Madre del amor hermoso, enfrente de mí tengo nada más y
nada menos que a mi bombero incendiario, sí es que me prende fuego en cuanto
entra en mi rango de visión.
Él no me quita el ojo de encima y yo me quiero morir. Me
cago en la puta, tenerme que encontrar con el portento precisamente hoy y yo en
estas fachas. Si antes el hombre estaba bueno, ahora está tremendo, por Dios lo
que hacen un par dos años. Inevitablemente mis ojos viajan cual caballo
desbocado hasta sus caderas, esas en donde cuelgan los tejanos que lleva.
¡Y hay que ver como los lleva! Me lo estoy comiendo con
los ojos descaradamente y él se ha dado cuenta, no solo eso, también se ha dado
cuenta el accesorio moreno que cuelga de su brazo.
Al me mira con intensidad, juro que la carne se me pone de
gallina... pero es que esto no puede ser. Él va muy bien acompañado, vestido
para salir y yo parezco la loca del manicomio,
vale, lo soy. Pero hay que aparentar, al menos la mayoría del tiempo
logro hacerlo.
—Minny, no esperaba encontrarte —por fin habla.
—Este... bueno, la verdad es que yo tampoco —lo dicho, he
perdido la compostura y los cables que deberían conectar a mi cerebro con la
lengua.
La morena se remueve incómoda y entiendo el porqué, yo
estaría igual.
Estaré herida, pero no muerta, así que junto los retazos
de mi resquebrajada dignidad y me preparo para la huida.
—Bueno, Al, ha
sido un
gusto verte. Tengo algo de prisa,
que lo
paséis bien. Adiós.
No le doy tiempo ni de pensar, antes de que él tenga
oportunidad de reaccionar ya he emprendido mi camino a casa.
Cuando llevo algo más de unas calles recorrida me doy cuenta de que he salido
corriendo, jo, si yo ya no estoy para estos trotes.
En el bolsillo de mis pantalones cortos el móvil comienza
a vibrar, si no conociera la musiquita, es él, claro que es él. ¿Qué me va a
decir? Ay chula, si no es lo que tú piensas, claro que es lo que yo pienso.
Hombres, no los conociera. Ignoro la bendita llamada y abro el WhatsApp,
Necesito
una reunión de emergencia con mi gabinete de crisis
Pero primero lo primero, pasar por mi piso y dejar que el
cepillo calme este desastre que tengo la osadía de llevar hoy en el cabello.
Dos horas después y con el valor que he adquirido en
líquido a causa del vodka les cuento a mis amigas lo ocurrido.
—Pero si no ha sido tan grave —comenta Loles—, ¿qué
esperabas? Han pasado dos años, Minny, el hombre está como un queso, no me
digas que esperabas que te guardara luto por siempre.
Con la mirada se lo digo todo.
A lo que Kayla contesta—: Joder , ya la conoces, claro que
lo esperaba.
¿Cómo un encuentro
tan pequeño y
a simple vista
tan insignificante puede trastornar mi vida de esa manera?
—No lo puedes negar, chuli —agrega Chloe—. Estás coladita
por el bombero.
Ahora la pregunta es, ¿qué piensas hacer?
—No tengo idea, pensé que el tiempo lo curaba todo, pero
ya veo que no.
—Entonces vamos al plan b —grita Maika —, un clavo saca
otro clavo y estamos en un bar lleno de posibles candidatos, así que ¡ale! A
levantar algo para echártelo a la muela esta noche.
Creo que el alcohol se le ha subido también a la cabeza, pero
no es tan mala la idea. Puede que lo que pase es que estoy urgida y en
necesidad de un revolcón.
Cada vez suena mejor, esta enfermedad se me va a quitar
sudando y jadeando.
¡Sí, señor!
Nuestras cabezas se giran como la de la niña del exorcista
mientras comenzamos a escanear el bar de lado a lado, ellas señalan algunos
candidatos que me encargo de mandar a la porra inmediatamente. Vaya gusto el
que tienen, si esto se trata de disfrutar, no de un sacrificio ritual.
Con la excusa de comprar unos cigarros me separo del grupo
y me dirijo a la barra, valor para caminar derecha, primero muerta que bañada
en sangre.
Por fin llego ahí y decido no recaer en el vicio, mi
trabajo me ha costado dejarlo, ya bastante tengo con el vicio del bombero.
Necesito algo con
lo que entretener
mis manos, sí,
de preferencia algo
duro, masculino y que se pueda...
Joder, Minny, si la cosa está grave, piensa en otra cosa.
Me inclino sobre la barra, para llamar al camarero quien por
cierto me ignora deliberadamente cuando el calor de una mano posándose en mi
espalda atraviesa mi ropa como un rayo.
Rauda y veloz me doy la vuelta para darle un par de
bofetadas al infeliz y oh, sorpresa, sorpresa. El individuo al que mi mente se
niega a olvidar está de nuevo frente a mí con el ceño fruncido y la boca
apretada.
Si ahora entiendo eso de que el alcohol es el mejor
embellecedor, si sobria lo veía bueno, ahora en este estado lo veo como el
mismísimo adonis.
Mátame Dios!!
Nos miramos unos instantes, quiero salir corriendo y al
mismo tiempo le quiero saltar encima. Él parece leer mi mente, porque antes de
que pueda hacer algo para impedirlo ya me ha apresado entre la barra y su
cuerpo. Sus brazos me mantienen quietecita y dónde quiere, ahí, apretada debajo
de toda su poderosa anatomía. ¿Por qué tiene que oler tan bien?
Estoy a punto
de infartarme, juro
que el cerebro
me ha dejado
de funcionar, entonces su boca se
pega a la mía y mis funciones vitales se detienen.
El mundo entero se detiene.
Mordisquea mis labios invitándome a abrir la boca, su
lengua invita a bailar a la mía y se baten a duelo. Tengo hambre, hambre de él.
Han sido dos años de sequía y ahora no pienso hacerme la digna. Eso puede
quedar para otro día.
Un gemido escapa de mi garganta a lo que él contesta
gruñendo, estoy tan caliente que ya no sé si el termómetro me alcance para
registrarlo. Sus manos se cuelan por debajo de mi blusa y no veo la hora que me
pida salir de aquí.
Interrumpe abruptamente el beso y quiero hacer una
pataleta, ¿por qué si todo iba tan bien? Él me mira algo desenfocado y yo no
puedo parar de jadear. Entrelaza sus dedos con los míos y con decisión me saca
del mar de gente que llena el bar. Estamos por llegar a la puerta del local
cuando escuchamos que alguien lo llama insistentemente.
—¿Al? —Vuelve a llamar la mujer mientras lo toma del
brazo.
Ambos nos congelamos en el instante.
Mierda, no puede ser
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