Capítulo 28
¿Pero
qué coño...? ¿Se puede saber qué hace este ahora aquí? Es la última persona que
esperaba ver y menos en mi cama. Pero mírale... parece un ángel. Debo de
reconocer que es un adonis en todo su esplendor. Contemplándolo comprendo por
qué me enamoré de él la primera vez que le vi. De repente se me esfuma el
enfado que tuve la otra noche al no defenderme delante de aquella chica.
Tras
dejar a Alexia dormida en su cuna, me dirijo a mi dormitorio. En el pasillo,
respiro hondo y cuento hasta 10, antes de abrir la puerta. No se ha movido
desde la última vez que le vi. Me acerco y me da miedo sentarme, pero me muero
de ganas de acariciarle el cabello.
Me
limito simplemente a mirarle y a los pocos minutos se mueve. Aprovecho para
acercarme a él y lo primero que ve al abrir sus ojos es mi rostro esbozando una
sonrisa.
—Me
quedé dormido – es lo primero que dice al frotarse los ojos – Lo siento.
—Ya
lo vi. ¿Me puedes decir quién te dejó entrar?
—Entré
yo solito – dijo incorporándose y apoyándose en el cabecero de la cama – Tus llaves
estaban puestas en la cerradura.
—¿Mis
llaves? - dudé – No, mis llaves era imposible que estuvieran en la cerradura, porque
las llevo en el bolso. Y la única persona que tiene llaves de mi casa es Inés.
—Pues
quizás fueran las suyas. En fin, que decidí entregártelas en mano.
—Muy
bien... - contesté pensativamente a modo de “me parece perfecto, pero me muero de
ganas que me expliques algunas cosas y echarte un polvo ahora mismo”, pero me contuve.
—Minny...
Tenemos que hablar.
—Sí,
yo también pienso lo mismo.
—Lucas
me llamó y me contó lo ocurrido.
—¿Lucas?
¿Qué Lucas? - no sabía si hacerme la tonta porque aquella misma tarde había descubierto
que su “amigo” no se llamaba Lucas o porque no quería hablar del tema de Alexia.
—Me
llamó por teléfono y estaba enfadado-preocupado y parecía loco. ¿Qué pasó?
Mis
ojos estaban fijos en los suyos. Quería explicarle lo ocurrido desde el momento
en que supe que estaba embarazada de Alexia, pero había algo dentro de mí que
me lo impedía.
No
sé si comprendió mi postura, pero me hizo una señal con la mano a modo de que
me sentara a su lado. Obedecí sin que me lo tuviera que repetir y lo único que
hice fue recostar mi mejilla en su pecho.
—Al...
Han sido dos años duros. Lo de Lucas (o como se llame) no llegó a nada y lo
único que me queda de aquello es mi hija. Pero no ha sido fácil – alzo mi
cabeza y le miro a los ojos – Nada fácil. He intentado rehacer mi vida, pero...
siempre que mis amigas intentaban animarme para que encontrara a otro hombre,
yo siempre lo comparaba contigo.
—¿Conmigo?
- se sorprendió.
—Sí.
Al, siempre he estado enamorada de ti. No lo puedo evitar. Lo de tu amigo no sé
siquiera qué fue. Pero a quien verdaderamente siempre quise es a ti.
¡Ala!
Ya lo solté. Si decía de levantarse e irse, lo comprendería. Un mazazo más, un mazazo
menos... era lo que tenía. Mis amigas me decían que era mejor ponerse una vez colorada
que ciento de amarilla.
Al
me miró durante unos segundos que para mí se hicieron horas. Estaba allí junto
a mí, sí, pero ¿para qué? ¿Había venido para hablar conmigo después de la
charla con “Lucas”?
¿Sabía
él de la existencia de Alexia? ¿Y si era así, por qué no se iba?
Nada,
silencio absoluto. Mi corazón comenzó a acelerarse de tal manera que yo creía
que se me iba a salir del pecho.
—Al,
por Dios, di algo – me atreví a decir.
—¿Y
qué quieres que te diga? Estoy aquí, no? No me he ido. Por algo será, ¿no
crees?
Mi
mirada era lo más parecido a “no comprendo”.
—Yo
también te quiero Minny. Yo también me enamoré de ti la primera vez que te vi (todavía
recuerdo cierto tanga) – rió – Para mí tampoco ha sido fácil. También he intentado
rehacer mi vida, ya lo viste el otro día, pero sin éxito alguno. Siempre hay
algo que me lleva a negarme el paso adelante, para continuar pensando en ti.
Y
el dichoso silencio volvió a hacer acto de presencia. Nuestras miradas eran
pura inyección de sentimientos. No pude más. Fui yo quien se acercó a besarle.
