como rocas me retienen. Chillo y me
revuelvo pero me sostienen con firmeza, al tiempo que una voz me intenta
calmar.
—¡Minny!
¿Qué coño pasa? ¡Tranquilízate!
Es
Lucas. Intento deshacerme de sus brazos en vano, es mucho más fuerte que yo. Me
lleva hasta el sofá y me obliga a sentarme con él para calmarme. Me acuna en su
pecho tranquilizándome con sus caricias y su voz.
—Shhh,
ya está, tranquila —susurra con suavidad mientras acaricia mi pelo.
Yo
me aferro a su pecho intentando regular mi respiración y mis sollozos. Al cabo
de diez minutos, ya casi calmada, me separo de su cuerpo y me intento
recomponer un poco. Me siento avergonzada por todo el espectáculo que acabo de
dar. Suspiro y le miro agradecida por haberme calmado. ¿Un momento? Me acabo de
dar cuenta de una cosa.
—¿Qué
haces tú aquí?
Él
sonríe como cuando mi hijo Francisco ha hecho alguna travesura.
—Venía
a convencerte para que aceptases mi cita personalmente y no por facebook.
Entonces vi la puerta abierta y, al escucharte llorar, entré directamente.
Lo
miro boquiabierta, al parecer no se rinde con facilidad.
—Lucas,
no es un buen momento para pensar en citas —le digo señalando todo el
estropicio que he formado en mi piso.
—Tienes
razón, perdóname. Cuéntame, ¿qué ha pasado? —pregunta acariciándome la mejilla
con el dorso de su mano y escrutándome con sus preciosos ojos claros.
Me
incorporo y busco el certificado entre los restos de cristales rotos que hay
por todo el suelo del salón. Se lo doy y tomo asiento junto a él. Lucas lee con
atención. Al terminar, me mira con el ceño fruncido, creo que está algo
confundido. No suelo contarle a casi nadie mi historia con mi ex, sólo a gente
de confianza. Incluso tardé en decírselo a mis amigas del WhatsApp, pero no sé
por qué, ahora siento la necesidad de contárselo. Respiro hondo y comienzo a
relatar un episodio muy doloroso de mi vida.
—Hace
nueve años, conocí a un chico maravilloso, mi primer amor verdadero. —Sonrío
con tristeza—. Fue un flechazo a primera vista. Comenzamos a salir y conectamos
desde el primer minuto. Nos enamoramos perdidamente y cometimos una locura: nos
casamos a los seis meses de conocernos. Yo estaba estudiando y lo dejé todo por
él, mis padres no se lo tomaron muy bien pero no tuvieron más remedio que
aceptarlo. ¡Estaba tan cegada! Preparamos una boda fugaz pero para mí, fue uno
de los días más felices de mi vida. Al poco, me quedé embarazada de Francisco y
todo cambió. Sebas comenzó a comportarse de manera extraña, llegaba todos los
días a las tantas de la madrugada y borracho. Intenté hablar con él,
preguntarle el motivo por el cual se estaba comportando de esa manera, pero no
hubo forma. Se encerró en sí mismo. Pasaron los meses y su actitud iba de mal
en peor, igual que nuestra relación. Cuando cumplí los siete meses de embarazo,
Sebas desapareció sin dejar rastro. Yo me sumí en una depresión que casi me
cuesta la salud y la de mi bebé.
Hago
una pausa porque el recuerdo es muy doloroso. Lucas toma una de mis manos y me
anima a seguir.
—Cuando
di a luz y le vi la carita, prometí no volver a derramar una lágrima por ese
malnacido y luchar por mi hijo. Al cabo de unos meses, recibí una carta de
Sebas en la que me pedía el divorcio. Ni siquiera se dignó a preguntar por su
hijo, ni de si estábamos bien. Yo le escribí varias cartas para exigirle que se
hiciera cargo de él, pero solo recibía el silencio como respuesta. El día del
cumpleaños de Al se presentó en mi casa como si nada, dejándome confusa con esa
visita. Ahora he confirmado mis sospechas: ha venido a quitarme la custodia de
mi hijo.
Termino
de contarle mi historia envuelta de nuevo en lágrimas. Lucas se acerca más a mí
y agarra mi cara entre sus grandes manos para que le mire.
—No
dejaremos que se salga con la suya, pequeña —dice enjugándome las lágrimas con
sus dedos—. Buscaremos la forma.
