—¿Cómo
que no se llama Lucas?–le pregunto incrédula al muchacho que se ha acercado a
hablar con el que me acaba de provocar el mejor orgasmo de mi vida.
Me
giro a mirar a Lucas y está blanco como la pared, nervioso se rasca el cuello
provocando que se le enrojezca al instante. Yo no dejo de mirarle más cabreada
que un mono. En ese momento Lucas se despide de su amigo rápidamente y me
agarra del brazo para que camine hacia delante dejando a su amigo alucinando
pepinillos.
—¡¿De
qué demonios estaba hablando tu amigo?!–le pregunto histérica soltándome de su
brazo en cuanto nos alejamos del chico.
—Aquí
no, Minny—tiene el cuajo de decirme mientras camina hacia delante.
Esto
es increíble y eres que no salgo de mi asombro. ¿No le da la gana decirme qué
coño pasa? Pues genial porque me largo de aquí. Con el enfado que llevo le doy
esquinazo y consigo llegar al parking sin que me dé alcance, peri cuando voy a
abrir la puerta del coche me aplasta contra él dejándome sin respiración. Está
detrás de mí abrazándome con fuerza, como si no fuera a volver a verme nunca
más. Yo estoy sumida en una mezcla de sentimientos: rabia, pena, urgencia de
sentirlo...
—No
me odies Minny, por favor. Puedo explicártelo pero ahora necesito saber que
sigues aquí.
Y
así me desarma. Mi corazón se derrite ante sus palabras y ese abrazo intenso
que me hace sentirme amada como nunca antes ¿o quizá sí me amaron así una vez?
Alejo ese pensamiento de mi mente. Ahora Lucas está aquí. El pasado quedó
atrás. Me giro para mirarle a la cara cuando me sorprende ver que está
llorando. Agacha la cabeza derrotado. ¿Tan terrible es lo que tiene que
contarme? Me fundo de nuevo en sus brazos y nos balanceamos de un lado a otro.
Poco a poco la intensidad del momento se apodera de nosotros y exige de mí mis
labios. Primero los asalta de forma suave y delicada pero la pasión se va
apoderando de él y me fuerza a abrir la boca para juguetear con mi lengua
caliente y húmeda que siempre está preparada para él. Minutos eternos
transcurren desde que nuestras lenguas comienzan esta danza salvaje.
Como
puedo abro la puerta trasera del coche y entramos con cierta dificultad pues
somos incapaces de separarnos un solo milímetro.
Lucas
sigue besándome salvajemente. Sus manos manosean mi cuerpo por partes: el
cuello, el pecho, la tripa… sigue bajando hasta encontrarse con mi humedad.
—Como
me pone que siempre estés lista para mí—susurra junto a mi oído excitándome más
aún si cabe.
Yo
me lanzo a tocarle por todas partes. Estoy descontrolada, no sé qué quiero
hacerle porque deseo hacer de todo con él.
Soy como una garrapata enganchada a su cuerpo cuando noto que comienza a
aflojar la presión de su cuerpo sobre el mío y se deshace de mis brazos
—.
Hablemos antes de que la lujuria sea tan potente que perdamos noción de
nosotros mismos y de donde estamos—me dice señalando al exterior.
Abre
la puerta y sale del coche. Lo rodea y me abre la puerta. Cojo su mano y salgo
afuera aún desorientada tras lo que acaba de ocurrir. Abre la puerta del
copiloto y me invita a entrar. Él se sienta en el de al lado y permanecemos en
silencio durante un rato. Enciende la música y suena música de Coldplay. Me
encanta ese grupo y siempre tengo sus últimos éxitos para escucharlos sin
descanso. Suena “The Scientist” y al escuchar las primeras frases los ojos se
me humedecen. La primera vez que la oí en la radio me gustó tanto que me metí a
Google a investigar la letra y ahora, recordando lo que dice, me entristezco
sin remedio.
Con
la cabeza agachada noto como Lucas toma mi mano y entrelaza sus dedos con los
míos. Esa imagen se graba a fuego en mi mente pero provoca una explosión en mi
corazón. Las lágrimas siguen aflorando. En estos escasos minutos que llevamos
sentados en el coche sin hablar y ahora con nuestras manos unidas, hacen que
sienta más cosas por Lucas de las que pensaba. ¿Me estoy enamorando de él? No
puede ser. Yo estoy locamente enamorada de Al, ¿verdad?
Pasan
los minutos y seguimos sumidos en ese silencio espeso únicamente dominado por
la hermosa letra de Coldplay. Una vez que finaliza la canción, Lucas se anima a
hablar.
—Minny,
sé que no es el lugar más adecuado pero antes de contarte nada necesito decirte
algo que llevo tanto tiempo callando que creo que voy a explotar si no te lo
digo— me dice mirándome a los ojos. ¡Dios! ¡Se me va a declarar en mi coche!
«Esto no está pasando», quiero decirme a mí misma pero por los ojitos que me
está poniendo me da que sí.
Mi
cabeza se aturulla recordando escenas similares pero por desgracia nadie se me
ha declarado pero Al…
—Minny,
yo…
—Espera
Lucas, por favor no vayas a decir algo de lo que te vayas a arrepentir—le pido
antes de que suelte la bomba.
—Nada
de arrepentirme Minny, estoy tan convencido como que es de día y luce el sol—me
contesta apretándome la mano, esa que nos mantiene unidos.
Parece
que va a seguir hablando cuando suena mi móvil. Me suelto de su mano y estiro
el brazo para alcanzar el bolso que está tirado en el asiento de atrás. Al
mirar la pantalla se me encoge el estómago. Es Inés. «Por favor que no haya
pasado nada» ruego en silencio.
—Dime
Inés… ¿Qué? ¿Pero está bien? Por Dios no la dejes sola, ¡ay mi pobre niña!–me
entra un ataque de nervios indescriptible. En este momento me da lo mismo quien
esté delante—. ¿Al hospital? Sí claro, allí nos vemos. Inés, por favor
cuídamela mucho y dile a Alexia que llegaré enseguida.
—¿Qué
pasa Minny? ¿Y quién es Alexia?–me mira interrogativo. Y ya no me importa
porque sólo sé que mi pequeña me necesita así que la que va a soltar la bomba
soy yo.
—Es
mi hija…
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