No sé el motivo de que esta mujer esté aquí, y la verdad es que tampoco me interesa, pero lo que sí me interesa, y mucho, es que se separe de Al lo antes posible, o la separo yo…
—
¿Qué haces aquí, Paula?
—
Estaba tomando una copa, y te he visto, no he podido resistirme y me he
acercado a ti… ¿Puedo ser tu acompañante esta noche?
Me
mira de arriba abajo con soberbia, y la rabia comienza a invadirme. ¡Qué
guantazo se va a llevar como lo haga otra vez! Al no se separa de ella, y me
está empezando a molestar, se supone que íbamos a pasar la noche juntos, y
ahora la zorra esta ha conseguido que se me pase el calentón.
—
Yo ya estoy acompañado, Paula — dice Al, separándose al fin de ella —, ella es
Minny, mi chica.
¿Su
qué? ¿Qué ha dicho? ¡Ay, pero qué mono es cuando quiere!
—
¿Esta?
Me
señala con el brazo, y me mira con cara de asco.
—
Mira bonita, esta tiene nombre, si tenías ganas de follar hoy te buscas a otro,
porque Al se viene conmigo y le voy a hacer gozar tanto que la próxima vez que
lo veas no se va a acordar ni de tu nombre.
—
Con que se acuerde de cómo me hizo gritar la última vez que me folló…
¡Ya
está! El premio gordo se ha sorteado, y ya tiene dueña. ¡Un puñetazo para la
zorra!
Dicho
y hecho, sin pensármelo me abalanzo sobre ella, y mi mano cruza su cara,
haciendo un sonido que es escucha por encima de la música incluso. Al me mira
confuso, como si me acabasen de salir tres cabezas.
Y
cuando pienso que lo que he hecho lo iba a poner cachondo, y se iba a abalanzar
sobre mí y besarme… la ayuda a ella. ¡A la zorra! ¡La está ayudando a
recomponerse! ¡Será capullo!
Salgo
como un resorte de la discoteca, y me voy a casa enfadada, y lo peor es que
estoy muy, muy decepcionada con Al.
Al
día siguiente por la mañana me levanto de muy buen humor, como si no hubiese
pasado nada la noche de antes. Me ducho, me visto y desayuno rapidísimo para
salir pronto de compras. ¡A quemar la tarjeta de crédito a Primark!
Voy
al centro comercial, y durante dos horas paseo arriba y abajo sin comprar nada,
y escuchando música en mi móvil.
Y
por fin llego a mi objetivo: Primark. Nada más entrar cojo la cesta, y solo dos
pasos más veo un vestido negro del que me enamoro al instante. ¡A la cesta!
Cuando ya no me cabe nada más, me voy hasta el probador y empiezo a probarme
todo, el vestido es muy bonito, y aunque es un poco caro, es tan bonito… es
ajustado en la cadera, y hace unas arrugas preciosas… ¡A Al y a Lucas le
encantaría!
No,
no, no.
Tengo
que pensar en otra cosa, no puedo pensar todo el rato en ellos, pero se me hace
muy difícil, demasiado, sobre todo cuando un cuerpo de hombre entra sin aviso
al probador, y me aprisiona contra la pared, y unos labios devoran los míos, dándome un beso de los mejores que me
han dado en mi vida, y que me resulta tan familiar, apoya su frente en la mía,
y respira con fuerza, y cuando creo que va a decir algo… vuelve a besarme.
—
¿Qué tal tu día?
—
Ahora mucho mejor — respondo, aún con la respiración entrecortada —. ¿Qué haces
aquí?
—
Buscarte, no aguantaba más sin verte.
—
Yo…
—
No digas nada, me has demostrado todo con ese beso.
—
Si te beso ahora estaríamos jugando con fuego ¿no?
—
Cállate, y hazlo.
Vuelve
a tirar de mí con determinación, agarrándome con fuerza de las muñecas, y
empotrándome contra la pared. ¡Joder, como me pone esto!
Muerde
mis labios, y yo me dejo hacer. Me quito el vestido negro que me estaba
probando, y él me devora con la mirada, y sin necesidad de sacar mis pechos del
sujetador, comienza a acariciarlos, mientras poco a poco acerca su boca hasta
mi pezón, mordiéndolo, y tirando de él lo justo y necesario para volverme loca.
¡Ay,
que calor tengo! No puedo estar quieta mucho más tiempo, y consigo deshacerme
de su agarre, mientras comienzo a acariciar su paquete por encima del vaquero
que lleva puesto, está muy duro y me encanta saber que todo esto se lo provoco
yo. Mi cuerpo comienza a reaccionar, y unas descargas me recorren de pies a cabeza,
mientras él sigue prestándole especial atención a mis pechos.
Le
quito la camisa, no podemos perder más tiempo, y como por instinto, muerdo su
hombro, a la vez que emite un gemido de placer… con prisas comienza a quitarse
también los pantalones, y se pone un preservativo. Entonces, me coge en
volandas y yo pongo mis piernas alrededor de su cintura, y me penetra de golpe.
—
¡Aaah!
—
¿Te gusta?
—
¡Mucho! ¡No pares, no pares por favor!
Ahogo
un grito, no queremos que nadie se entere de lo que estamos haciendo dentro del
probador, y con una de mis manos yo misma tapo mi boca, para ahogar mis propios
gemidos, pero entonces se clava otra vez dentro de mí y una ola de placer
vuelve a recorrerme.
Él
tiene los dientes apretados, y los ojos abiertos, sin apartar la mirada de mí
sigue embistiéndome, penetrándome una y otra vez, mientras nuestros cuerpos
comienzan a estar sudorosos, producto del esfuerzo que estamos haciendo.
Empiezo a sentir como el orgasmo está a punto de llegar, él lo nota, me conoce
tan bien… Me besa, ahogando juntos nuestros jadeos, que deben escucharse por
todo el Primark, y de pronto me siento estallar, el orgasmo se apodera de mí,
invadiéndome a la vez que yo araño su espalda y él hunde su cara en el hueco de
mi hombro, vaciándose por completo.
—
¡Joder!
—
Shh — siseo ahora yo —. Nos van a escuchar.
—
¿Y qué más da?
—
Estás loco, Lucas.
Esta
como una cabra, y eso me encanta de él. Cuando esta mañana me levanté, jamás
pensé que el día pudiese mejorar de esta manera… ¡Y en mi tienda favorita!
Cuando se lo cuente a las chicas…
Nos
recomponemos, aunque nos lleva un poco de tiempo, y salimos fuera del probador,
dejando la ropa dentro, y no puedo evitar mirar a todas partes, más de una
mujer nos mira y cuchichea. ¡Envidiosas!
—
Este vestido te lo regalo yo — dice Lucas —. Te quedaba perfecto, estabas
preciosa con él, aunque mucho más sin él.
¿Pero
cuando ha cogido el vestido que no me he dado cuenta?
Después
de pagar, y cuando estamos saliendo del centro comercial, aparece un amigo de
Lucas. Al menos no es una mujer, pero es de esas personas que sin hablar con
ellos ya sabes que no te caen bien.
—
¡Hombre! ¿Cómo tú por aquí? — pregunta el chico, que se presenta como Sergio.
—
Ey, tío… yo… Dando una vuelta — responde Lucas nervioso.
—
¿No me presentas, Lucas? — pregunto yo.
—
¿Lucas? ¿Quién es Lucas?
—
¿Él? — señala a mi acompañante —. ¡Él no se llama Lucas!
Y
así me llevo la segunda sorpresa del día…
No hay comentarios:
Publicar un comentario