Su
contacto y su mirada me reconfortan. Nos miramos durante un rato largo. Este
hombre despierta en mí algo que no sentía desde hace tiempo. ¡Joder! ¡Si lo
acabo de conocer! Lucas se acerca peligrosamente hacia mi boca y a mí me entra
el pánico. Sé que si le devuelvo el beso, no habrá vuelta atrás pero se supone
que estoy con Al y no quiero hacerle daño. Aparto la cara y veo la decepción en
su gesto.
—No
puedo Lucas —susurro mirando hacia el suelo.
—¿No
puedes o no quieres? —pregunta sujetándome la barbilla para que le mire.
—Yo…
No
sé qué responderle. Me atrae y mucho, pero más allá de lo físico. Algo me dice
que tengo que conocerle más a fondo. Las palabras de la gitana vienen a mi
mente:
«Si
sabes escoger, estarás con el amor de tu vida; si no, envejecerás sola».
¡Mierda!
Me deshago de su contacto y me levanto para pasear de un lado a otro del salón.
¿Por qué me pasa esto a mí?
—Minny,
solo quiero lo mejor para ti. Déjame demostrarte que soy la mejor elección.
Se
acerca de nuevo hacia mí con intenciones de besarme pero la melodía de mi
teléfono le frena. Lo miro y mi cara se descompone. Es Al.
—¿Sí?
—¿Se
puede saber dónde te metes, Minny? —gruñe en voz alta y yo tengo que despegar
el teléfono de mi oreja—. ¿Vas a venir o qué?
Lucas
frunce el ceño y aprieta la mandíbula.
—Ss…
sí Al, ahora mismo voy.
Cuelgo
y me dirijo hacia la puerta.
—Deberías
marcharte, Lucas.
Espero
en la puerta de mi casa sin mirarle. Le escucho resoplar pero me obedece. Sale
al pasillo y cuando pienso que se va a marchar, le veo girarse y retroceder
para pegarse a mi cuerpo. Yo tiemblo con su contacto. Agacha su cabeza hasta
que su boca se queda a escasos milímetros de la mía. Noto su cálido aliento
sobre mis labios.
—Te
mereces algo mejor que eso y te lo voy a demostrar —susurra señalando hacia el
piso de su amigo antes de dar media vuelta y marcharse.
¡Joder!
Eso ha sonado a amenaza. ¡Dios! Con lo feliz que yo estaba hace un par de
semanas con mis whatsapps, mis libros, mi facebook y mis conjuntitos del
Primark.
Voy
a casa de Al, entro y lo primero que hace es echarme en cara haber tardado
tanto en ir. Tengo los ojos muy rojos y ni siquiera me pregunta qué es lo que
me ha pasado ni tampoco se da cuenta porque su enojo es tal que piensa que es
el único que tiene algo.
Consigo responderle, y le comento que él no es
el centro del universo y que las demás personas también tenemos vida y no somos
sus sirvientes. Es tal mi enfado que le hago con mala cara lo que me ha pedido
y le pido que sea paciente e intente pensar en los demás y no sólo en él. Al se
ha dado cuenta de su error y me pide mil perdones, pero mi humor no mejora y
decido irme de compras y donde mejor que ir a Primark.
Llego
a la tienda. Nada más entrar veo un vestido supermono, que puñetera casualidad
una morena lo coge justo antes de poder cogerlo, es Vanesa. La muy borde me mira y se ríe, es lo que me
faltaba para subir mi enfado. Intento no hacerle caso, así que me doy media
vuelta, salgo de la tienda y la dejo con la palabra en la boca.
Me voy a la tienda de Valeria a ver si
encuentro algo que me haga olvidar con una sesión se sexo en solitario en mi
habitación. Voy tan distraída que me
choco con una señora y casi la tiro al suelo, le pido mil disculpas. Cuando se
gira la señora me doy cuenta que es la gitana que me encontré hace varias
semanas. Se recompone y me acepta las disculpas. Se acuerda de mí.
-
¿Ya has podido elegir? –me pregunta
-
Todavía no. – Mira que no creo en estas cosas pero con lo que me está
sucediendo últimamente- ¿Le puedo hacer una pregunta?
-
Claro mujer lo que quieras porque sé lo que me vas a preguntar. Te contestaré a
lo que quieras pero éste no es el sitio más adecuado, podemos ir a la cafetería
que hay en la esquina y me invitas a un café a cambio, ¿te parece bien?