Fue un beso corto y dulce. Algo en mí sentía vergüenza, a pesar de que los dos
habíamos confesado nuestros sentimientos. Cerré los ojos al separar nuestros
labios. Aquel beso tenía demasiado sentimiento. Un sentimiento que creía
perdido. Días atrás nos habíamos visto y nos habíamos besado, pero aquello fue
diferente.
—Minny...
- me susurró juntando nuestras frentes – Por favor... No me dejes. Te lo pido por
favor, no vuelvas a dejarme.
Me
vine abajo y una lágrima comenzó a rodar por mi mejilla. Dejarle era lo último
que se me ocurriría hacer y aquel era el momento menos adecuado para ello.
—Te
necesito – le susurré yo también – Te quiero demasiado y te necesito. Al menos esta
noche. yo...
Cuando
me disponía a continuar hablando, no me dejó. Volvió a juntar nuestros labios y
me besó con fuerza. Una fuerza con la que hacía mucho tiempo que nadie me
besaba.
—Sssst...
No digas nada. Olvidémonos del mundo, al menos por una noche.
Sus
besos eran pura dulzura y pasión. Me tendió en la cama y poco a poco se fue desprendiendo
de mi ropa. Mi excitación era tal que mi cuerpo sentía un temblor de emoción.
Era una sensación extraña, como si fuese la primera vez que me sentía en sus manos.
Se
posó encima de mí para besarme los labios y poco a poco fue descendiendo,
haciendo lo propio en mi cuello, pecho, vientre... Por impulso mi cadera se
alzó. Estaba tan excitada que mi cuerpo tenía prisa. La prisa que por visto él
no tenía. Antes de seguir su camino hacia mi monte de Venus, me lanzó una
mirada fija. No dijo nada, simplemente con los labios pronunció algo que quise
entender como un “Te quiero”. Acarició el interior de mis muslos y se sumergió
en mi sexo. Un simple beso fue lo que me hizo estremecer. Volvió a mirarme a
través de sus pestañas y sus labios dibujaron una sonrisa, antes de volver a juntar
sus labios con mi sexo. Succionó con una delicadeza que no parecía normal. Alcé
un brazo para agarrarme al barrote del cabecero de la cama y con la otra mano
acaricié su pelo. Mis dedos seguían el ritmo de su lengua dentro de mí. Hasta
que no pude más.
—Al...
- le rogué – Ven... Entra...
—Nada
de eso, nena... Te recuerdo que te eché demasiado de menos para dejarte marchar
así como así. Quiero que sea especial.
Solté
mis manos de su cabeza y del cabecero y me agarré a las sábanas. Mis nudillos
se volvieron blancos de la fuerza con la que me agarraba a la cama.
En
cuanto noté que se separaba de mí, respiré aliviada al creer que por fin haría caso
a mis súplicas. Pero me equivoqué. Los separó simplemente, para volver a
recorrer el mismo recorrido anterior, pero a la inversa. Dejó un reguero de
besos alrededor de mi sexo, para ir subiendo hasta mi ombligo, donde también
dibujó un círculo con pequeños besos. Mi cadera se levantaba pidiendo socorro.
Volvió a hacer caso omiso a mis súplicas y se centró en mi pecho. Mis pezones
estaban duros como piedras, y fue un blanco perfecto para recrearse en ellos.
Me dolían a rabiar, pero a la vez me excitaba el sentir su lengua jugando con
ellos.
Volvió
a serpentearse sigilosamente y paró a la altura de mi cara.
—Bésame
– le supliqué.
—Tantas
veces como quieras, nena – me susurró antes de obedecer.
No
fue hasta el momento en que me penetró que no me quedé más “tranquila”. Era una
necesidad, el sentirle dentro.
—No
voy a ser rudo, ¿de acuerdo? - me dijo – Quiero hacerlo bien.
Comenzó
a moverse lentamente, su mete-saca era tan sutil, que mis gemidos parecían no
tener fin y buscaban su boca para callarlos. Sí, él sabía cómo hacerlo bien.
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan especial, que mis manos recorrían su
espalda y se perdían en ella. Hasta que llegó el momento en que aceleró el
ritmo. Mis jadeos comenzaron a hacerse sonoros y él comenzó a decirme cosas al
oído “lo siento”, “no me dejes”, “te necesito”, “solo tú y yo”... Hasta que mis
ojos comenzaron a ver unas estrellitas que me avisaban que el momento se estaba
acercando. Y no se equivocaron. Exploté y lo último que mis oídos oyeron fue
“te quiero Minny”.
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