Holaa como muchas sabéis dentro de nada saldrá Empotrada Por Amor, una historia diferente que seguro que te engancha !!
Así que aquí os dejo los primeros capítulos de esta historia para ir abriendo bocas y tengáis más ganas de tenerla !!
Capítulo 2
Hacía
bastante tiempo que aquello no le ocurría. Había tenido sus coqueteos, sus
ligues y tal, pero aquella mujer le transmitía algo que le era desconocido.
Tenía algo que le atraía sobremanera, y no era solo una cuestión de atracción
física, había algo más que no sabía explicar. No tenía pensamientos de volver a
tener una relación seria por el momento, pero desde que aquella mujer le habló
para pedirle presupuesto para reformar su piso, no podía evitar mirarla de otra
manera, ni tampoco buscar encuentros con sus ojos.
Estaba
en la azotea colocándose los arneses y el descensor cuando oyó sonar un
teléfono en el piso que había justo bajo él. La chica se encontraba en casa
todavía, y pensó que sería un buen momento para verla aunque fuese un instante.
Comprobó todo el sistema una vez más, se colocó de espaldas en el filo de la
cornisa, cogió el descensor, y se dejó caer al vacío.
Se
detuvo en seco justo en frente de la ventana, muy cerca del cristal, y se quedó
mirándola con atención. Estaba claro que no se lo esperaba y casi tira el
móvil. Le hizo gracia, aquella hermosa mujer era tan natural que a Manolo le
parecía extraño encontrarse con alguien así en los tiempos que corrían. Ella
tenía clavada sus preciosos ojos en él, leyó en sus labios como se despedía de
su interlocutor y colgaba el teléfono. Manolo sonrió, le hizo un guiño y apretó
de nuevo el descensor para seguir bajando hasta llegar el andamio. Ya había
visto a la chica del quinto.
Estaban
trabajando a la altura de la segunda planta cuando el móvil de Manolo comenzó a
sonar.
—¡Jefe!,
si son los de la pintura, recuérdales que pronto necesitaremos el pedido,
¿vale?—Cristian gritó dirigiéndose a Manolo.
—¡Vale!—cogió
el teléfono y la preocupación lo invadió al ver quién le llamaba antes de
descolgar—. Buenos días, dígame.
—…
—Iré
enseguida. Muchas gracias por avisarme—colgó la llamada y miró a los chicos,
que al instante entendieron lo que pasaba—. Tengo que dejaros un momento,
¿vale?
—Claro,
jefe—Cristian respondió—. No te preocupes.
No tardó
demasiado en llegar al pequeño parque que había unas calles antes de llegar al
instituto de su hija. Bajó del coche y se acercó caminando al banco donde se
encontraba su pequeña. Se sentó junto a ella sin decir nada.
—Hola,
papá—un hilillo de voz salió de ella—. ¿Quién te ha llamado?
—Hola,
hija. Me ha llamado tu director. ¿Qué te ha pasado?
—No
quiero ir al insti, papá.
—¿Pero
por qué? Eres una chica muy lista y te gusta estudiar, o al menos te gustaba,
¿qué ha cambiado ahora? ¿Es por tu madre?
—Estoy
muy cansada, de verdad—su hija parecía ponerse a llorar de un momento a otro—. Cada
vez es más difícil aguantarla.
—Cuando
se ponga así, lo único que tienes que hacer es no escucharla—Manolo la rodeó
con su brazo y le dedicó una gran sonrisa—. Usa la técnica de por un oído me
entra y por el otro me sale…
—No
soporto que hable mal de ti, papá…
—Tú me
conoces de verdad, cariño, así que pasa de ella, dentro de poco no tendrás que
preocuparte más de eso.
—No es
tan fácil…
—Claro
que no, pero los dos juntos podemos lograrlo, ¿a qué sí?
—Sí…—por
primera vez desde que llegó al banco, su hija sonreía—. Ya falta menos.
—¡Esa es
mi chica! Y ahora vete para el instituto, tú a las clases y yo de vuelta al
andamio—Manolo guiñó un ojo y le dio un abrazo a su hija.
—Vale,
papá—su hija apretó con fuerza—. Gracias por venir.
—Siempre
me tendrás contigo, cariño. Venga, vete ya, no llegues más tarde aún.
Manolo
vio alejarse a su hija por el parque hasta que dobló la esquina de la calle.
Suspiró profundo y cerró los ojos. Era consciente de lo mal que lo estaba
pasando su niña desde el divorcio, pero la situación había empeorado en el
último año, y todo porque se acercaba la mayoría de edad de su Laura.
Al subir
al coche vio en el salpicadero un papel con anotaciones. Era el borrador del
presupuesto que había preparado para la mujer del quinto. Aún no la había
llamado para decirle el total de la obra, y decidió hacerlo en aquel mismo
instante. Cogió su móvil, marcó el número que venía en la hoja y esperó.
—Buenos
días.
—…
—Será un
momento nada más. Soy Manolo, el albañil—esperó unos segundos antes de
continuar—. Ya tengo preparado el presupuesto de la obra de su casa.
—…
—Sí.
—…
—El
total serían siete mil doscientos. Si quiere se puedo llevar en persona o
enviárselo por mail, como usted prefiera.
—…
—De
acuerdo. Muchas gracias y que tenga un buen día.
—…
Una cosa
menos por hacer, pensó Manolo mientras arrancaba su coche para regresar al
edificio con sus trabajadores. Aquella mujer parecía especial hasta por
teléfono.
Para mi lista que se va.
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