Vamos
a la cafetería y nos sentamos en una mesa al fondo del local. La gitana empieza
a decirme todo lo que me está ocurriendo al ver que soy un poco incrédula. Poco
a poco me va convenciendo con sus palabras. No me he dado cuenta y le pregunto
su nombre. Se llama Carmen y me dice que no preocupe por Francisco porque algo
saldrá mal y será decisivo para que no se vaya nunca con su padre y respecto a
la decisión que debo de tomar dentro de poco ocurrirá algo y será determinante
para mi decisión.
Me
despido de Carmen. Le agradezco sus consejos, prometo volver a verla más a
menudo y ayudarle en lo que pueda.
****
Llego
a casa un poco más tranquila, me ha venido bien salir y encontrarme con Carmen.
Entro
en casa. Voy al baño y empiezo a desnudarme. Me empiezo a duchar y no puedo
parar de pensar en lo perfecto que hubiese sido poder repetir el trío con Al y
con Lucas. Mi mente va recordando todo lo que hicimos y me empiezo a calentar.
Cojo la esponja con forma de fresa que me compré en la tienda de Valeria y me
empiezo a frotar, el vibrador me hace querer algo más y paro. Me visto
rápidamente y voy a casa de Al. Cuando me ve entrar por la puerta, me pregunta
si estoy bien. Le digo que necesito urgentemente un buen revolcón.
Estamos
en plena faena, empieza a sonar mi móvil. Intento no hacer caso, pero el móvil
suena sin cesar. Lo cojo, es un número oculto. Es la policía. Mi mente empieza
a imaginarse lo peor. No pueden dame detalles, tengo que ir a comisaría lo
antes posible para que me informen de lo que ha pasado.
Me
voy a comisaría y al llegar pregunto por el Inspector Martínez. Un señor me
indica que lo acompañe y me deja en una sala esperando.
Cuando
llega el inspector Martínez, lo primero que me pide es que no me ponga nerviosa
ya que la situación no ha llegado a más.
Empieza
a decirme que han intentado secuestrar a Francisco.
-
¡¿Cómo!? ¿Francisco está bien?
Me
empiezo a marear, se da cuenta, se sienta a mi lado, me coge la mano intentando
tranquilizarme
-
Sí, tranquila señora su hijo está perfectamente. –Me relata lo sucedido- Su
hijo estaba en la papelería, había bajado con su compañero de clase a comprar
unas cosas que le hacían falta para terminar su trabajo, cuando al salir una
mujer morena les ha pedido que si la podía acompañar a cruzar la calle ya que
había perdido sus gafas y no veía muy bien, los dos niños la han acompañado al
otro lado cuando su exmarido ha abierto la puerta trasera de la furgoneta y han
intentado meter sólo a Francisco dentro, lo que no contaban era con que su compañero
empezara a chillar y por casualidad pasasen dos motos de la Policía Nacional y
les echase todo a perder.
-
¿Quién era la chica? –Tengo mil preguntas que hacer pero lo único que quiero es
ver a Francisco.
-
La detenida se llama Vanesa García. La señorita García ya ha estado detenida en
otras ocasiones por acoso, y otros delitos.
Una
vez terminado todo en comisaría, Francisco y yo nos vamos a casa. Al llegar a
la puerta de la escalera nos encontramos con cara de preocupación a Lucas, me
abrazo a él y siento un gran alivio. Nos acompaña arriba y cuando entra
Francisco en casa se gira dispuesto a irse. Le pido por favor que entre y se
tome un café, así podremos charlar un rato.
Francisco
se va a la cama y nos quedamos solos en el salón. Estamos sentados en el sofá.
Le cuento todo lo sucedido y me dice que tiene un amigo de la infancia que es
abogado y le debe un favor, le pedirá que me ayude con lo de la custodia. Con
Lucas tengo una sensación de seguridad y tranquilidad que con Al no consigo
tener, cada vez se me hace más difícil no pensar en Lucas. De repente noto sus
labios en los míos, se da cuenta que me ha sorprendido y se separa.
-
Perdona, pero es que no puedo dejar de pensar en ti. –me dice.
-
No pasa nada, te entiendo, pero tienes que respetar que estoy con Al y no puedo
hacerle esto. Creo que lo mejor será no estar con ninguno de los dos para poder
darme cuenta realmente con quién quiero estar
-
Creo que ahora mismo tienes demasiadas cosas y lo primero sois tu hijo y tú así
que lo entiendo.
-
Mañana iré a hablar con Al.
Francisco
dormía con su boquita entreabierta y un ligero ronquido infantil. Le parecía
increíble la capacidad de recuperación de los niños. Su pobre hijo acababa de
vivir una situación realmente traumática y ahora mirándolo, pareciera que
hubiera sido un sueño; un mal sueño. Un sueño terrorífico.
Cerró
la puerta con cuidado para no despertarlo y se encaminó hacia la salida de su
piso. No lo iba a retrasar ni un segundo más. Lo que había comenzado como una
aventura excitante y divertida se estaba convirtiendo en algo complicado y
peligroso. No seguiría adelante con ello. No estaba dispuesta a arriesgar su
vida, o la tranquilidad de su hijo, por más que le doliera, por más esperanzas
que hubiera puesto en la relación que la unía a esos dos hombres. Iba a darlo
por terminado.
Chicas
animadme mañana voy a terminar con esto.
Los
dejo a los dos.
Carmen:
Tranquila cariño, estamos contigo, lo que decidas será lo mejor.
Iris:
Por supuesto reina, haces lo correcto.
Pilar:
Ánimo amiga.
Siempre
las tendría a ellas y a su hijo.
Su
hijo; eso era lo único que le importaba de verdad.
—Déjalo
Lucas, no voy a continuar con esto –aseguró Al, dándose la vuelta y dejando
vagar su mirada por la ventana.
—Claro que vas a continuar y sabes por qué,
pues porque me lo debes –se quejó Lucas.
Al
ver que su compañero no contestaba se acercó al él agarrándole del brazo para
forzarle a darse la vuelta.
—No
te debo nada –le contestó Al soltándose del agarre de su amigo.
—Oh,
sí me lo debes. La última te la quedaste tú, tío. Esta vez me tocaba a mí.
—Esto
es diferente, ella me gusta de verdad, para mí no es un juego —. Al se pasó la
mano por el pelo con desesperación.
—Tampoco
lo es para mí. No lo fue cuando volviste loca a Vanesa, a mí me gustaba –la
agresividad subía en intensidad. Los dos hombres estaban cara a cara, demasiado
cerca, demasiado enfrentados, demasiado frustrados…
Al
cogió del cuello a Lucas y lo estampó contra la pared de enfrente pegó su
cuerpo al de su amigo de forma amenazante, sus respiraciones se mezclaban en la
línea que de aire que les separaba.
—Yo
no la volví loca, tío. Ya lo estaba. Creo recordar que tú también te lo pasaste
bien. —Pero me retiré cuando tocaba.
—Ella
lo decidió.
—Y
ahora lo va a decidir Minny.
—¡No!
Minny es mía. No es una más –Al, apretó el agarre y se acercó tanto a Lucas que
sus bocas casi se tocaban. Sus cuerpos calientes se rozaban. Al, apretó los
labios hasta dejarlos en una fina línea.
—No
estás seguro ¿verdad? No crees que te vaya a elegir a ti ¿eh? Esta vez te ha
tocado el malo y así no es fácil ganar.
—No
es eso lo que quiero, quiero ser yo. Quiero que me quiera por mí mismo –susurró
conteniendo todas sus emociones. Lucas alzó las manos por el pecho de su amigo
hasta encerrarle la cara entre sus manos.
—A
mí también me gusta de esa manera. Por eso tenemos que terminar. Minny será la
última. Con esto habremos acabado. Pondremos punto y final a un juego que ya
dura demasiado tiempo. El que pierda se retirará.
Al,
alzó la mirada y Lucas sintió que lo abrasaba.
—Está
bien –se rindió –lo haremos así. Pero no te garantizo juego limpio.
—Me
vale —. Lucas rozó los labios de Al
–Será
mañana, cuando el pequeño se vaya al colegio. Dormiré en el sofá.
Al,
entró en su habitación dando un portazo. Se derrumbó en la cama. Su corazón
palpitaba a un ritmo alarmante, se puso a caminar para tratar de ralentizar sus
sentimientos y de esa manera intentar darles algún sentido. Su relación con
Lucas siempre había sido extravagante y ambigua. Pero esto se estaba pasando ya
de la raya. Se conocieron cuando ambos eran adolescentes conflictivos y desde
el principio se dieron cuenta que a uno siempre le gustaba lo del otro. No. Más
que gustar, lo ansiaba, lo necesitaba, lo anhelaba. Y así comenzaron a
compartirlo todo, y llegó el día en que compartieron a la primera mujer. Fue la
experiencia más alucinante que había tenido nunca, y se enganchó. Los dos se
engancharon. Y luego comenzó el juego… uno era el gancho y el otro venía
después y arreglaba los platos rotos y se quedaba a la chica, hasta que se
cansaba y todo volvía a empezar. Pero ahora era diferente, Minny no era otra
más. ¡Dios! Le gustaba tantísimo. Esperaba ser él, el elegido porque no sabía
si podría conformarse con el papel del perdedor; esta vez no. —Tu turno Al, el
niño está saliendo con la niñera. Minny está en la puerta despidiéndose, está
preciosa. Al tocó al timbre. Una cansada Minny abrió la puerta. Tenía
pronunciadas ojeras y los ojos rojos, con huellas de haber estado llorando,
parecía que hubiera perdido peso desde que la conoció. Apenas veía restos de la
mujer descarada y divertida que lo conquistó. El corazón se le hizo un puño.
¿Esto es lo que te hace el amor? Se acercó a ella despacio y la envolvió en sus
brazos.
—¡No!
–gritó Minny apartándolo de un empujón –No puedo seguir con esto. Tú, él, tu
exnovia… es todo demasiado complicado, no quiero más de esto y si tengo que
renunciar a ti lo haré –se abrazó a sí misma intentando suplir los fuertes
brazos de Al o de Lucas, ya no sabía lo que quería.
—Renunciar
a mí… o a Lucas, cariño.
—No
lo sé –lo miró con los ojos cargados de culpabilidad y dudas.
—Estos
últimos días no he sido bueno para ti ¿eh?
—No,
no lo has sido. Has sido borde y egoísta. No te reconocía y Lucas…
—Él
ha sido todo lo que necesitabas –Minny, no tuvo que contestar.
Al,
la cogió de la mano y la llevó hasta la habitación. Minny, se dejó llevar sin
oponer resistencia.
—Al,
yo… —Shhhh, tranquila. Perdóname, siento no haber sido el hombre que creías que
era, el hombre que te mereces, el que necesitas…
—Al,
no hagas esto si después vas a volver a convertirte en un desconocido –le rogó
ella.
Él
no contestó, la acercó a la cama y le deshizo el nudo de lazo que cerraba la
bata de satén rosa, uno de los caprichos que se había permitido cuando aún
estaba casada. Subió las manos hasta los hombros y le deslizó la bata por los
hombros hasta dejarla caer al suelo. Posó sus labios en el cuello de la joven.
—Hueles a vainilla, me encanta. Me vuelve
loco. Sueño con tu perfume, me parece olerlo cuando estoy a solas en mi
habitación y tengo que tocarme. Me pongo duro al imaginarte desnuda llevando solo
el perfume. Le cogió la mano y se la llevó a la protuberancia que empujaba sus
pantalones. Ella se estremeció y dejó de pensar, era justo lo que necesitaba,
una buena dosis de sexo duro que la haría perder la conciencia de ella misma.
Al, le quitó la camiseta de tirantes haciéndola levantar los brazos por encima
de la cabeza. Se agachó llenando su cuerpo de besos, lamiendo cada rincón que
se erizaba al contacto húmedo de su lengua y sus labios.
—No,
no… no… lo quiero duro, lo necesito duro, por favor… —rogó ella cogiéndolo del
pelo.
—Shhhh…
—continuó su camino deshaciéndose del tanga. Cuando ya la tenía desnuda, la
levantó en brazos y la soltó sobre la cama.
—¿Confías
en mí? –le preguntó. Ella no sabía qué contestar, ¿confiaba en él? ¿le conocía
lo suficiente como para eso?
—No
lo sé. —Sí o no. Es fácil.
—S…
sí… —Cierra los ojos –ella los cerró.
Sintió
cómo algo frío le cubría los ojos y todo se sumió en la oscuridad, este era un
juego nuevo. Se le erizó de nuevo la piel. La emoción por lo que podría pasar
le estaba acelerando el corazón, tenía los sentidos al borde de un abismo
oscuro, peligroso y terriblemente erótico. Al, le estaba soplando sobre su
delicado y sobre estimulado pezón, ella lo notó abultarse y endurecerse y en
ese momento él lo mojó lamiéndolo y metiéndoselo después en la boca, lo chupó y
succionó hasta que Minny gritó de placer, y justo en ese momento los dientes de
Al, lo apretaron y el dolor se mezcló con la lujuria. Ella quiso agarrarlo pero
las manos de él la atraparon en un fuerte agarre.
—No
–escuchó entre la neblina que cubría su obnubilada mente. Esa voz…
—¿Lucas?
—No –repitió la voz de nuevo.
La
adrenalina se había apoderado por completo de Minny, por qué no se movía, por
qué hacía caso a esa voz, que no era de Lucas pero a ella le parecía que sí. A
quién quería, si no quería a Al ¿por qué le gustaba tanto lo que le estaba
haciendo? No entendía lo que le estaba pasando…
—Deja de pensar –le dijo Al, o Lucas… la voz,
mientras le ataba las manos a los barrotes de la cama con un pañuelo, fino y
suave. Sintió cómo le abría las piernas y una boca suave abarcaba todo su sexo
y lo mordía con la fuerza justa para sacarla de sus pensamientos.
—Ahhh
–gritó de nuevo.
—Shhhh… disfrútame. Con dos dedos abrió su
sexo y comenzó a chuparlo y lamerlo. Primero sus labios para llegar hasta el
centro de su deseo con su lengua, hasta hundirse en su interior con esa maldita
lengua que la estaba volviendo loca. Cuando comenzó a sentir los primeros
ramalazos del orgasmo, él sacó la lengua y la llevó más abajo hasta llegar al
punto de placer recién descubierto. Ella alzó instintivamente el culo para
facilitarle el acceso y él le abrió los cachetes para darle con la lengua en el
agujero con tanta insistencia que Minny comenzó a retorcerse.
—Por
favor –suplicó –no puedo más…
—Sí
puedes. No va a pasar hasta que hagas algo…
—¿Qué?
Por favor, lo que sea haré lo que sea…
—¿A
quién quieres? –le preguntó subiendo por su cuerpo hasta quedar boca con boca.
—A
ti… —contestó ella.
—¿Sabes
quién soy?
—Sí. Lo sé. Lucas
–Ella
intuyó su sonrisa y se despreció por lo que estaba dejando que pasara, pero lo
deseaba y después todo terminaría. Él la penetró con fuerza y le dio duro; tan
duro como ella necesitaba. La cogió del pelo mientras se sumergía en su
interior una y otra vez sin descanso. Sus cuerpos estaban sudados y
resbaladizos y ella envolvió sus piernas y clavó con fuerza sus pies en las
nalgas de Lucas mientras gritaba al notar los calores del desgarrador orgasmo
que estaba a punto de alcanzarla. Echó hacia atrás la cabeza y apretó los puños
alrededor de los barrotes, ya que las ataduras le impedían mover las manos. Y
llegó el orgasmo, intenso, crudo, brutal y vacío. Terriblemente vacío. Cuando
Lucas la liberó y le quitó la venda que cubría sus ojos, el corazón le dio un
vuelco. A los pies de la cama estaba Al, observándoles, con los puños cerrados
y la boca casi transparente de la fuerza con que la estaba apretando. Sus ojos
reflejaban decepción y dolor, clamaban venganza.
—Me has escogido –declaró Lucas.
Minny
se levantó sin decir nada y se puso la bata. Fue hacia la puerta de entrada y
la abrió. Lucas se puso los pantalones, ambos la siguieron.
—No.
He descubierto que eras tú. Pero mi elección soy yo. Me elijo a mí. Los dos la
miraron atónitos.
—Fuera.
Los dos. Para siempre. No quiero esto –ninguno se movió de donde estaban.
Le
dolía la cabeza, se frotó los ojos con fuerza para terminar de despertarse. Ese
pitido… no era un pitido, era el timbre. Al salió de la cama, se puso el
pantalón del pijama y fue a abrir con la esperanza de que el sueño hubiera
hecho recapacitar a Minny y pudieran por lo menos, hablar. Intentó atisbar por
la mirilla pero no vio a nadie. El timbre volvió a sonar. Abrió.
—¿Qué
demonios…? –tuvo que mirar hacia abajo para ver al niño que arrastrando un oso
de peluche viejo y lo miraba con el ceño fruncido.
—Mi
mamá tiene los ojos rojos –Al, no supo qué decir.
—Lo
siento.
—¿Ha
sido tu culpa? –le preguntó.
—Sí,
me temo que sí –notó un dolor agudo en la espinilla
–¡Ahhh!
¿qué coño…?
—Si
le vuelves a hacer daño, te daré más fuerte –y sin decir más se volvió a su
casa.
Al
se dio cuenta de que se le había caído el muñeco y fue hasta su casa para
devolvérselo. Minny abrió la puerta.
—¿Qué
haces aquí? –le preguntó con rigidez.
—Tu
guardaespaldas se ha dejado esto en mi casa.
—¿Qué?
–preguntó ella buscando a su hijo con la mirada, éste levantó la cabeza con
orgullo.
—Me ha pegado y me lo merecía. Lo siento.
Quiero contártelo todo.
—No
sé si quiero saberlo.
—Creo
que tienes que tener toda la información.
—Está
bien, te pondré un café mientras esperamos a que recojan a Fran, para ir al
cole. Al, le contó todo. Sus juegos, su pasado, su relación con Lucas. Lo que
ambos sintieron por ella.
—Tienes
que saber que me he enamorado de ti.
—Yo…
—No digas nada. No es necesario. Solo quería
que lo supieras.
—Está bien. Será mejor que te vayas, se está
haciendo tarde y tengo que ir a trabajar. Al, la miró a los ojos con ansiedad.
—Adios
Al.
—Adios
–él se inclinó y le besó la mejilla –ha sido un placer conocerte pequeña. Nunca
más podré ver un tanga rojo sin que me dé un ataque al corazón.
Minny
no pudo evitar una sonrisa, desde luego había sido aventura increíble.
*****
Dos
años después.
—¿Minny? ¿Minny eres tú?
—¿Al?
Madre del amor hermoso, enfrente de mí tengo nada más y
nada menos que a mi bombero incendiario, sí es que me prende fuego en cuanto
entra en mi rango de visión.
Él no me quita el ojo de encima y yo me quiero morir. Me
cago en la puta, tenerme que encontrar con el portento precisamente hoy y yo en
estas fachas. Si antes el hombre estaba bueno, ahora está tremendo, por Dios lo
que hacen un par dos años. Inevitablemente mis ojos viajan cual caballo
desbocado hasta sus caderas, esas en donde cuelgan los tejanos que lleva.
¡Y hay que ver como los lleva! Me lo estoy comiendo con
los ojos descaradamente y él se ha dado cuenta, no solo eso, también se ha dado
cuenta el accesorio moreno que cuelga de su brazo.
Al me mira con intensidad, juro que la carne se me pone de
gallina... pero es que esto no puede ser. Él va muy bien acompañado, vestido
para salir y yo parezco la loca del manicomio,
vale, lo soy. Pero hay que aparentar, al menos la mayoría del tiempo
logro hacerlo.
—Minny, no esperaba encontrarte —por fin habla.
—Este... bueno, la verdad es que yo tampoco —lo dicho, he
perdido la compostura y los cables que deberían conectar a mi cerebro con la
lengua.
La morena se remueve incómoda y entiendo el porqué, yo
estaría igual.
Estaré herida, pero no muerta, así que junto los retazos
de mi resquebrajada dignidad y me preparo para la huida.
—Bueno, Al, ha
sido un
gusto verte. Tengo algo de prisa,
que lo
paséis bien. Adiós.
No le doy tiempo ni de pensar, antes de que él tenga
oportunidad de reaccionar ya he emprendido mi camino a casa.
Cuando llevo algo más de unas calles recorrida me doy cuenta de que he salido
corriendo, jo, si yo ya no estoy para estos trotes.
En el bolsillo de mis pantalones cortos el móvil comienza
a vibrar, si no conociera la musiquita, es él, claro que es él. ¿Qué me va a
decir? Ay chula, si no es lo que tú piensas, claro que es lo que yo pienso.
Hombres, no los conociera. Ignoro la bendita llamada y abro el WhatsApp,
Necesito
una reunión de emergencia con mi gabinete de crisis
Pero primero lo primero, pasar por mi piso y dejar que el
cepillo calme este desastre que tengo la osadía de llevar hoy en el cabello.
Dos horas después y con el valor que he adquirido en
líquido a causa del vodka les cuento a mis amigas lo ocurrido.
—Pero si no ha sido tan grave —comenta Loles—, ¿qué
esperabas? Han pasado dos años, Minny, el hombre está como un queso, no me
digas que esperabas que te guardara luto por siempre.
Con la mirada se lo digo todo.
A lo que Kayla contesta—: Joder , ya la conoces, claro que
lo esperaba.
¿Cómo un encuentro
tan pequeño y
a simple vista
tan insignificante puede trastornar mi vida de esa manera?
—No lo puedes negar, chuli —agrega Chloe—. Estás coladita
por el bombero.
Ahora la pregunta es, ¿qué piensas hacer?
—No tengo idea, pensé que el tiempo lo curaba todo, pero
ya veo que no.
—Entonces vamos al plan b —grita Maika —, un clavo saca
otro clavo y estamos en un bar lleno de posibles candidatos, así que ¡ale! A
levantar algo para echártelo a la muela esta noche.
Creo que el alcohol se le ha subido también a la cabeza, pero
no es tan mala la idea. Puede que lo que pase es que estoy urgida y en
necesidad de un revolcón.
Cada vez suena mejor, esta enfermedad se me va a quitar
sudando y jadeando.
¡Sí, señor!
Nuestras cabezas se giran como la de la niña del exorcista
mientras comenzamos a escanear el bar de lado a lado, ellas señalan algunos
candidatos que me encargo de mandar a la porra inmediatamente. Vaya gusto el
que tienen, si esto se trata de disfrutar, no de un sacrificio ritual.
Con la excusa de comprar unos cigarros me separo del grupo
y me dirijo a la barra, valor para caminar derecha, primero muerta que bañada
en sangre.
Por fin llego ahí y decido no recaer en el vicio, mi
trabajo me ha costado dejarlo, ya bastante tengo con el vicio del bombero.
Necesito algo con
lo que entretener
mis manos, sí,
de preferencia algo
duro, masculino y que se pueda...
Joder, Minny, si la cosa está grave, piensa en otra cosa.
Me inclino sobre la barra, para llamar al camarero quien por
cierto me ignora deliberadamente cuando el calor de una mano posándose en mi
espalda atraviesa mi ropa como un rayo.
Rauda y veloz me doy la vuelta para darle un par de
bofetadas al infeliz y oh, sorpresa, sorpresa. El individuo al que mi mente se
niega a olvidar está de nuevo frente a mí con el ceño fruncido y la boca
apretada.
Si ahora entiendo eso de que el alcohol es el mejor
embellecedor, si sobria lo veía bueno, ahora en este estado lo veo como el
mismísimo adonis.
Mátame Dios!!
Nos miramos unos instantes, quiero salir corriendo y al
mismo tiempo le quiero saltar encima. Él parece leer mi mente, porque antes de
que pueda hacer algo para impedirlo ya me ha apresado entre la barra y su
cuerpo. Sus brazos me mantienen quietecita y dónde quiere, ahí, apretada debajo
de toda su poderosa anatomía. ¿Por qué tiene que oler tan bien?
Estoy a punto
de infartarme, juro
que el cerebro
me ha dejado
de funcionar, entonces su boca se
pega a la mía y mis funciones vitales se detienen.
El mundo entero se detiene.
Mordisquea mis labios invitándome a abrir la boca, su
lengua invita a bailar a la mía y se baten a duelo. Tengo hambre, hambre de él.
Han sido dos años de sequía y ahora no pienso hacerme la digna. Eso puede
quedar para otro día.
Un gemido escapa de mi garganta a lo que él contesta
gruñendo, estoy tan caliente que ya no sé si el termómetro me alcance para
registrarlo. Sus manos se cuelan por debajo de mi blusa y no veo la hora que me
pida salir de aquí.
Interrumpe abruptamente el beso y quiero hacer una
pataleta, ¿por qué si todo iba tan bien? Él me mira algo desenfocado y yo no
puedo parar de jadear. Entrelaza sus dedos con los míos y con decisión me saca
del mar de gente que llena el bar. Estamos por llegar a la puerta del local
cuando escuchamos que alguien lo llama insistentemente.
—¿Al? —Vuelve a llamar la mujer mientras lo toma del
brazo.
Ambos nos congelamos en el instante.
Mierda, no puede ser
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